En la primera parte de este artículo abordé las enfermedades transmitidas por vectores y por alimentos o agua contaminada, las más frecuentes en el verano. Sin embargo, hay otros grupos de afecciones que también aumentan su incidencia en los meses cálidos y que requieren atención desde la medicina preventiva: las enfermedades de la piel, las infecciones respiratorias no estacionales y ciertas afecciones que afectan a grupos específicos.
Enfermedades de la piel y micosis superficiales
Las altas temperaturas y la humedad aumentan la sudoración y el contacto prolongado con el agua. Estas condiciones favorecen el desarrollo de micosis como las tiñas, el pie de atleta y la candidiasis. Son infecciones por hongos que afectan la piel, uñas y pliegues del cuerpo, especialmente en personas que usan ropa ajustada, calzado cerrado o frecuentan piscinas y playas.
Además, las infecciones bacterianas de la piel como el impétigo, la foliculitis o los forúnculos pueden presentarse con mayor frecuencia debido al uso compartido de toallas, el rascado de picaduras o lesiones por el calor.
Una enfermedad más grave que puede aparecer tras lluvias intensas o inundaciones es la leptospirosis, transmitida por contacto con agua contaminada con orina de ratas. Sus síntomas incluyen fiebre, dolor muscular y, en casos severos, daño hepático o renal.
Para prevenir estas afecciones se recomienda mantener una higiene corporal adecuada, evitar caminar descalzo en zonas húmedas, usar ropa fresca y seca, y evitar el contacto con aguas estancadas. El control de plagas, especialmente roedores, también es fundamental.
Infecciones respiratorias en verano
Aunque más asociadas al invierno, en verano se reportan numerosos casos de infecciones respiratorias debido al uso constante de aire acondicionado y cambios bruscos de temperatura. Las faringitis, laringitis, rinitis y otitis son frecuentes, especialmente en niños y personas que trabajan en ambientes climatizados.
Una infección menos común pero grave es la legionelosis, provocada por la bacteria Legionella pneumophila, que puede proliferar en torres de enfriamiento, sistemas de aire acondicionado o jacuzzis mal higienizados. Produce fiebre, tos y síntomas respiratorios severos.
La prevención incluye la correcta ventilación de los espacios, el mantenimiento periódico de equipos de climatización, y evitar la exposición a ambientes fríos inmediatamente después de haber estado al sol.
Otras enfermedades relevantes
En verano también aumentan las infecciones urinarias, especialmente en mujeres y personas mayores, debido a la deshidratación y a la retención urinaria prolongada.
Asimismo, hay un incremento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), como gonorrea, sífilis y VIH, por el aumento de la actividad recreativa y la relajación de prácticas preventivas durante las vacaciones.
Las medidas preventivas incluyen una buena hidratación y campañas educativas que promuevan relaciones sexuales seguras y responsables.
Conclusión
El verano no es una pausa para la prevención; es una etapa que requiere más atención y vigilancia. Las enfermedades cutáneas, respiratorias y otras infecciones propias de los meses cálidos pueden prevenirse con educación, higiene, seguimiento clínico oportuno y participación activa de la comunidad. Disfrutar del verano en salud es posible si actuamos con conciencia y compromiso.
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