La opinión pública, los gremios magisteriales, las asociaciones de padres, madres y tutores, y las familias que se adelantaban a buscar cupo para sus hijos e hijas, advertían desde meses antes un inicio del año escolar 25-26 cargado de incertidumbres y “precariedades jamás vistas”. Faltaban más de siete mil aulas, docentes y personal administrativo, mientras la tanda extendida se reduciría por falta de espacios.
A lo anterior se sumaban escuelas inconclusas, locales deteriorados y la construcción mínima de aulas en cinco años de gestión del actual gobierno. En paralelo, la entidad encargada de suplir alimentos, útiles y uniformes era blanco de escándalos que ponían en duda su capacidad de respuesta. Ese era el horizonte, repito, previo al año escolar 25-26: incertidumbre y malos augurios.
El discurso oficial y la sorpresa de Don Eco
En ese contexto sorprendió que el presidente Luis Abinader y el ministro de Educación, Luis Miguel de Camps, proclamaran con júbilo que el inicio de la docencia se daba en condiciones “nunca vistas”. La incredulidad que provocó esa afirmación recuerda la anécdota de Don Eco, comerciante de mi pueblo que, al escuchar decir que “la auyama tiene mucha vitamina”, exclamó: “¡Carajo, y nunca lo supe, comiendo auyama toda mi vida! ¿Y cuándo le echaron la vitamina?”.
La ingenuidad de Don Eco es la misma perplejidad de padres, docentes y estudiantes ante un discurso oficial divorciado de la realidad. Porque, aunque en algunos lugares hubo huelgas y protestas, el Mandatario y el ministro de Camps celebraban el inicio escolar como “nunca visto”, como si hubiesen encontrado una varita mágica para revertir todas las premoniciones negativas, que se había posicionado “en todos los que en este país tienen o tenían dos dedos de frente”
Las cifras que no cuadran
La tanda extendida, que debía resentirse por falta de aulas, fue presentada como un éxito con cobertura duplicada. Igual ocurrió con la asistencia de los estudiantes a la clase, anunciada como superior al 90 por ciento en promedio. (no se informó del promedio de profesores que asistieron). Sin embargo, las cifras no se sostienen: la tanda extendida no recibió inversión en nuevas aulas, y aun así se proclama un crecimiento del 100% respecto al 2020.
La realidad contradice el triunfalismo: estudiantes hacinados, maestros que rotan entre turnos, y comunidades que aún reclaman la terminación de planteles varados por años, escenario que se verifica en una buena parte de las provincias del país.
Diagnósticos en pasado, problemas en presente
Antes de esta “varita mágica”, los diagnósticos oficiales confirmaban que la educación estaba estancada, desconcertada y sin horizonte cierto. Miles de millones gastados en evaluaciones que servían más para justificar la inercia que para transformarla. Era como celebrar el hallazgo de la enfermedad sin atreverse a iniciar la cura.
La educación dominicana sigue atrapada en un ciclo de estudios que nunca se convierten en soluciones, un proceso frustrante que solo repite lo sabido: el sistema público no avanza.
El sofisma de la igualdad de oportunidades
El panorama es más dramático cuando se observa desde la igualdad. La educación de calidad negada convierte la igualdad de oportunidades en sofisma. Las familias de mayores ingresos acceden a colegios privados, mientras la mayoría queda atrapada en un sistema debilitado.
Así, el derecho constitucional a la educación integral y gratuita se reduce a letra muerta. Lo que debería ser un derecho fundamental se convierte en un privilegio reservado para algunos.
Gremios y poderes fácticos sin control
La ADP, en vez de actuar como contrapeso transformador, muchas veces se refugia en paralizaciones que interrumpen la docencia. COOPNAMA opera más como usurero que como empresa social. Ambas estructuras pasaron inadvertidas en la Hoja de Ruta 2025-2028, a pesar de ser un eje sindical-cooperativo determinante en el sistema educativo.
Mientras tanto, el sacrificio del contribuyente, que aporta cada año el 4% del PIB, se diluye en un sistema sin gobernanza ni disciplina. Directores que claman por autoridad, maestros sin compromiso y autoridades sin visión reproducen un clima de impunidad que erosiona la esperanza.
Sísifo y la vitamina de Don Eco
La metáfora de Sísifo se repite en el sector educativo: diagnósticos que nunca transforman. La roca se empuja cada año, pero siempre rueda hacia abajo. El país no puede seguir condenado a ese ciclo inútil.
Hoy, más que cifras maquilladas y sorpresas mediáticas, se necesita voluntad política para convertir la educación en prioridad nacional. Declararla en emergencia no sería debilidad, sino valentía patriótica. Solo así se romperá la inercia y se garantizará a niños, niñas y jóvenes la educación de calidad que merecen.
De lo contrario, la proclamada “vitamina de auyama” del inicio escolar 25-26 quedará en la memoria como una de las mayores sorpresas del discurso oficial: un relato milagroso que, como el asombro de Don Eco, provoca risa, pero también tristeza, porque el pueblo sabe que la vitamina nunca se la echaron a la auyama.
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