Más allá de su indiscutible valor en dar a conocer los aportes de la inmigración italiana, El legado italiano en la República Dominicana: historia, arquitectura, economía, sociedad (2021) evidencia un alcance mucho más amplio: destacar la historia del capitalismo dominicano que empezó a consolidarse a finales del siglo XIX de la mano de figuras emblemáticas de origen italiano.

Aunque el editor, Andrea Canepari, privilegia el marco de la historia socioeconómica, El legado italiano en la República Dominicana revela también una minuciosa atención a la historia cultural. Esta combinación hace que muchos de sus cuarenta y siete capítulos resulten esclarecedores y, en ocasiones, sorprendentes.

El ensayo de Frank Moya Pons que abre la colección es el mejor ejemplo de esta alquimia. Moya Pons hace gala de un alucinante malabarismo retórico para cartografiar la presencia de personas procedentes de la península itálica desde finales del siglo XV en el territorio de lo que es hoy la República Dominicana. En su recuento, Colón aparece como el “descubridor” de las islas del Caribe, mientras que los aspectos siniestros de la empresa colonial acaban dirigidos hacia otros genoveses de la época, como los hermanos Centurión. Para intentar contrarrestar un detalle tan problemático, el historiador incluye un apartado sobre el mercader milanés Girolamo Benzoni, autor de La historia del Mondo Nuovo (1565), en donde se documentan “las atrocidades cometidas durante la Conquista de las Américas”.

Otro capítulo que vale la pena destacar es el de Antonio J. Guerra Sánchez sobre la inmigración italiana a la capital, el sur y el este de la República Dominicana. Guerra Sánchez enumera las familias más eminentes con ascendencia en la península itálica, entre ellas los Billini, Bona, Bonetti, Piantini, Pellerano y Vicini. Presenta un retrato de cada una de ellas en los que destaca su relevancia en la sociedad dominicana contemporánea.

En un tono hagiográfico similar, Edwin Espinal Hernández se centra en los italianos de la región del Cibao, cuya presencia “comenzó a manifestarse a partir de 1886”. Espinal Hernández hace hincapié en los protagonistas del circuito comercial a pequeña escala y otras áreas de sólida influencia italiana. Su atención a figuras como Fantino Falco, venerado por su labor pastoral y sus iniciativas educativas; el arquitecto Guido D’Alessandro Lombardi, que diseñó el Palacio Nacional, y Francesco Grecco, un empresario itinerante que trajo el cine a la República Dominicana en 1900, aporta nuevos matices al tema del legado italiano.

Las demás secciones incluyen capítulos sobre historia eclesiástica y política, arquitectura, literatura, música, artes plásticas, economía, ciencia, periodismo y derecho. Los ensayos varían en cuanto a profundidad y estilo. Algunos están meticulosamente documentados, como el de Myrna Guerrero Villalona sobre la huella de los escultores italianos en el arte público dominicano; el de Jeannette Miller sobre “La influencia de Italia en el arte dominicano” y el de Raymundo González sobre la labor pionera de Raffaele Cifferi en el desarrollo de los campos de la botánica y la agricultura. Otros ensayos son meros panegíricos de personalidades de ascendencia italiana en diversos ámbitos, especialmente el económico.

Aunque el tono alabador caracteriza todo el conjunto, alcanza un punto particularmente notable cuando se trata de retratar la vida y la perspicacia empresarial de los miembros de la élite económica dominicana de ascendencia italiana. El capítulo de Mu-Kien Adriana Sang Ben sobre Frank Rainieri es ilustrativo de ello. Sang Ben describe a Raineri como un “soñador que trabajó duro para hacer realidad su utopía”. Sabiamente, Sang Ben explica en una de las notas que su ensayo proviene de un libro “encargado por el Grupo Puntacana”, la empresa de Rainieri.

La mayoría de los colaboradores de El legado italiano en la República Dominicana no oculta motivaciones similares, lo cual hace de este libro otro excelente ejemplo de lo que sucede cuando el empresariado escribe historia.

Néstor E. Rodríguez

Escritor

Autor de 'Escrituras de desencuentro en la República Dominicana' (2005), 'Crítica para tiempos de poco fervor' (2009) e 'Interposiciones' (2019).

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