El Colegio Episcopal San Marcos abrió sus puertas en enero de 1955. Tomó su nombre de la catedral St. Mark’s, de Minneapolis, en honor a la colaboración económica que brindó para su creación. La labor del colegio se desarrolló a la par con la iglesia que se construyó sobre un terreno propiedad del Ingenio Río Haina, arrendado por un monto simbólico.
Según el escritor Luis Alberto Concepción, “El templo es un diseño del arquitecto Juan J. Pujadas, fue construido por el ingeniero Guillermo Armenteros E. El plano sumamente moderno representa a la vez una torre, símbolo de la iglesia, y un caracol, símbolo de vida. El bautismo y las tres ventanas pintadas fueron realizados por el escultor Antonio Prats Ventós”.[1]
Inicialmente, solo ofrecía educación hasta cuarto curso de primaria. Ya para el 1959 contaba con educación intermedia y el bachillerato se agregó en el año 1966, siendo la primera institución privada en ofrecer la educación escolar completa en el pueblo.
Recuerdo agradablemente muchos de mis compañeros, entre ellos Angélica Melina Guillén, de quien todavía recuerdo su número telefónico de la época
El ingenio Central Río Haina contaba con un número apreciable de adeptos entre sus constructores, razón por la cual el padre Philis Weaton se trasladó al hoy municipio a impartir el oficio religioso, el cual se realizaba en el hogar del señor Carlos Burroughs entre los años de 1953 y 1954.
La familia Burroughs, hasta el día de hoy, mantiene sólidos lazos con la institución educativa. César Burroughs se desempeñó como maestro, Silenys Burroughs como docente de educación inicial, Luisa Burroughs como secretaria, Franklin Burroughs como portero y su esposa Juanita como encargada de cafetería. Su residencia se encontraba justo detrás del colegio, con el cual se comunicaban por una puerta exclusiva para su uso.
Según los datos que maneja Luis Alberto Concepción, entre los años 1955 y 1960 la cuota mensual que pagaban los padres por sus hijos era de cincuenta centavos, luego, de un peso y paulatinamente llegó a los cinco pesos mensuales.
Sus primeros bachilleres se graduaron en 1969-1970, siendo estos: Juan Ramón Tena, Franklin Álvarez, Etanailda Auzón, Fernando Sibilio, Luis Concepción, Franklin Cuevas, Genoveva de Jesús Fernández, Denny Antigua Then, Emma Bertha Corporán, Josefina Ortiz, María Martínez, Miguel Pérez, Tárcida Gregorio, Grecia Mills, Eleuteria Cabrera, Nilda Antigua Then, Cruz Milagros Gregorio y Ramón Alberto Hernández. Algunos de ellos se dedicaron posteriormente a la docencia.
Mi experiencia como estudiante del Colegio Episcopal San Marcos fue satisfactoria; allí cursé mis estudios primarios y secundarios con una pausa en 3.º de bachillerato que realicé en el colegio San Gabriel de la Dolorosa.
Mis maestros fueron: Gustavo, profesor de inglés y álgebra, de quien tengo gratos recuerdos. Dinámico, divertido, entusiasta y respetuoso; Carmen Dominga, cumplidora y responsable, quien motivó mis aspiraciones de poeta; Humberto, profesor de sociales, profesional y preparado; Patria Auzón, la eterna profesora de matemáticas, puntual y cronométrica; Carmen Pura, la noble profesora de naturales; Encarnación, el jovial profesor de deportes; Susana Maldonado, profesora de francés; la atenta psicóloga Ángela Cepeda; y la directora a quien apodábamos Dora.
Recuerdo agradablemente muchos de mis compañeros, entre ellos Angélica Melina Guillén, de quien todavía recuerdo su número telefónico de la época; Rosliby Espinal, la estudiante más aplicada de la clase; Consuelo Santiago Francisco, cariñosamente Yásira, mi noble y bellísima amiga, ahora en la diáspora.
El Colegio Episcopal San Marcos abrió sus puertas en enero de 1955. Tomó su nombre de la catedral St. Mark’s, de Minneapolis, en honor a la colaboración económica que brindó para su creación
Otros compañeros fueron: Julissa del Carmen, con quien compartía los cursos de verano que nos daba mi madre; Ligia Ramírez, con quien después pasé a estudiar en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, INTEC; Francisco Alexis y Helfis Martínez, dos hermanos muy bien educados por su abuela materna, quienes también fueron mis vecinos y junto a quienes compartí momentos muy valiosos.
A los anteriores, se agregan: Elvin Villanueva; Fabiola, con quien solo compartí algunos cursos de Primaria, pero de la cual me quedó un grato recuerdo; Mabel Corporán, quien me enseñó a bordar el punto de cruz; Siomara Concepción, la más adulta de la promoción; Franklyn Vizcaíno, “el popi”; Viviana, que ahora trabaja en una de las farmacias del pueblo; Diógenes, quien después fue hijo adoptivo del sacerdote de la iglesia que oficiaba misa en el colegio; Waldy Gomera, el travieso de la clase; Raquel Dilón, Omar Segura, Miguel Rosa, Nelson Ledesma, Facundo, Diwiskany Medrano; entre muchos otros.
[1] Concepción, Luis Alberto, Jaina Pueblo de Inmigrantes. Su historia, editorial Megabyte, Santo Domingo, 2004. p. 71.
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