(Apuntes para un manual de sociología barata)
El mundo moderno ha inventado una cultura fitness preeminente. No es cualquier estructura corporal, mantenerla implica disciplina y “comerse los hierros” con férrea voluntad. Es un submundo donde satisface mostrar y demostrar la anatomía ejercitada.
En el ambiente GYM, el individuo vive en él y para él. El sujeto asume una dinámica donde el más mínimo detalle estético está montado en una industria de la salud narcisista-hiperbólica. El mito y el slogan están configurados por un imaginario que aspira al ideal perfecto de un físico exhibicionista.
No hay un ápice de la atmósfera visual moderna, valla publicitaria, actores, actrices, presentadoras de televisión, modelos de comerciales, un etcétera muy grande, que la morfología del gimnasio no sea el modelo. No es cualquier cuerpo cerebral el que vende y te venden, es una anatomía construida sobre la base de ejercicios, suplementos, hormonas y cirugías.
Más que el cerebro, el templo es el cuerpo. Me pienso como me ven, porque desde el territorio que me miran, gusto más y soy más alguien. Es la simbología del físico en sí mismo, él es omnipresente, se invierte mucho tiempo y dinero para él y por él.
En ese universo de máquinas tecnificadas y de pesas, predomina el diseño de vestimentas especializadas en destacar una anatomía apetecible y lasciva. Te venden el diseño para que exhiba lo que más te gusta de tu cuerpo. Si es tu sexo, hay ropas interiores para destacarlo; si son tus músculos, existen diseños de pantalones y poloshirts elásticos, que exaltan la perfección de tus piernas, el abdomen o los brazos de un hércules o “herculesa” de estos tiempos.
En esos instantes de ejercicios, el gozo y el placer integran al celular para fotografiar o filmar las poses. El aparato es testigo de tu entrenamiento, es un instrumento que se usa para mostrar en las redes qué hago y como se ve mi cuerpo semidesnudo. Ese exhibicionismo fisiculturista genera elogios que satisfacen e incentivan el rito ególatra.
En este mundo de IA y de avances tecnológicos exponenciales se figura una dialéctica interesante respecto a como conviven el cuidado y el abandono del cuerpo al mismo tiempo.
La ceremonia gira alrededor de un cuerpo musculado y bien formado. Rara vez se vislumbra un indicador intelectual, un letrerito que promueva actividades puramente cerebrales. La enajenación corporal es tan absoluta que, si se discute algún tema, el físico nunca deja de ser el primer plano.
En el GYM, los altos decibeles de la música urbana producen la mudez de estos tiempos donde a un metro de distancia con el otro, es más práctico enviarle un mensaje por WhatsApp. La música es tan ruidosa, que hablar implica pegarse al otro(a), gritar o comunicarse por señas o gestos.
Abunda el falso coqueteo, el silicón en las tetas y las nalgas de las mujeres. En los hombres, en especial en los fisiculturistas, los esteroides anabólicos inyectados son parte del lobby para muscular el cuerpo. No falta el manoseo y los comentarios morbosos de los entrenadores. Es clave observar que en la rutina de los chicos gay predomina fortalecer y definir las mismas partes del cuerpo que ejercitan las mujeres: los glúteos y las piernas.
La atmósfera del GYM es opuesta a la de las librerías o las bibliotecas, la vanidad se fortifica desde el cuerpo y no desde el intelecto. Por lo regular, el cerebro de los fisiculturistas es tan atrofiado como el físico de los intelectuales. Lo ideal sería un complemento, pero todo parece indicar que la vida no siempre permite la integridad perfecta.
En este mundo de IA y de avances tecnológicos exponenciales se figura una dialéctica interesante respecto a como conviven el cuidado y el abandono del cuerpo al mismo tiempo. Avanzan dos industrias de forma paralela en aparentes vías opuestas, la del GYM, y la que oferta comidas rápidas abundantes en carbohidratos y “grasas trans insaturadas que se modifican artificialmente”. El cuerpo abandonado, inactivo y obeso Vs. la anatomía mesurada y ejercitada.
Para que el lector tenga mejor comprensión de este artículo, es importante aclarar, que el autor, es un intelectual y fisiculturista frustrado.
cC, el difícil.
Compartir esta nota