
El imaginario colectivo de los Estados Unidos, la tierra del libre y del bravo, quedó resentido gravemente a partir de la entrada en escena de los grandes escritores negros a la literatura y muy en especial debido a la irrupción de Richard Wright y de otro portento de las letras usamericanas: Ralf Ellison, el autor de «El hombre invisible».
La publicación de las obras de Richard Wright provocó una fuerte sacudida. No era el libro de un hombre blanco sobre los nativos americanos («El último de los Mohicanos») ni la novela maternalista de una mujer blanca sobre un esclavo fugitivo («La Cabaña del tío Tom»): eran novelas de un negro que contaba y sangraba su historia. La tierra del bravo y del libre era para los negros la tierra de los oprimidos, el país del racismo, de la intolerancia y del hambre, del Ku Klux Klan. Todo el país se había construido sobre la base de la explotación inmisericorde de los negros, no solo durante la esclavitud sino incluso después de la llamada emancipación, pero los negros seguían siendo tratados como bestias. La patria del bravo y del libre solo era posible si el negro no contaba como gente. Era un espejismo.
Richard Wright se había establecido en Chicago en 1935, donde sufrió amargas vicisitudes, hasta que encontró, quizás por primera vez, un trabajo digno en el «Federal Writers’ Project», una institución del gobierno que ofrecía empleo a escritores durante la gran crisis. Ahora, por vez primera, le pagaban por hacer lo que le gustaba hacer. En esa misma época se afilió al Partido Comunista, con el que terminaría rompiendo en malos términos al cabo de pocos años. Lo importante es que en 1938 publicó su primer libro, un libro de cuentos, «Los hijos del tío Tom», que recogía historias de linchamientos y otros abusos. Mucho más importante fue la aparición de «Hijo de esta tierra» o «Hijo nativo» (1940) y «Muchacho negro» (1945). Después publicaría «El extraño» (1953), «¡Escucha, hombre blanco!» (1957), «El largo sueño» (1958) y varias coleccciones de valiosos relatos sobre sus múltiples andanzas por España (una descripción desangelada de la vida en la España de los años cincuenta), Africa y Asia.
La aparición de «Hijo de esta tierra» representa un hito en la historia de la literatura usamericana, un punto de inflexión. El libro circuló de una manera escandalosa, se convirtió en un tremendo éxito y ganaba cada día una mayor audiencia. Más de doscientos mil ejemplares se vendieron en las primeras semanas, se lo comparó con la celebrada «Viñas de ira» de John Steinbeck. Richard Wright fue catalogado como el mejor escritor negro de los Estados Unidos (el «padre de la literatura afroamericana») y se volvió también el más rico. La obra fue llevada al cine y al teatro.
Dijo Irving Howe, un escritor judío estadunidense, crítico literario y político de izquierdas: «El día que apareció ‘Hijo Nativo’ la cultura estadounidense cambió para siempre. Por mucho que el libro necesitara aclaraciones posteriores, imposibilitó la repetición de las viejas mentiras. Con toda su crudeza, melodrama y claustrofobia, la novela de Richard Wright sacó a la luz, como nadie antes, el odio, el miedo y la violencia que han paralizado y podrían destruir nuestra cultura.
»Un golpe al hombre blanco, la novela lo obligó a reconocerse como opresor. Un golpe al hombre negro, la novela lo obligó a reconocer el precio de su sumisión. ‘Hijo nativo’ atacó las vanidades estadounidenses más preciadas: la esperanza de que la injusticia acumulada del pasado no traería consigo castigos duraderos, la fantasía de que, en su humillación, el negro conservaba de alguna manera una potencia sexual —¿o era una bondad infantil?— que obligaba a envidiarlo y, aún más, a reprimirlo. Hablando desde la ira negra del castigo, Wright insistió en que la historia puede ser un castigo. Nos dijo lo único que incluso los blancos más liberales preferían no oír: que los negros estaban lejos de ser pacientes o indulgentes, que estaban marcados por el miedo, que odiaban cada momento de su represión incluso cuando parecían más quietos, y que con bastante frecuencia nos odiaban a nosotros, los hombres blancos decentes y cultos que, por complicidad o negligencia, compartíamos la responsabilidad de su difícil situación». (Irving Howe, «Black Boys and Native Sons», share.google/
«Hijo de esta tierra» es una novela violenta, controversial, transgresora, que dio origen a polémicas, rencillas y rompimientos entre intelectuales blancos, pero también negros. Cuenta la historia de Bigger Thomas, un joven negro de apenas veinte años años que se convierte en asesino y no cualquier asesino. Un asesino brutal: el producto de una vida moldeada en la pobreza, en la violencia barrial y el racismo. Bigger Thomas, sugiere la novela de Richard Wright, es hijo de un sistema opresivo. «El ser social determina la conciencia social», como decía Carlos Marx, y Bigger Thomas es eso: una aberración, un producto directo de la opresión que domina y modela el mundo del hijo negro nativo. Es un Frankenstein construido con retazos de oprobio, de la más oprobiosa condición. El hijo nativo es un hijo del sistema opresivo. La historia que cuenta el libro trastornó de alguna manera las difíciles relaciones raciales en Estados Unidos. El imaginario colectivo sin duda se fracturó. Otra visión del país empezaba a surgir.
Paradójicamente, un conocido intelectual negro llamado James Baldwin, que con anterioridad había celebrado la novela como una obra liberadora y reveladora, acusó al autor de haber creado un personaje simplón, una especie de cliché, un monstruo sin humanidad. A juicio de Baldwin (como dice en un conocido texto titulado «La novela de protesta de todos»), Richard Wright perpetuaba estereotipos y trataba muy superficialmente el tema de la identidad negra. Bigger Thomas sería un descendiente del Tío Tom. El libro no describe una realidad compleja, sino una realidad unidimensional. Todo se reduce un poco a novela de protesta y quizás panfletaria… El juicio, en verdad, parece exagerado, no le hace justicia ni al autor ni a su obra.
Baldwin era por cierto un protegido de Richard Wright, mucho menor que él, y la amistad nunca se recuperó. En un memorable encuentro en la memorable ciudad de París, Richard Wright intentó cobrarse la filípica a puñetazos.
Aparte de anécdotas y polémicas, lo cierto es que las obras de Richard Wright amenazaron el orden simbólico de la sociedad, alteraron el equilibrio y causaron alarma en los organismos de seguridad. Richard Wright no saldría mientras vivió de la lista negra ni de la lista roja y estuvo siempre acosado por el FBI, la CIA y el Comité de Actividades Antinorteamericanas.
A pesar de sus múltiples reconocimientos algún día se hartaría del racismo y el segregacionismo y se marcharía junto a su esposa y su hija a Francia, a París de Francia. Allí fue acogido por algunos de los más notables escritores de la su época. Pero no todo en aquel exilio fue color de rosa.
Sin embargo, como él mismo diría en alguna ocasión, en Francia pudo por primera vez ser escritor y ser negro. En París moriría y lo enterrarían.
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