Genaro Antonio Reyes Mercedes, Cayuco, nació un día de 1966 con su sueño debajo del brazo. Soñaba con imágenes de la tierra, el barro, la materia de origen, el vuelo, el viaje hacia un horizonte de sorpresas sagradas y profanas. Armado de una imaginación fantástica presentificada en el acto de tallar la madera, el metal, la piedra y convertirlos en gesto, cuerpo, entidad marina, litoral y formas nacidas del sueño, lo real de la vida legendaria, cobra sus órdenes poéticos y visuales. La canoa en su visión se convierte en viaje milagroso, trayecto donde vírgenes, ángeles míticos, orantes y pequeños dioses brotan de su mano que obliga a vivir trayectos que comienzan y alcanzan las formas sugeridas de un brote de materia y movimiento.

Genaro Reyes

Desde niño y desde joven el artista comenzó a fijar aquellos cuerpos y memorias de una materia viva que surge como nace: cuerpo, viaje, mirada de raíces y encuentros con la tradición o tradiciones populares.

El éxtasis del escultor se hace entonces observable en un arte del cuerpo y la memoria material conformada por un quehacer de imágenes que cifra su oficio y su relato reconocido en ese “cayuco” amarrado con cadenas, metales ferruginosos, piedras y frutos consistentes, anillos, jardines, santas y santos populares que celebran sus fiestas juntos.

El ánthropos pagano, popular y cristiano origina la obra escultórica como signo, raíz, huella artística y cultural.

El escultor despierta asombrado ante sus criaturas que parecen narrar los cuentos de la vida cotidiana, para con ellos crear la inscripción de un viaje real-imaginario, donde el artista mira y a la vez regresa a su espacio de origen. El “criador” artista sabe muy bien cómo nacen sus criaturas al contacto que expresa su mirada y la búsqueda de la mano que produce un objeto mágico, marino y originario.

Desde que surgió como artista en su Miches natal, Cayuco le dio nombre a su taller y a sus imágenes en contacto con la naturaleza y sus amigos artesanos, de los cuales aprendió su profesión; un oficio de chamán, santero, mago y creador. Autodidacta por propia convicción, el escultor es también oficiante, instalador, tallador de madera y metal, alfarero, arqueólogo, despertador de cuerpos, sombras y silencios en un litoral que aun hoy se abre a cuitas y esperanzas.  Labrador nocturno de sueños y materias que combina con estrategias manuales. El muchas veces galardonado artista afirma a cada paso la simiente del origen.

Varios ejemplos de su obra sellan los objetos imaginarios de su búsqueda. Forja de metales. Martillo en mano, lija y liga materias diversas. Organiza desechos útiles. Fragmentos, desprendimientos de metales y maderas sólidas. Clavos que simulan cabellos de un “afro”, signo mirando al mar. Secretos que guarda en su propia obra acumulada en años, su biografía se va forjando en el camino y en su propia “fábrica” de objetos encontrados que, desde su visión alternativa, identitaria, original y responsiva propicia la poesía viva de la materia, del material, la dureza o la blandura de elementos sorprendidos por su mano y su visión sentiente del mundo que lo rodea.

La crítica de arte ha destacado su temática, el tratamiento posicional de su trabajo silencioso pero firme. Su mística de afirmación junto a la búsqueda de una extrañeza que supone ritmos formales y materiales orientados desde el ojo, la mano, lo mirado el mirar y la mirada atildan sobre un corpus significante y diferenciado por el eje-ojo unificante del mirar. El fenómeno mismo de su creación nutre su estética visual y su orden mítico recogido también por una práctica integradora de formas compactas, dilatadas en un tiempo elegido de creación. La mirada, el objetivo y el objeto del artista han sido valorados sobriamente por una crítica y un ensayismo apegado a su línea de fuerzas estilísticas visibles, en su concepción del signo-símbolo escultórico.

Piezas como: El gran collar, El fósil del algarrobo, El taíno, El fenómeno del niño, Náufrago de nacimiento, La familia, El tiburón verde, Nacimiento en yola, Viaje de cacao, Cacao de metal, Nacimiento en carreta, entre muchos rebasan sus diversos planes de trabajo, revelan su actitud hacia la técnica: madera tallada en materiales, metal y soldadura, metal y porcelana, técnicas especiales aplicadas mediante soldadura y metal, madera tallada, metales y cristal, justifican en tiempo y espacio una actitud constructiva de variados formatos ajustados en una creación pronunciada como gesto escultórico definitorio.

En efecto, los grupos escultóricos creados por Cayuco, evocan una imaginación insular de grandes y extensos horizontes insospechados. La estética y el etnos asumidos por el artista, participan de un cuerpo natural que aspira a la universalidad de sus piezas definidas, pensadas y fabricadas en homenaje a su identidad de creador. Se trata de una poética interdisciplinaria que aspira a dialogar con la otredad cultural, y sobre todo con su propia memoria visual de origen. Genaro Antonio Reyes Mercedes fabrica su obra desde una mirada fundacional enmarcada en una alto-modernidad que determina el camino de sus obras, así como los ritmos de un cuerpo mítico enraizado en su memoria.

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Entendemos que, las ideas y fuerzas que plasma este artista, escultor, etnógrafo, “arqueólogo”, gestor de imágenes arrancadas de su tierra, buscadas “en las buenas o en las malas”, lo hacen buscar lugares, senderos fantásticos donde su mano activa los signos artísticos dentro y fuera de Miches. Su testimonio lo encontramos en su casa y su taller que cobran valor allí donde los instala. Pues el artista se desplaza a lugares fuera de Miches, fuera de El Seibo, fuera de su rincón sacroprofano, donde cocina, ajusta, equilibra y cura su propia obra.

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Según su propio mapa creado, Cayuco moviliza la interpretación de su materia-forma, desde una concepción imaginaria mitográfica y plural que particulariza por el sello de la diversidad cultural insular; hurga, mueve las máscaras del día, el mar, la memoria de seres que motivan su obra y su oficio que también recuerda a talladores del campo en la región del Caribe negro, mestizo, marrón oscuro, vidrioso, frutal, cristiano, pagano, libertario, identitario y etnoartístico.

La obra de este creador representa un enmarque y una muestra de aspectos indiciarios, íconos, interpretantes y símbolos de un listado más amplio, intenso y revelador de su creación.

En tal sentido, la obra de Cayuco es un viaje expositivo y narrativo que rebasa su lugar de origen, pues la misma lo arrastra hacia las variadas regiones, zonas del país y del extranjero. El coleccionismo de su obra, también dinamiza su valor y asegura un orden patrimonial individual de coleccionistas dirigidos a obtener sus obras y exhibirlas en exposiciones colectivas e individuales. Este hecho contribuye al conocimiento de obras que se mueven entre colección y divulgación.

En efecto, allí donde el panteón sacroprofano del artista se abre a las preguntas, y por el mismo sobresalen íconos y formas, también significativos en sus fuentes de creación y búsquedas. Tanto la zoografía, la iconografía y la botánica utilizadas por este creador dominicano, como sus propios gestos escultóricos plasmados a través de diversos materiales y medios forman parte de su oficio asumido como necesidad de creación y de memoria que sorprenden por la naturalidad de su contacto y la elección de sus entidades recuperadas mediante las diversas miradas al espacio de lo cotidiano.

Suscita la inquietud de esta obra el campo extensivo e intensivo de su significación. Percibir los estados sensibles de una obra como esta sugiere una lectura de universos y objetos con grados y niveles de recepción, algo que se hace sensible cuando el artista y el espectador, marcan o enmarcan su propio diálogo. Lo que implica un intercontacto de zonas, relatos y tiempos de interpretación que suponen una vuelta a sus temas y sentidos basados en una concepción de la forma-sentido, esto es, de una obra abierta a la interpretación y a su concentración de horizontes visuales.

Así las cosas, nos hemos acercado a Cayuco en diferentes momentos de creación de su obra, en su Miches natal, pero también a otros talleres de trabajo que, como artista, ha levantado en distintos lugares de Santo Domingo, en patios, en coleccionistas dominicanos, que remiten a su obra difundida de manera informal y presentificada.

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Al “leer” obras como Los hijos de machepa, La foca, La familia, Molinos en Yola, San Miguel, La santa del barco y La virgen del Cayuco, entre muchas obras, podemos captar las pistas interpretativas de una filosofía de la cultura popular dominicana legible, en creaciones y visiones que sintetiza el escultor y artista instalador en el siguiente fragmento:

“La religiosidad popular es un asunto intrínseco de nuestra gente. Nosotros somos la suma de mitos, leyendas y tradiciones tenemos una religión oficial conviviendo con manifestaciones no oficiales ricas y abundantes”.

Odalís G. Pérez

Escritor

Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua

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