No hay nada más importante en el mundo que el amor; ¿qué sería de la vida humana sin amor? Cuando nos falta, sentimos un vacío recóndito en nuestro ser. Y es que, si nos remontamos a cualquier relato del pasado, mítico o religioso, encontramos al amor jugando su rol protagónico desde entonces. Pequeños o grandes gestos de amor son los que hacen felices nuestros días. Elegir a quien amar es un acto de valentía, porque amar nos hace vulnerables y frágiles. Hace poco le escuché decir a un obispo en su predica que solo cuando somos capaces de conocer nuestras flaquezas podremos comprender y conocer mejor al otro. Y creo que es justo ahí, desde esa profundidad, que nace la capacidad de amar.
Por estos días se estrenó la segunda temporada de la tan esperada serie Maxton Hall: Un mundo entre nosotros de Prime Video. La temporada es una carga de emociones total tanto para el espectador como también para sus protagonistas; desde el primer episodio se visibiliza una caída profunda al abismo de los sentimientos por parte del personaje de James Boufort (Damian Hardung), él, una vez más, intenta suprimir lo que siente luego de la pérdida de su madre, y busca refugio en el alcohol y las drogas. Ese modo de proceder lo aleja de Ruby Bell (Harriet Herbig Matten), totalmente destrozada por el rechazo de James, sabe estar a su lado para acompañarle en el proceso de duelo de la muerte de su Madre Cordelia Boufort (Clelia Sarto). Ruby sufre fuertemente el comportamiento de James, pero se aferra al sueño de su vida, Oxford. Ella intenta desviar su atención de la vida de Boufort, pero resulta imposible, James piensa que decirle a Ruby que ella es quien le hace feliz será la carta que la traerá de vuelta a su vida, pero Ruby le aclara que no le corresponde a ella hacerle feliz, que solo él puede hacerse feliz.
En los tiempos que corren hoy se hace raro ver a un joven de 18 años ir en busca de terapia para trabajar su vida emocional, pero así lo hace James en esta segunda entrega. La escena más bonita de la serie y la que me atrevo a decir que emociona más, es cuando delante de la gala dedicada a Alice Campbell, él decide desnudar el alma y compartir a todos los presentes lo que ha acontecido en su vida, termina su intervención mirando a Ruby con lágrimas en los ojos y, diciéndole: “Yo quiero vivir y también quiero amar”, esa frase llega hasta el corazón de Ruby y hace que ella le conceda una segunda oportunidad. Pero, la felicidad no dura para siempre cuando, Mortimer Boufort, padre de James, continúa negado al amor de ambos y, haciendo uso de su poder, como empresario de alto rango que es, comienza a intervenir para exterminar el sueño de Ruby por Oxford. Y así termina el último episodio, Ruby llorando destruida en los brazos de James una vez que ha sido expulsada de Maxton Hall y ha perdido la beca a Oxford.
Mucho se ha hablado de la calidad visual de Maxton Hall, pero lo que realmente sostiene esta segunda temporada —y lo que hace que sus escenas nos atraviesen— es la impecable actuación de Harriet Herbig-Matten y Damian Hardung. Ambos llevan sus personajes a un nivel completamente nuevo: Harriet con esa mezcla de fortaleza y vulnerabilidad que solo una actriz que comprende el dolor puede transmitir; Damian con una interpretación cruda, honesta y emocionalmente arriesgada, capaz de mostrar el derrumbe interior sin recurrir al dramatismo excesivo. Juntos construyen una relación que se siente real, humana, profundamente cerca de quienes la miramos.
Y detrás de ellos, hay un guion que sorprende por su madurez. La serie evita caer en clichés fáciles, en cambio, se atreve a mostrar el duelo, la pérdida, la presión familiar, la lucha por los sueños y la crudeza de crecer en tan solo 6 episodios de alrededor de 45 minutos cada uno. Cada diálogo está pensado para decir algo más que palabras; muchas escenas están cargadas de silencios que hablan, de miradas que sostienen lo que el corazón no se atreve a pronunciar. Y eso es lo que la hace sentir tan real. Me atrevo a decir que Maxton Hall se ha convertido no solo en un éxito juvenil, sino en una historia que toca bríos profundos en espectadores de cualquier edad. Nos recuerda que el amor —el verdadero amor— no es perfecto, ni simple, ni lineal. Ruby y James aún no han terminado de escribir su final, para ello nos queda la tercera temporada ya confirmada y en grabación, que nos deja a los fans con la expectativa de lo que estará por venir.
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