En términos de la crítica política y la disección a los estilos torpes de gestión, el escritor y filósofo Erasmo de Róterdam (1466-1536) lo inició todo con su Elogio de la Locura o Estupidez.

Erasmo de Róterdam

Escribió 68 capítulos y más de 34 mil palabras, sin desperdicio. Fue uno de los más grandes actores estratégicos y pensadores de la reforma intelectual y espiritual que constituyó el Renacimiento. Él es uno de los analistas de la conducta humana, cuyos juicios nos estimulan de diversas formas.

Su “Elogio a la Estupidez”, es una esplendorosa sátira que cuestiona la sociedad de su época y elabora fuertes críticas a diversos actores de esta: al clero católico, a los intelectuales y a la ciudadanía general. Erasmo dio estocadas mortales a la mediocridad, la escasa intelectualidad, la necedad y el inmediatismo.

Refiriéndose a hechos políticos recientes, el laureado artista visual José Mercader acaba de publicar su maravilloso artículo de “Elogio a la Estupidez”. Lo tituló creativa, mordaz y satíricamente «Bonny en la filosofía de Bonhoeffer». Anteriormente había publicado “Erasmus de Rotterdam elogia la necedad”.

En su narrativa donde formula comentarios basados en los pródigos ensayos de Erasmo de Róterdam (neerlandés 1466-1536), Dietrich Bonhoeffer (alemán 1906-1945) y Carlo Cipolla (italiano 1922-2000).

Su temática se relaciona con la gran cantidad de estúpidos o conductas estúpidas con las que se convive diariamente. Cita especialmente al músico Bonny Cepeda y al político Miguel Mejía.

Compartimos sus juicios, pero no entraremos en sus razones; sino que haremos de sus afirmaciones un microscopio para abordar la caracterización actualizada de esta ignominia en cualquier terreno. A sabiendas que están preñadas de esta vileza, muchas decisiones de Estado, sector privado y sociedad civil.

Hay varios ejemplos recientes, pero el más dramático es el manejo de escasa gobernabilidad que el Ministerio de Hacienda le proporcionó a su propuesta de Reforma Fiscal. Al final se demostró que casi ningún sector social de peso o economista reputado había sido consultado de forma profesional. Por lo tanto, no se podía cometer “la estupidez” de presentar esta propuesta como política de Estado.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define «Estupidez» como “torpeza notable en comprender las cosas”. Desde el punto de vista social, estupidez se refiere a la “estrechez de miras”; miopía o incapacidad de ver de lejos, los procesos.

Estupidez tiene como sinónimos «idiotez, tontería, imbecilidad, bobería, sandez, despropósito y simpleza». Como antónimos «inteligencia, agudeza, perspicacia y sagacidad».

En los hechos, la estupidez acompaña a los seres humanos a lo largo de su existencia. Conductas y decisiones estúpidas repletan tomos y obras científicas a nivel político y militar.

Sabemos que fue el sacerdote Erasmo de Róterdam que abrió el debate, al publicar en 1511 su «Elogio a la Estupidez», mejor conocido como “Elogio a la Locura”. Una obra bestseller editada 36 veces con el autor en vida. En ella el filósofo europeo, construye de forma satírica “el personaje de la estupidez”, siendo ella la que se describe, asimisma. Una narrativa inusual que atrajo la lectura de miles.

Róterdam demuestra que todos somos estúpidos o cultivamos cierto grado de estupidez. Pero enfatiza en aquellos donde esta desconducta es reincidente o cultivada como estilo de vida. Estando la estupidez diseminada en la política, en los negocios, la religión y el matrimonio.

Dietrich Bonhoeffer por su parte, teólogo y pastor luterano alemán que pagó con su vida su posición contraria a Hitler. Defendió los judíos y participó en el último atentado contra la vida del Führer, no formuló una “teoría sobre la estupidez” estrictamente, pero aportó muchas orientaciones para entenderla.

Bonhoeffer plantea tres puntos claves sobre la estupidez: i) El número de estúpidos es mucho mayor de lo que imaginamos; aunque es difícil establecer, en cualquier sociedad, el porcentaje de ellos, supera lo esperado; ii) La probabilidad de que alguien sea estúpido no depende de su nivel académico, ni clase social; y iii) lo que lo define al estúpido es quien causa daño a otro sin recibir ningún beneficio, incluso, perdiendo.

Para el economista italiano Carlo Cipolla, en su ensayo “Las leyes fundamentales de la estupidez humana” se clasifican a las personas en cuatro (4) categorías en función de su comportamiento basado en dos factores: la inteligencia y su contribución al bienestar social.

Los inteligentes son personas que, a través de sus acciones, se benefician tanto a sí mismas como a los demás que les rodean. Son individuos que toman en cuenta las opiniones de otros, se informan e ilustran, viven inmersos en la realidad, practican la evaluación crítica y autocrítica (ECAR) y sus decisiones y comportamientos tienen un impacto positivo en su entorno.

Se encuentran igualmente, los inútiles que son esas personas que no causan daño a los demás, pero tampoco contribuyen al bienestar general. Muestran incapacidad para tomar decisiones efectivas y resolver problemas, es más, ni los problemas son capaces de identificar.

Sus acciones no generan beneficio social alguno, no aportan valor. Su perjuicio social está en la evidencia manifiesta de su falta de inteligencia y aportación.

La otra categoría de Cipolla son los Malvados que son aquellos que obtienen beneficios a expensas de los demás. Son perversos, mal inclinados, puesto que su comportamiento perjudica a otras personas y socavan el bienestar individual y colectivo a fin de favorecer sus propios intereses. Sus decisiones y acciones se apartan de lo lícito y honesto.

Finalmente entran en la clasificación del economista y filósofo italiano, los Estúpidos, incluyéndose en esta categoría aquellos cuyas acciones perjudican a los demás mientras, al mismo tiempo, se dañan a sí mismos. Sus acciones tienen un impacto negativo tanto en ellos mismos como en su entorno. Se distinguen por la falta de empatía y por la incapacidad de reconocer sus propios errores.

Para Cipolla, la verdadera peligrosidad no reside en la maldad, sino en la estupidez, ya que los estúpidos son impredecibles y pueden causar un daño considerable e irreparable sin que consideren las consecuencias.

De estas lecturas se derivan diversas conclusiones. La primera es que “nunca se discute con un estúpido y menos se le contradice”. Cuando el estúpido se ha nutrido de idioteces, se cierra al razonamiento. José Mercader subraya que “el arma principal del estúpido es el chisme”.

Hablar con estúpidos, según señalan Bonhoeffer y Mercader, no es conversar con una persona, es platicar con lemas, consignas, supuestas ideas que se le incrustan y se repiten automáticamente. El estúpido es impredecible y destructivo, pero los más peligrosos son los que ocupan puestos de mando. El estúpido no razona, por tanto, no piensa por sí mismo.

Para Bonhoeffer, la estupidez humana está relacionada con la complacencia. O sea, con la incapacidad para discernir entre el bien o el mal, lo correcto o incorrecto y el valor o el perjuicio social.

Cuando la “estrechez mental”, que es la disposición de la voluntad a no razonar, de autolimitarse en la búsqueda de otras opciones, se asocia con la “necedad” que es la manifestación de la ignorancia, de tomar decisiones y acciones desacertadas por negarse en atender a voces más lúcidas, la estupidez toma cuerpo en el modo de vida de las personas.

El diagnóstico de los signos y síntomas para conocer los estúpidos o las conductas estúpidas hay que trabajarlo más. Se impone escarmentar, vapulear y cercenar de los puestos de mando aquellos dotados de la “torpeza notable para comprender las cosas”.