El Ministerio de Educación de la República Dominicana ha anunciado la inclusión de la asignatura Moral y Cívica en los planes de estudio del próximo año lectivo 2025-2026, satisfaciendo una demanda de muchos opinadores de la sociedad dominicana preocupados por la formación ética de la ciudadanía. (https://www.diariolibre.com/actualidad/educacion/2025/06/10/asignatura-moral-y-civica-sera-incluida-para-el-ano-escolar-2025-2056/3145210).
A priori, la incorporación de una asignatura de carácter humanístico en la educación escolar es saludable tomando en cuenta la necesidad de crear espacios para el debate crítico y la reflexión dialógica en nuestra sociedad, así como la urgencia de frenar la marginación generalizada de las disciplinas humanísticas en los planes escolares y universitarios.
Lo dicho anteriormente, no excluye recordar que la incorporación de una materia formativa no basta para concretizar el propósito educativo, sobre todo, cuando se trata de una asignatura de naturaleza práctica. La comprensión de este aspecto epistemológico es el primer escollo que debemos vencer si se quiere contribuir desde las aulas con la formación del carácter ciudadano.
A diferencia de las asignaturas teóricas -como Historia de la Filosofía, Gramática o Historia de la Cultura- que conllevan el objetivo de transmitir unos contenidos a través de un lenguaje explícito asimilables en un período corto de tiempo (un cuatrimestre, un año escolar), las asignaturas prácticas -como Ética y Educación ciudadana- no tienen el fin de enseñar unos contenidos, sino de modelar un comportamiento.
La conformación de una conducta no se realiza de manera rápida, implica, como señala Aristóteles, la asimilación de unos hábitos adquiridos con el tiempo en el ejercicio mismo de la vida. En este sentido, la ética no es enseñable.
Lo que si pueden enseñarse son reglas, normas o preceptos. Precisamente, la enseñanza moral en nuestro país ha sido un revoltijo de preceptos sobre moralidad, derecho, reglas de cortesía y hasta mojigatería.
Una asignatura de Moral y Cívica con auténtico espíritu ético no es un espacio de sermones, sino un ámbito dialogante y reflexivo sobre los fundamentos de nuestras acciones en el espacio público.
En una sociedad democrática, el fin de una asignatura semejante es servir de territorio para la construcción de un proyecto de ciudadanía democrática. Y no olvidemos que dicha materia debe estar vinculada con un entorno social inclusivo, formador y reforzador de hábitos de pensamiento dirigidos al bien común. Si no hay voluntad política para corregir la exclusión social, el discurso de odio, el clientelismo, la normativización de la corrupción y la impunidad, la enseñanza de la Moral y Cívica se convierte en un acto de cinismo.
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