Una sociedad fracturada

Entre 1791 y 1804, los trece años de convulsión  de Saint Domingue, la sociedad había quedado totalmente agrietada: en la cúspide se hallaba la élite: les grands blancs, plantadores inmensamente ricos; algunos vivían en París, los llamados señores de Saint Domingue, cuya ambición era romper con el monopolio  comercial francés, atraídos por el ejemplo de Estados Unidos;   los petits blancs, el segundo grupo,  eran los artesanos,  capataces, tenderos, los comerciantes, la burocracia. Constituían  la mayoría de los blancos; competían por el trabajo  directamente con la población libres de color:  les affranchis de donde resulta el odio  y el racismo que le profesaban. Pero se hallaban igualmente en contradiccion con los grands blancs, que , a su vez, se hallaban divididos entre los plantadores de las llanuras de azúcar y los cafetaleros de las montañas.  Y, en medio de este rifirrafe  se hallaban  La gente libre de color que tenían tierras, negocios, inclusos esclavos. Algunos amasaron fortunas considerables.  Pero a todos se les prohibía ser miembros de las asambleas parlamentarias, de ejercer ciertas profesiones; se les impusieron  normas humillantes de cómo vestir y de dónde sentarse en el teatro. Los mártires  de la gente libre de color encabezaron una sublevacion dirigida por Vicent Ogé, un rico propietario mulato que había estudiado en París, y Jean Baptiste Chavannes, un mulato que participó en la guerra de independencia de Estados Unidos. Ambos fueron brutalmente masacrados .

La sociedad estaba rota:  Los plantadores blancos se dividieron entre los que, aún leales a la monarquía, buscaban el auxilio británico, y los que, imbuidos del espíritu republicano, aceptaban la autoridad de París. Entre ambos extremos, los mulatos libres, resentidos por las leyes de segregación racial, reclamaban su lugar en el poder de la colonia. Debajo de  este  estado de guerra civil en la población de Saint Domingue, se hallaba medio millón de esclavos, cuyas  reivindicaciones era obtener un día libre, la posibilidad de la eliminación de las durezas del trabajo. Este es el ambiente que existía en la colonia de Saint Domingue, poco antes de la introducción del ideario disolvente de la Revolución Francesa.   En su extraordinaria tesis doctoral, sustentada en la Universidad de York, Inglaterra, en noviembre de 1978 , The British occupation of Saint Domingue 1793-1798 , David J. Geggus hace una radiografía de la fragmentación que había dado pábulo a la intervencion británica.

Los propósitos de la pérfidda Albión  eran múltiples: preservar la seguridad de Jamaica frente al contagio de la insurrección, arrebatar a Francia su más rica posesión americana y asegurar el control de rutas y mercados que alimentaban su hegemonía naval y mercantil. El Plan Whitehall, formulado con los colonos monárquicos le reservaba el mantenimiento del staquo quo entre los grupos de la colonia, le reservaba prioridad en el comercio a Inglaterra y lealtad a la monarquia inglesa de Jorge III, y aceptaban que en Saint Domingue se mantuviese preferentemente la religión católica.

El desembarco británico, de 1793,  no se limitó a una operación de saqueo o presión militar. Londres, con la pretensión de instaurar un orden duradero, confió el mando de la colonia ocupada a Adam Williamson, investido con las prerrogativas de un gobernador. Desde allí, los ingleses administraron puertos, reorganizaron el comercio y tejieron alianzas con los hacendados monárquicos, prometiéndoles estabilidad y protección frente al caos republicano. Sin embargo, este dominio no abarcaba la totalidad del territorio.

Saint-Domingue quedó, así, parcelada en tres espacios de soberanía incierta: la parte oriental, bajo el pabellón español; el norte y algunas ciudades costeras, bajo la disciplina británica; y vastas zonas del interior, en manos de los republicanos franceses y de las fuerzas insurgentes afrodescendientes, encabezadas  por Biassou y Jean Francois.

El 2 de febrero de 1793 , Francia declaró la guerra a Gran Bretaña.Esta declaración ocurrió en el contexto de la Revolución Francesa, después de que la República Francesa fuera proclamada y el rey Luis XVI ejecutado el 21 de enero de 1793. Las noticias del inicio de la guerra llegaron al Caribe en la primavera de ese año.

Georges Biassou, Jean Francois Papillon, los capitanes del alzamiento de esclavos de la llanura del norte, y su lugarteniente Toussaint Louverture se pusieron bajo palio del rey de España; formaron las milicias de  los negros auxiliares. Toussaint Louverture, el Fatras Baton, como era conocido en vista de su escasa corpulencia: bajetón y enclenque. Era un  hombre tornadizo en sus decisiones, le dio las espaldas a España, tan pronto Felicité Sonthonax proclamó  la emancipacion de los esclavos y volvio a seno del poder frances, donde fue investido como gobernador. Sus milicias se volcaron entonces contra sus antiguos aliados monárquicos: España e Inglaterra.

La ambición y el desastre

Los ingleses lograron controlar Puerto Príncipe, Jeremie, La Mole Saint Nicholas, Turgeau.  Implantaron un gobierno que duró cinco años. Pero la gloria británica fue efímera. La colonia de Saint Domingue , devoradora de ejércitos, hizo pesar sobre ellos el mismo infortunio que luego abatiría a las tropas francesas. El clima tropical, las enfermedades —especialmente la fiebre amarilla— y la resistencia organizada por los partidarios de la República, desgastaron las filas inglesas hasta el colapso. El experimento colonial de Williamson se transformó en un fardo insoportable para el tesoro británico y en una tumba insondable  para miles de soldados.

La implacable realidad antillana redujo a la mínima expresión las ambiciones iniciales de  Inglaterra . En los cinco años de ocupación murieron poco menos de 13.000 soldados británicos, y probablemente no más de 20.000 hombres quedaron perdidos entre el ejército y la armada (incluyendo muertos, dados de baja o desertados). Una auténtica catástrofe.

La mortalidad total durante toda la ocupación fue de alrededor del 62%.La principal causa de muerte fue la enfermedad, especialmente la fiebre amarilla, la cual diezmó las tropas británicas. Por ejemplo, en ocho meses de actividad mínima, el ejército británico perdió apenas 50 hombres en combate, pero la mortalidad por fiebre amarilla fue altísima. Los regimientos sufrieron pérdidas masivas: los Royals y el 49º Regimiento de Infantería perdieron alrededor del 45% de sus hombres en su primer año, mientras que otros como el 23º, 41º, 96º y 130º perdieron una proporción similar en solo tres meses.

1.920 marineros de la Estación de Jamaica murieron en los hospitales navales de Port Royal durante la ocupación.

En los últimos tiempos de la intervención, los ingleses se vieron obligados a reclutar a los propios esclavos negros, prometiéndoles la libertad, y crearon los cuerpos de auxiliares negros, les chasseurs, para combatir hasta el último aliento. Sin embargo, al perder los apoyos de los grands blancs  y de la gente libre de color, y al estar completamente estragados, disminuidos por la fiebre amarilla, tuvieron que rendirse y abandonar sus propósitos. En el aspecto financiero, la expedición a Saint Domingue fue uno de los mayores desastres para la Corona inglesa.

La ocupación le costó a Gran Bretaña más de £4.3 millones. El fracaso de la intervención británica fue tan significativo que Sir John Fortescue afirmó que "el secreto de la impotencia de Inglaterra durante los primeros seis años de la guerra puede decirse que reside en las dos palabras fatales: Saint Domingue".

El Bloqueo Británico de 1803 y la Ruina Francesa en Saint-Domingue 

El episodio final de la dominación francesa en Saint-Domingue estuvo marcado por la intervención decisiva de la Royal Navy, cuyo bloqueo —del 18 de junio al 6 de diciembre de 1803— selló la suerte de la colonia y precipitó el nacimiento de Haití como nación independiente. No fue una acción aislada, sino la culminación de una política sostenida de contención y estrangulamiento económico aplicada por Gran Bretaña desde finales del siglo XVIII.

  1. Medidas y efectos del bloqueo
    1. Aislamiento marítimo absoluto: Escuadrones enviados desde Jamaica cortaron toda comunicación francesa, capturando o destruyendo buques de guerra y naves de suministro.
    2. Capturas navales significativas:
      • Corbeta Mignonne (16 cañones) y fragata Créole (40 cañones) tomadas cerca de Môle-Saint-Nicolás.
      • Navío de línea Duquesne (74 cañones) interceptado al intentar romper el bloqueo desde Cap Français.
      • Fragata HMS Blanche capturando goleta de suministros frente a Cap Français.
      • 850 soldados franceses y varias embarcaciones apresados en Saint-Marc.
      • Tres fragatas (Surveillante, Vertu, Clorinde) y mercantes con refugiados capturados por el escuadrón de Loring.
      • El general Louis de Noailles muerto al ser interceptado en fuga marítima.
    3. Restricción absoluta al cabotaje local: Prohibición a los buques haitianos de navegar más allá de 25 km de la costa, con incautación inmediata por cruceros británicos.
    4. Monopolio comercial británico-estadounidense: Toussaint Louverture se vio obligado a aceptar que toda importación y exportación dependiera de naves de estas potencias, haciendo a la colonia dependiente de suministros externos.

II-Consecuencias para las fuerzas francesas

  1. Hambruna y agotamiento: Las guarniciones en Cap Français y Môle-Saint-Nicolás quedaron reducidas a la inanición a finales de noviembre, por falta de avituallamiento.
  2. Pérdidas masivas por fiebre amarilla: Más de 30.000 tropas francesas perecieron desde la expedición de Leclerc en 1802, incluida la muerte del propio general.
  3. Confinamiento militar: Bajo el mando de Rochambeau, las fuerzas francesas quedaron limitadas a pocas plazas fortificadas sin capacidad ofensiva.
  4. Fracaso estratégico: La derrota selló el abandono de las ambiciones imperiales de Napoleón en América y condujo a la venta de Luisiana a Estados Unidos.

III. Impacto más allá de Saint-Domingue

  1. Potencias esclavistas: Gran Bretaña y EE. UU., aunque victoriosas frente a Francia, temían la expansión del ejemplo haitiano y buscaron controlar la difusión de ideas revolucionarias.
  2. Colonos franceses exiliados: Los grand blancs refugiados en Jamaica vieron frustrada la restauración del régimen de plantaciones.
  3. Esclavos y ex esclavos haitianos: Convertidos en marinos y emisarios, alentaron sublevaciones y difundieron propaganda revolucionaria en puertos caribeños e hispanoamericanos.
    1. III-Significación histórica

El bloqueo de 1803 fue la maniobra final que unió a la flota británica con las fuerzas haitianas para expulsar a Francia de la colonia. La rendición de las tropas francesas en la ciudad de El Cabo se produjo ante el comodoro Loring y ante el inmenso poder de las cañoneras británicas. Nadie  pudo preveer lo que iba a ocurrir. Nadie imaginó que los vencedores de las batallas  de las tropas británicas en Saint Domingue  iban a ser la fiebre amarilla y la malaria que diezmaron a más de 90% de  las tropas.

Con el bloqueo de los puertos de Saint Domingue, sometido a los estragos del hambre, la única opción ofrecida al general Donatien Rochambeau fue la rendición ante las tropas britanicas del general Loring y lo propio hicieron las tropas del general Louis de Noailles en la Mole de Saint Nicholas. En la noche del 30 de noviembre de 1803, 8.000 soldados franceses y cientos de civiles blancos abordaron los barcos británicos para ser evacuados. La Royal Navy ahogó con la arrogancia de sus cañones los últimos focos de resistencia. Inglaterra fue decisiva en la declaración de Independencia de Saint Domingue, y en la proclamación del Estado de Haiti, el 1 de enero de 1804.

Fue así como los británicos, que habían desembarcado en Saint-Domingue con la devoción calculada de preservar el orden esclavista y la monarquía, terminaron, sin proponérselo, arrojando las llaves de la libertad a manos de quienes pretendían encadenar. Era una paradoja digna de los caprichos de la historia: mientras creían construir un dique contra la marea revolucionaria, cavaban el cauce por donde correría desbocada. Hicieron el esfuerzo de apoderarse de la joya más codiciada del Caribe y acabaron coronando, como en una burla del destino, la independencia de los esclavos. Tal vez Marx tenía razón cuando dijo que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su antojo ni tienen conciencia de sus resultados: los británicos escribieron la suya con pluma de hierro y tinta de pólvora, y al final el azar, la fiebre amarilla  y la insurrección se sentaron a firmar por ellos.

Referencias bibliográficas

 BARALT, L. G. (1878). Historia de la Isla de Santo Domingo. Santo Domingo: Imprenta Nacional.

DUBOIS, L. (2004). Avengers of the New World: The Story of the Haitian Revolution. Cambridge, MA: Harvard University Press.  Fick, C. E. (1990). The Making of Haiti: The Saint Domingue Revolution from BELOW. Knoxville: University of Tennessee Press.

GEGGUS, D. P. (1982). Slavery, War, and Revolution: The British Occupation of Saint Domingue, 1793-1798. Oxford: Clarendon Press.

GEGGUS, D. P. (1997). “The Major Port Towns of Saint Domingue in the Later Eighteenth Century.” In Atlantic Port Cities: Economy, Culture, and Society in the Atlantic World, 1650-1850. Knoxville: University of Tennessee Press.

—– (1978) The British occupation of Saint Domingue 1793-1798

JAMES, C. L. R. (1989). The Black Jacobins. New York: V

 

Manuel Núñez Asencio

Lingüista

Lingüista, educador y escritor. Miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. Licenciado en Lingüística y Literatura por la Universidad de París VIII y máster en Lingüística Aplicada y Literatura General en la Universidad de París VIII, realizó estudios de doctorado en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua (FLE) en la Universidad de Antilles-Guyane. Ha sido profesor de Lengua y Literatura en la Universidad Tecnológica de Santiago y en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, y de Lingüística Aplicada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue director del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad Tecnológica de Santiago y fue director del Departamento de Español de la Universidad APEC. Autor de numerosos textos de enseñanza de la literatura y la lengua española, tanto en la editorial Susaeta como en la editorial Santillana, en la que fue director de Lengua Española durante un largo periodo y responsable de toda la serie del bachillerato, así como autor de las colecciones Lengua Española y Español, y director de las colecciones de lectura, las guías de los profesores y una colección de ortografía para educación básica. Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Ensayo de 1990 por la obra El ocaso de la nación dominicana, título que, en segunda edición ampliada y corregida, recibió también el Premio de Libro del Año de la Feria Internacional del Libro (Premio E. León Jimenes) de 2001, y el Premio Nacional de Ensayo por Peña Batlle en la era de Trujillo en 2008.

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