Las comunidades al pie del procurrente Barahona, en el extremo suroeste dominicano, esperaban lo peor.
La Oficina Nacional de Meteorología alertaba sobre el poderoso David, un huracán sin precedentes, y mandaba a resguardarse.
En el municipio Pedernales, a 307 kilómetros de la capital, pegado de Anse -a- Pitre, Haití, la única emisora existente, Radio Pedernales (1972), había puesto su señal al servicio de los organismos de socorro. Los locutores se integraron voluntariamente. Siguiendo a las autoridades, orientaban sobre refugios.
Desde media mañana la atmósfera estaba inquieta. Grandes nubes oscuras revoloteaban; arriba había un hervidero inusual, un pulso con el sol que forzaba por filtrar sus rayos de luz. Pero llegó una calma inesperada, los árboles lucían dormidos, ni una hoja se movía. Los voluntarios recorrían el pueblo orientando y apoyando a la gente en lo posible. No faltaban los ignorantes que ironizaran: ¡Qué ciclón ni qué ciclón! ¡Mira, que ni una hojita se mueve!
Decenas de creyentes se agolparon en la parroquia Nuestra Señora de la Altagracia, en la Duarte esquina Libertad. La veían como una edificación doblemente segura: un refugio de cemento y la casa Dios y la virgen. De rodillas, oraban sin cesar y clamaban protección ante las figuras de Cristo crucificado y la virgen María o Nuestra Señora de la Altagracia.
El párroco Julio Acosta (Julín) era visto como un cura sui generis, diferente a la rutina, a esos líderes religiosos que se agotan en la sotana y en la Biblia entre las cuatro paredes de la iglesia. Este hombre flaco, taciturno, siempre con voz baja, en la calle era lo menos parecido a la imagen tradicional del padre. No paraba de trabajar con la gente.
Con su eterno pantalón kaki, si no, de “ble”, camisa de cuadritos, manga corta, calzado con soleta y con macuto al hombro, se incrustaban en los resquicios de las comunidades más empobrecidas, ya en la loma, ya en los barrios y hasta en Anse -a- Pitre, Haití, para predicar con acciones solidarias.
Pero no estaba en la parroquia la mañana en que la sala de misas se atestó de creyentes que buscaban consolación.
Cuando preguntaron por él, alguien contestó que “anda por la loma en su misión, pero viene de camino”.
Y así fue. En media hora, entraba por la puerta principal que da a la Duarte, calle central del municipio.
Seguido, sin mediar palabras, un tropel de personas se abalanzó sobre el sacerdote. En la confusión, expresaban sus temores y le pedían que intercediera para que el fenómeno no impactara al pueblo.
Sin ambages, con pasmosa calma, Julín advirtió: “Hermanas, hermanos, hay que cuidarse; por el hecho de que estemos en la casa de Dios, no significa que no se vaya a caer.
David había multiplicado sus fuerzas hasta categoría 5, sin precedentes. El local de la parroquia fue construido a mediados de los años 50 por el gobierno presidido por el tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina.
El paso del ciclón Inés del 29 de septiembre de 1966 aún estaba vivo en la memoria del pueblo. Fue brutal. Halló mucha vulnerabilidad social, y la ahondó. Azoló al pueblito Oviedo en la ribera de la laguna, tanto que el gobierno de Balaguer lo reubicó tras la decisión de la reconstrucción. En Pedernales batió casas de madera y zinc, arruinó el edificio de oficinas públicas y dejó decenas de personas en refugios y más empobrecidas.
David, a última hora, cambió súbitamente su rumbo. Las condiciones del tiempo lo obligaron a girar hacia la provincia San Cristóbal, 24 kilómetros al suroeste del Distrito Nacional, y seguir hacia el noroeste.
Según la información científica del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, el fenómeno hidrometeorológico se había formado el 25 de agosto de 1979 como depresión tropical a partir de una perturbación en islas de Cabo Verde, África, y se encontraba a a 1,400 kilómetros.
Al día siguiente, evolucionó a tormenta y se le asignó el nombre para el cuarto ciclón de la temporada correspondiente a la lista elaborada alfabéticamente y por géneros alternados, por la Organización Meteorológica Mundial (OMT).
El 26 de agosto ya era huracán categoría 1 (vientos entre 119-153 Km/h).
Y el 31 de agosto, David entraba por el centro de la isla La Española con categoría 5 (280 Km/h) en la escala Saffir-Simpson. Ha sido considerado como el único huracán que ha tocado estas tierras con esa velocidad de vientos.
Cuentan que el padre Julín anda por predios de Barahona, donde es muy querido, sigue siendo humilde, muy estudioso (políglota) y fiel a las políticas de la Iglesia católica, pero siempre con los pies sobre la tierra.
Un cura que nunca atribuye a castigo de Dios la ocurrencia de “desastres naturales”, ni mucho menos las responsabilidades propias de los terrícolas sobre la perpetuación de la pobreza y la falta de una cultura de prevención generadora de las tragedias y las crisis humanitarias.
Compartir esta nota