Llegar a la tercera, cuarta y qué decir a la quinta edad en República Dominicana es un tormento. Lo primero es que no se consiguen seguros médicos. Para tenerlos es necesario ser dependiente de un hijo o hija, pero está el gran inconveniente, muchos seguros médicos de empresas solo permiten esposos e hijos, ya no aceptan padres.

Hay que tratar de no enfermarse, porque visitar a un médico es un problema, todos cobran diferencia y es por encima de mil pesos.

Aunque eso es lo de menos. Una amiga en estos días se vio obligada a ir al médico. Le mandó a tomar colágeno, el precio del medicamento era de cinco mil pesos. Al salir de la consulta una joven muy bien vestida la abordó y le preguntó en qué podía ayudarle, también le preguntó que qué le habían recetado y que le dejara ver la receta, mi amiga se la mostró y la joven le tomó una fotografía. Más adelante otra joven la detuvo para ayudarla, le preguntó dónde iba a comprar la medicina y le recomendó una farmacia específica.

Mi recomendación fue que hiciera una paila bien grande de pata de vaca, patas de pollo y se “abimbara” de eso, (perdonen, no sé si esa palabra existe, pero ustedes la entienden), y le iba a salir más barato que el medicamento.

Pero eso no es todo, una señora conocida fue a un hospital, la endocrinóloga en una visita anterior le había recetado un medicamento, pero esta vez le dijo que no comprara el de la botica popular, le recetó uno que costaba quinientos pesos porque estaba más concentrado. Al salir, un joven le preguntó que le había recetado y que le mostrara, él anotó enseguida y le dio una muestra que tenía dos pastillas.

Cuando yo estuve en cuidados intensivos, hace menos de cinco meses, recomendaron hacerme un estudio, así dice la hija de Norma, mi ayudante, cuando le mandan a hacer alguna prueba médica, la neuróloga no me había visto, pero el día que me dieron el alta ella fue a decirme donde estaba su consulta, aunque la prueba dio completamente normal, la gran sorpresa fue que cobró cuarenta mil pesos de honorarios, ella no aceptaba seguro médico.

Pero yo me remonto a casi cuarenta años atrás. La abuela de mis hijos estaba ingresada en una de las mejores clínicas de la capital. Un médico se paró en la puerta y la saludó. Cuando ella fue a cancelar la cuenta se encontró con que ese médico cobró siete mil pesos de honorarios ¡Qué saludo más caro! Parece que esa práctica médica viene de lejos.

Los médicos mucho que se quejan, pero en los hospitales trabajan un rato y en la consulta privada es un asalto a mano armada.

Tienen comisión de las casas farmacéuticas, ellas se encargan de pagarles congresos, viajes y fines de semana en resorts, de acuerdo a la cantidad de medicamentos prescritos.

Reciben también comisión de los laboratorios clínicos, dependiendo de la cantidad de análisis que manden a sus pacientes.

Lo que más me fascina es que cada vez que realizan huelgas médicas es buscando sus propios beneficios, nunca han planteado el bienestar de los pacientes pobres, ni el mejoramiento de los servicios a favor de éstos.

¡Así si es bueno!

Creo que el país está para cerrarse, no tenemos dolientes, sobre todo las personas mayores que son sacadas de los seguros médicos al llegar a cierta edad porque consideran que no les son rentables.

Cuando más necesitamos de los servicios es cuando más desamparados estamos.

Elsa Guzmán Rincón

Bibliotecóloga

Maestra y Bibliotecóloga, retirada.

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