El multilateralismo, entre otras cosas, es un sistema que intenta organizar las relaciones internacionales basadas en la cooperación, el respeto a la soberanía de las naciones y motiva la búsqueda de consenso. Además, promueve un comercio abierto, respeto entre países y la definición de una ética de apoyo compartido.
El mundo se abre a la propuesta que presenta el tríptico de Shanghái. Es un fondo de diálogo que se veía llegar desde las márgenes tropicales. Es evidente que se gestaron, por los lugares de la guerra o los chismes libertinos de Occidente. Yo lo miro con la gracia que se presenta en la iconografía juguetona que supera los frescos pompeyanos.
De verdad que esto no me sorprendió, porque en la política y en el arte siempre existen los suplementos alimenticios, y el arte creativo anuncia siempre esos superlativos que afloran en los telares que se bosquejan, anunciando los nuevos estilos y protocolos políticos que pasan a través de los cuerpos geopolíticos actuales.
Recordemos la obra de Joyce Kozloff que, en los años noventa, irrumpió con sus exuberantes obras que eran patrones de deseos, en donde los amantes exóticos de diferentes etnias disfrutaban, entre varias de sus actividades eróticas, con sus dagas y hachuelas modernas.
Es puro arte, la puesta en escena de la geopolítica. Ellos anunciaron su tecnología de defensa. Ese tríptico rompió el romanticismo alemán y la gallardía de los chicos que me han envuelto en sus sábanas desde que organizaron la primera comuna en París. Este nuevo escenario geopolítico es para nada ilusionista y muy diferente a lo que ha podido pintar Edgar Degas con sus formas naturalistas manipuladas en una superficie estética.
Los nuevos y los viejos poderes de las élites gobernantes son los constructores de la acción, contra los absurdos aranceles y políticas expansionistas hacia otros territorios, algo así como las películas del viejo Oeste.
Ellos, los globalistas occidentales, jugaron a las canicas y contextualizan una cultura política particular que ahora se quiebra. Yo me siento triste y no soy la que comulga con algún bando, ni mucho menos con los autoritarismos que gestaron las guerras. No me apandillo con ningún grupo, sea: BRICS, OTAN, ni cuento con la astucia del Chapulín Colorado. En verdad, se rompieron esos viejos códigos que conformaron la estructura pre-gonadal indiferenciada, la cual creó los testículos y ovarios de Occidente.
En ese juego de poder se mueve una imaginería y estilo de las más dignas pasarelas. Utilizaron una buena figura estética, desde faldeta postmoderna, a la famosa alfombra roja. En su nueva alianza, afianzaron y se agarraron con la firma de un gasoducto con alta energía creativa que dejará fabulosos dividendos económicos y políticos, entre otros. Este proyecto no es nuevo. Las fuerzas de los occidentales reconocen muy bien que son estrategias del viejo sistema instrumental jurídico de la guerra fría. Es un fortísimo machacón del dedo gordo, para los realismos políticos occidentales.
Yo pienso que volvimos a la historia de la caída. Es la vieja escisión a la que se refiere Hegel, un filósofo que me da náusea, mareo y angustia. Yo siempre he deseado: que Hegel se equivoque; y que La Fenomenología del Espíritu sea una falacia. Me encantan las múltiples posibilidades, pero la geriatría masculina que gobierna el mundo está apandillada con la trifulca de la desigualdad final. Tal parece que los hegelianos tenían razonables argumentos para predecir el futuro.
En lo personal, no quiero asumir la desigualdad final. Pero parece que ese pleito se va a dar. Yo quiero mandar a callar a Lacan, porque teóricamente anunció este desastre: “la ausencia del sujeto es la ausencia del otro”.
Esto me lleva a pensar: ¿Desaparece el individuo? Eso plantea la propuesta de la desigualdad de la sustancia con toda la fragmentación que se presenta. En término geopolítico, esto será peor que la trifulca entre el yo y la sustancia.
No quiero aceptar la descomposición de las democracias liberales; siempre la miré como un refugio para empujar una nueva humanidad, apoyada en la colectividad. Entiendo que lo que se va a empujar e imponer son los nuevos nacionalismos fascistas. Se vuelve a retomar la guerra, con sus aplaudidos misiles nucleares o las cruzadas totalitarias que llevaron al siglo XX a dos terribles guerras.
Nunca apoyé ningún bloque, siempre pensé en el consenso global, en vez de fraccionamientos. Ellos no le temen a sus propias hachas, ni dardos envenenados con su tecnología de muerte. ¿En qué se convertirá el sujeto epistémico?
De verdad que las fotografías fueron estupendas, al igual que los instrumentales publicitarios de hacer desaparecer al señor de las manos lastimadas, para que pareciera que la biología es la culpable, mientras se analizaba el cruce de camino sideral de una economía de aranceles que no encuentra salida. En realidad, imaginé que era un sabañón por una exposición al frío de Groenlandia.
En el juego geopolítico, se pasaron de la rayita del trúcamelo y los otros no actuaron discretamente, no aceptaron sus aranceles y sacaron sus manzanas doradas con un largo gasoducto.
El detalle es que, bajo el espíritu de la época, han realizado una elección moral y económica que impulsa nuevos poderes en lo que Europa y Estados Unidos no podrán usar sus almohadillas, ni utilizar los intereses corporativos, a partir de narrativas políticas que subliman la experiencia interior. Este lienzo tríptico tiene una alianza fortísima. No será un viejo pugilato entre fronteras del Sur Global y el Norte Global.
Es un modelo híbrido de poder que usa alta tecnología, basada en la inteligencia artificial y tiene un ojo que siempre observa por todos los medios de comunicación digital. Ellos, ahora mismo, son invencibles, si llegan a usar todos sus armamentos. Lo dejaron claro en la pinacoteca del mundo. Creo que, del lado americano, calibran la situación, pero saben muy bien que se agudizaron los pugilatos geopolíticos.
Ellos y todos los que creen en el poder del mercado, son los que asumen que es necesaria una economía sostenida en el petróleo, en el crecimiento económico, en los servicios de la guerra y las bondades de la tecnología. Creen que la neurociencia, la genética y la sociobiología les da la base científica para definir la sangre, la competencia y el territorio como un solo cuerpo, algo así como una maquinaria pensante.
Los nuevos y los viejos poderes de las élites gobernantes son los constructores de la acción, contra los absurdos aranceles y políticas expansionistas hacia otros territorios, algo así como las películas del viejo Oeste.
Yo observo el presente como la triste historia del retrato de Dorian Gray. Cada bloque o grupo se mira en un cuerpo/territorio que ya se apropia de la fuerza de lo empírico, bajo un episteme de verdades absolutas, las cuales son bien elaboradas con sus nuevas tecnologías de puntas y claro, apoyadas en la fuerza de las armas.
Es un pequeño grupo de aquí, de allá y acullá, el cual ya tomó una decisión inconsciente, la llamada “posición del yo”. Esa que simboliza la gran caída que separa todos los órdenes y los lleva a la triste realidad del vacío terrícola, la de suponer que garantizarán la vida humana a través del poder humano. Un poder sin vínculo con la singularidad de Dios y de la colectividad. Ojalá se equivoque Hegel y yo pueda seguir contemplando los retratos de Deborah Kass.
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