En pleno corazón de la capital dominicana yace un terreno vacío. Para quien pasa sin saber, parece solo otro solar urbano: sin muros, sin techos, sin estructuras. Apenas una plancha de concreto castigada por el sol. Pero, para quienes conocen la historia, este espacio pesa. Duele. Guarda un eco imposible de ignorar.
Allí colapsó el techo de la emblemática discoteca Jet Set, ícono del entretenimiento nocturno dominicano, donde en cuestión de minutos perdieron la vida más de 230 personas. Lo que fue un lugar de alegría, juventud y celebración, se transformó en uno de los capítulos más trágicos de nuestra historia reciente. Una herida abierta, no solo para las familias, sino para todo el tejido social del país.
El dilema del vacío
Como arquitecta y planificadora urbana, no puedo mirar este terreno simplemente como un espacio disponible para la próxima construcción. Me enfrento a una paradoja ética y profesional: ¿cómo se planifica sobre un vacío lleno de ausencias?
Este no es un lote más. Es un sitio herido, una falla urbana que evidencia cómo la ciudad —y sus sistemas— le fallaron a su gente. No se trata solo de un error estructural; fue, también, un colapso de la ética, de la conciencia, de la supervisión y la responsabilidad. Cada centímetro de este suelo está cargado de preguntas sin respuesta, de luto, de historias interrumpidas.
La urgencia de escuchar el silencio
Como profesionales del espacio público, nuestro primer deber aquí no es construir, sino detenernos a escuchar ese silencio. La memoria colectiva necesita un lugar digno para sostener su duelo. Necesita un espacio para llorar, reflexionar y aprender.
Por eso, propongo transformar este vacío en un memorial urbano. Un espacio que no borre el dolor, sino que dialogue con él. Un sitio que permanezca como memoria viva. Un recordatorio tangible de lo que nunca más debe repetirse.
Propuestas para un memorial con sentido:
- Plaza de luz
Un espacio abierto al cielo, donde se erigirían 233 pilares de luz —uno por cada víctima— que se encenderían al caer la noche. La silueta de la antigua discoteca quedaría marcada en el pavimento con materiales distintos, evocando la estructura original.
- Sendero de voces
Un recorrido peatonal curvo con estaciones de audio activadas por sensores de movimiento, donde se escucharían nombres, historias y mensajes de familiares. Cada estación incluiría un pequeño jardín con plantas nativas, como símbolo de que la vida continúa.
- Pabellón de la memoria
Una estructura liviana y sostenible, pensada como espacio para exposiciones, actividades educativas, encuentros comunitarios y actos de recuerdo. Incluiría un archivo digital interactivo con testimonios y documentación que promueva la transparencia y el aprendizaje.
- Jardín de reflexión
Un espacio natural, sereno, con árboles frondosos y bancos de piedra. Cada árbol estaría dedicado a una víctima, con una placa con su nombre. Aquí, la arquitectura se retira para dar paso a la introspección y el recogimiento.
Sembrar memoria, construir conciencia
Un memorial no solo honra a los que partieron: educa, transforma, moviliza. Este espacio podría convertirse en un punto de encuentro para la comunidad, para estudiantes, visitantes y sobrevivientes. Hoy, de manera espontánea y desordenada, ya lo es.
La ciudad no puede seguir creciendo ignorando los lugares donde la vida fue interrumpida de forma tan brutal. La planificación urbana no debe ser solo técnica. Debe ser, sobre todo, profundamente humana.
Donde hubo muerte, sembremos memoria.
Donde hubo omisión, construyamos conciencia.
Donde hubo silencio, levantemos una voz colectiva.
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