En las últimas semanas, California ha hecho temblar la fragmentada democracia norteamericana, dando muestra de solidaridad a los inmigrantes y oposición al gobierno federal. Contra una serie de medidas y órdenes ejecutivas que mantienen a la sociedad norteamericana bajo una fuerte tensión. El ruido que este importante Estado provoca es porque es uno de los primeros que se suma a una larga lista de ciudades que protestan contra el carácter anti-inconstitucional de decenas de órdenes ejecutivas; así como por el respaldo de su gobernador Gavin Newsom a las marchas y que durante las pasadas elecciones fue uno de los potenciales candidatos a las presidenciales por su desempeño como servidor público.
Ahora, su administración se suma al descontento generalizado que desafía la presidencia de Trump, a detener la avalancha de medidas que se implementa. Porque solo persiguen confundir al imaginario colectivo; al sembrar terror en la ciudadanía e inestabilidad en los mercados internacionales y con los principales aliados comerciales.
Pero en términos generales, ¿qué deberían replantearse demócratas y republicanos en los actuales momentos de cara a las próximas elecciones de medio término y las presidenciales? Sin dudas, la consolidación de una figura emergente y progresista dentro de sus filas, con la fortaleza necesaria para la creación de propuestas que incluyan aspectos que promuevan el bienestar.
El nuevo líder deberá propiciar la justicia social y una transformación económica que reduzca la creciente deuda pública, que actualmente supera los 36,03 billones de dólares, según el Departamento del Tesoro.
Y que bajo este escenario de tensiones, que continuarán por el próximo cuatrienio, deberá trabajarse para impedir el acelerado proceso de desmantelamiento de las instituciones a nivel nacional. La tensión estadounidense debe revolverse con un proyecto de consolidación democrática que retome las riendas de un país que se dirige a un sistema de meritocracia y autoritarismo. Se necesita una figura fresca.
El nuevo líder deberá contar con experiencia en el erario, devolver -en cierta medida- el papel del Estado, como responsable ante los diversos inconvenientes sociales. Con visión crítica y con serio enfoque en los factores estructurales del problema. Creando un clima de bienestar ciudadano.
Pero actualmente, el enfoque de ninguno de los partidos está en devolverle a este país esa condición para la convivencia democrática, motivo por el cual millones de personas venimos aquí a trabajar duro y formar parte de una de las fuerzas laborales de mayor empuje a nivel mundial. Porque aún creemos en la democracia.
Las tensiones seguirán, así como el efecto dominó que ya se ha desatado con cientos de manifestaciones en toda la nación, con exhibiciones de fuerza militar, eliminación de fondos al sector científico, educativo y agrícola; llevando a las personas a vivir bajo la misma incertidumbre que nos animó a salir de nuestros países de origen.
El autoritarismo en su máxima expresión, y aquellos aspectos que han definido esta nación como única, como la igualdad social, la redistribución de riquezas, los derechos humanos y las libertades civiles y una democracia participativa, ya no existen.
Que hasta el mismo (IPC) Índice de Paz Global 2025, ha divulgado “que estamos en el punto de tensión internacional más elevados desde la II Guerra Mundial”, por la sensibilidad entre las naciones. Pero probablemente, luego de que este gobierno termine retorne lo que ha caracterizo a EE. UU: la confianza en las instituciones políticas.
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