Este paisito ha cambiado. Años atrás, cuando la mayoría éramos niños, en estos días previos al diciembre de la inevitable alegría, en nuestras principales avenidas empezaban a sonar campanitas de todos los colores y precios, y empezaba a perderse la intimidad nocturna, dentro y fuera de la casa, y los muchachos hacíamos todas las diabluras, porque las pelas entraban en receso, y que era un enemigo público aquel que negara la existencia de los reyes magos, y que lo más importante eran las tremendas fiestas de antes y después de la Nochebuena, y que los muchachos éramos los seres más impunes, pues las pelas, hasta nuevo aviso, estaban suspendidas….(Sin duda, ¡qué felices éramos recorriendo la Duarte y la Mella!).
Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.