Otras crisis relevantes recientes: el alza en los precios del transporte marítimo de cargas —conocida como la “Crisis de los Contenedores”—, la guerra entre Rusia y Ucrania, ambos países claves en el comercio internacional; y, solo en lo que va del año, la Gran Caída Bursátil Global, el aumento de los aranceles y las guerras comerciales, la volatilidad en los mercados de deuda y el alza en las tasas de interés, así como el incremento sostenido en el precio del oro.
A estos factores internacionales que han hecho tambalear la economía mundial se suman fenómenos climatológicos que complejizan el panorama económico, dificultando las soluciones. Por citar algunos ejemplos, los países ubicados en regiones intertropicales están expuestos al paso de huracanes; a ello se añaden inundaciones súbitas como la registrada en Texas, en julio de 2025. Este mismo año, también Pakistán, India y Argentina sufrieron inundaciones de gran impacto. Y no podemos olvidar las devastadoras lluvias que provocaron inundaciones en nuestro país en noviembre de 2023.
De igual forma, las convulsiones civiles y políticas que han tenido incidencia en varios países de Latinoamérica —región que desde su formación ha debido enfrentar problemáticas como la corrupción, la delincuencia, los bajos índices educativos y el desempleo— generan un caldo de cultivo que impacta directamente en las finanzas personales, y que no puede ser analizado de manera aislada ni superficial.
Es cierto que organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), las Naciones Unidas, el Banco Mundial, entre otros, han emitido directrices y destinado miles de millones de dólares para paliar los efectos de estos shocks que impactan la economía mundial. No obstante, dichas instituciones advierten un incremento de la pobreza en los países en desarrollo y un estancamiento económico en los países desarrollados, y lo estamos sintiendo.
Todos los factores anteriormente mencionados han golpeado con fuerza el bolsillo de la población, convirtiéndola en víctima de una inflación que no parece tener un fin próximo. Podría decirse, incluso, que deberemos aprender a convivir con ella. En este contexto, resulta evidente la necesidad de adoptar estrategias personales que nos permitan alcanzar una vida más satisfactoria, aun en medio del caos económico.
Ante este panorama mundial, resulta inútil —e incluso ingenuo— esperar que los gobiernos logren mejorar por sí solos nuestra economía. Sin minimizar el drama que enfrentan muchas familias, es imprescindible buscar alternativas que nos permitan mejorar nuestra situación. En este sentido, conviene subrayar las distintas oportunidades para diversificar los ingresos. Sí, la economía y el escenario global actual representan un reto para la humanidad, pero la tecnología también abre un abanico de posibilidades que merece ser explorado.
Algo que podemos rescatar de los efectos de la pandemia del COVID-19 —pues, incluso en las calamidades de la vida, siempre hay un lado positivo— es la normalización y el reconocimiento legal del teletrabajo, así como el desarrollo de la educación a distancia. Ambas modalidades constituyen una oportunidad de crecimiento para el individuo, al permitirle trabajar y estudiar en un país mientras reside en otro, ofreciendo alternativas más flexibles para invertir su tiempo.
Resulta alentador comprobar cómo los avances tecnológicos han impulsado el desarrollo del comercio electrónico. Hoy, las redes sociales ofrecen la posibilidad de vender productos y servicios a clientes de cualquier parte del mundo, siempre que se combinen innovación, disciplina y el deseo de salir adelante.
El Estado dominicano mantiene la tendencia de facilitar los procesos de formalización para los microempresarios. Aunque esto pueda percibirse como una desventaja para algunos, lo cierto es que abre oportunidades de acceso a créditos y a programas de fomento para la microempresa.
Es un buen síntoma que América Latina sea la región con mayor intención emprendedora del mundo, donde el 37 % de los hombres y el 34 % de las mujeres manifiestan interés en iniciar un negocio, según un artículo de ADEN International Business School. Resulta especialmente esperanzador que la República Dominicana lidere este indicador en la región, con aproximadamente un 40,1 %, superando el promedio latinoamericano, de acuerdo con el estudio “Latinoamérica emprende: Un análisis de las Mipymes en la región”.
Finalmente, un aliado indispensable para mitigar los efectos de las distintas crisis económicas que impactan el presupuesto familiar es la eliminación de gastos superfluos, junto con una mayor cultura de inversión y ahorro. Habrá quienes cuestionen cómo invertir o ahorrar si el dinero no alcanza; y esta es, sin duda, una lamentable realidad. Sin embargo, solo puede ser transformada mediante educación financiera.
Está demostrado que contar con un ingreso elevado no garantiza estabilidad si no se poseen las herramientas adecuadas —presupuesto, ahorro, manejo de deudas e inversiones— que permitan evitar malas decisiones financieras. No tenemos control sobre las crisis, pero sí en la forma de afrontarlas.
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