Tanto el relato pictórico como la forma icónica constituyen un texto artístico y cultural que se autoproyecta en la percepción particular del artista-pintor como en la percepción general del espectador dominicano. Lo que no quiere decir que el relato o el contrarrelato pictórico de nuestros días no dialogue con otros relatos o metarrelatos artísticos. La espacialidad de la tela-texto se observa en el genotexto o el fenotexto pictóricos, donde el primero es una instancia generadora del sentido textual-discursivo y la segunda una instancia transformadora del texto-sentido.

La pintura dominicana se manifiesta en este proceso cultural y metacultural como un conjunto expresivo de instancias estéticas, formales y materiales que en su productividad se explican mediante huellas y marcos de sentido. Dichas huellas y marcos son poliacentuales y policulturales. Esto conduce a entender que los diferentes posicionamientos pictóricos que ya hemos mencionado en la primera parte de este trabajo y a los que podemos agregarles otros (Clara Ledesma, Ada Balcácer, Cándido Bidó, José Félix Moya, Félix Brito, Chiqui Mendoza, Alberto Ulloa, Alberto Bass, Amaya Salazar).

Un aspecto de importancia que debe ser comprendido en el marco de una semiótica y una poética de la pintura dominicana es el posicionamiento estético-cultural del artista-pintor dominicano. El sujeto que se define en la productividad sígnica y discursiva promueve no solamente una técnica y un acto productivo, sino una interpretación que debe considerarse en el momento de la subjetividad artística del pintor.

El artista Hugo Suriel. (Fuente externa).

En dicho posicionamiento estético-pictórico podemos observar los siguientes aspectos:

· Foco intencional del pintor

· Espacio de recepción

· Espacio de percepción

· Recipiente de culturalidad

· Configuración formal del mundo pictórico

· Configuración temática del mundo pictórico dominicano

· Soporte cultural de expresión

· Relación yo-cultura-lenguaje

· Relación cuadro-cultura

· Constitución de la metamorfosis pictórica

· Instrucción de visualidades

· Selección cualitativo-formal

En el marco del movimiento de la subjetividad artística del pintor, entendemos que el producto es, no solamente un evento pictórico, sino, además, un acto poético materializado mediante el cuadro en su performatividad estético-expresiva. El pintor actualiza cualidades axiológicas, a la vez que singulariza el signo-texto artístico-cultural.

De ahí que en la productividad pictórica dominicana contemporánea se observe la relación mito/carnaval como una relación articulada en el tejido mismo de la obra pictórica.

La exploración del mito y el carnaval se ha convertido en la producción pictórica dominicana (ver, por ejemplo, Dionisio Blanco, Jesús Desangles, José Perdomo, Hugo Suriel, Marcial Báez y Mariana Sánchez, entre muchos otros) en una huella múltiple y en un contacto observable entre el mundo de arriba y el mundo de abajo que, en la tipología de la poética bajtiniana, se consideran marcos de significación semioculturales.

La presencia del mito es una presencia relevante en la pintura-cultura dominicana (Ramón Oviedo, Prats-Ventós, Yoryi Morel), pero es, además, una presencia poético-visual reveladora de particularidades que confirman una crítica del lenguaje pictórico, así como una crítica a la noción misma de discurso pictórico. El mensaje que se elabora en la mitopintura dominicana conduce a una articulación donde el mundo-forma y el mundo-tema se ritualiza en la visión estructurada de la antroposemiosis artística dominicana.

Fotografía de Clara Ledesma. (Fuente externa).

A partir de los valores metapictóricos de la mitopintura dominicana se construyen los relatos y textos marcados por la significación estético-cultural creada por el acto mismo de pintar-producir los signos de la cultura dominicana. El arte dominicano es, en este sentido, conjunción de formas y actitudes semioperceptivas que testimonian, en el caso específico, un hablar de la pintura y un interpretar-comprender la significación pictórica.

A través del cuadro-cultura, el pintor dominicano configura su mundo, pero también las cualidades nocionales que permiten rescatar los contenidos pictóricos significativos de la cultura dominicana. Esta actitud de proceso no ha dejado de ser una actitud exploratoria para convertirse en una práctica de interpretación de mitos populares que constituyen la visión de superficie y profundidad de la expresión pictórica dominicana.

El pintor y artista de nuestros días acentúa la dominicanidad en el tema mítico-ritual convertido en constante y en variable dicho motivo fundamental y creando o recreando la fábula mítica a través de la pintura o la manifestación artística en general.  La mitopintura entonces cualifica la expresión artística contemporánea creando, además, posibilidades de lenguaje como la metaforización, metonimización, metasimbolización y alegorización que pronuncian una retórica de la pintura dominicana.

Para ello, el pintor dominicano tradicional y contemporáneo ha convertido lo pintado en acto poético y acto temporal y espacial, siendo así que en dichos actos se materializan y articulan una sintaxis P, una semántica P y una pragmática P que adquieren su valor en el sistema de manipulación y representabilidad de los signos artístico-culturales.  Estas posibilidades y sus diferentes niveles de producción y apercepción conducen a definir las instancias posibles de la pintura dominicana en un marco de reflexividad, reflexión y productividad de lo pictórico reconocido como foco, orden y significación semiopoética.

La movilidad alcanzada por la pintura reconocida como práctica poético-visual en los últimos cincuenta años remite a una economía significante donde lo pictórico-sintético se opone como categorización a lo pictórico analítico, de tal manera que las relaciones funcionales de lo pictórico se expresan como signos poético-visuales y como un discurso o metadiscurso de la representación.

Las operaciones productivas de una pintura que procesualmente se explica por relatos y tramados conducen a la comprensión específica de la materialidad significante que da cuenta de un tipo específico de representación, donde lo dominicano se advierte como contenido, dimensión, metarrelato, visión, forma e identidad. De ahí que la pintura dominicana se entienda como un relato-metarrelato con base en un discurso que puede ser considerado como metacultural y semiovisual.

Un planteamiento basado en la lectura, la génesis y la función de los signos culturales se reconoce en una explicación que valora las formas y los lenguajes de la antroposemiosis pictórica, observada como procesualidad semiovisual y como significancia estética. Lo que implicaría un reconocimiento de niveles de significación por ámbitos particulares de imágenes pictóricas representativas en la modernidad.

No se trata de entender la pintura dominicana actual como constituida en un ámbito de estilo, sino de reconocerla en un espacio de transformaciones visuales y significantes en el orden cultural y metacultural. Los múltiples sentidos de la pintura dominicana de las últimas décadas crean, además, diversos tonos significativos que funcionan como cualidades valorativas de los usos pictóricos de la modernidad, de suerte que la forma pictórica adoptada por el pintor autoriza el contenido pictórico desde el movimiento interior y exterior de la cultura dominicana. Este movimiento debe entenderse en un sentido antropocultural, considerando las variadas perspectivas y vertientes de lo dominicano.

Las particularidades semioculturales y estético-visuales, en este sentido, aseguran una validación de la diferencia en los espacios, especies y registros de la cultura visual dominicana, siendo así que el uso pictórico se convierte en:

· Poiesis alternativa

· Construcción de sentido visual

· Instrucción estética de la pictorialidad

· Poliexpresividad significante

· Alteridad poética activa

· Sintaxis estético-histórica

· Espacio de lenguaje

· Gesto cultural integrado

· Función del lenguaje pictórico

· Acción pictórica formalizada

· Movilidad histórica de la imagen pictórica

· Documentabilidad pictórica

· Acto pictórico metacultural

· Sentido manifiesto de las formas culturales dominicanas

· Esteticidad de los mitos cotidianos

· Expresividad de la imagen relatada

· Articulación del espacio cultural en la pintura dominicana

· Sentido manifiesto de lo simbólico

· Interpretación abierta de las formas culturales

· Formalización de contenidos desde la pintura

· Manifestatividad del cuadro-cultura

Estos elementos y aspectos de validación semiótica de la pintura-cultura dominicana se extienden en la productividad artístico-cultural desde una semántica de los actos estéticos y significantes que hacen posible la dinámica de aspectos formales y estéticos de la pintura dominicana, como se puede observar en los diferentes registros representativos de las últimas décadas: (Jesús Desangles, Dionisio Blanco, Manuel Montilla, Elvis Avilés, Fernando Varela, Hugo Suriel, Hilario Olivo, Alonso Cuevas y otros).

Lo que se produce, teniendo en cuenta los usos semiopoéticos y semioculturales, en estos casos, es la juntura significante de la pintura dominicana como acción y movimiento de la metacultura; lo que se entiende a partir de los lenguajes ya formulados es la juntura histórico-cultural e histórico-crítica valorada a partir de sus diferencias y actividades artísticas.

La conceptualización de una diferencia valorativa la encontramos en la condición misma de la pintura dominicana actual y en la metafundamentación discursiva de la práctica pictórica, removida y releída por el pintor y, en general, por el artista dominicano. Las variables críticas y formales de los diferentes discursos pictóricos dominicanos crean un “posible” semiótico y estético a partir del cual el pintor estructura su mundo.

De ahí el surgimiento diasincrónico de un “posible” estético-semiótico de la pintura dominicana que se materializa como visualidad expresa y visualidad crítica, ya en el contexto de una posmodernidad evidenciada en sus múltiples movimientos metaculturales y metaestéticos. Los diversos relatos y diversos tonos de la pintura dominicana se extienden en un proceso marcado por las actitudes del artista y por la diferencia semántica de la práctica pictórica misma.

En efecto, el cuadro es un evento sígnico. Pero, además, se expresa como un evento cultural propiciador de movimientos en superficies estéticas elegidas. El cuadro se entiende no solamente como relato, sino como fábula cromática y conflicto de interpretaciones posibles. En el caso dominicano, el cuadro se materializa como un “posible” estético-significante entendido en la sintaxis y en la semántica cultural dominicanas. Pero también, en el caso dominicano, el cuadro es un espacio de la crisis antropológica del sujeto, siendo así que la lectura y la metalectura del pintor pronuncian el conflicto y las actitudes culturales como campos de la crítica y la representación. Se trata, pues, de una puesta en marcha de los lenguajes propios de la cultura, pero también de una crítica abierta a la actividad misma de pintar.  Como se observa, en la década de los 80 y los 90 existe en la República Dominicana una crítica desde el cuadro marcada por un pintar diferenciado y por la adopción artística del pintor. Este aspecto, creemos, debe participar de las observaciones de una crítica que dé cuenta de los procesos de lenguaje en el marco de la producción pictórica dominicana.

De ahí que la relación crítica-pintura se observe de manera declarada en la noción de cuadro-cultura que hemos planteado en Odalís G. Pérez – 1998. Desde el cuadro se motiva una crítica-crisis y una crítica-sentido reveladoras ambas de una acción creadora y un uso artístico. Lo que posibilita la explicación de un espacio-tiempo de las ritualidades dominicanas en la visión metacomprensiva del arte dominicano.

Los planteamientos que desde nuestra perspectiva semiopoética y hermenéutica tratan de comprender, remover y re-explicar el fenómeno pintura-cultura dominicana se apoyan en una perspectiva empírico-semántica y hermenéutico-crítica dentro de las variadas movilidades de la semiótica del arte y la cultura. Este tipo de planteamiento permite entender la pintura, el pintar, lo pintado y el pintor como tres instancias manifestativas del arte dominicano (y universal) que merecen un análisis más procesual en el nuevo contexto de movilidad del arte dominicano contemporáneo, donde se constituyen nuevas empresas estéticas marcadas por la necesidad de la búsqueda mítica y antropocultural.

Tanto la hermeneusis como la semiosis de la pintura dominicana se apoyan en una poiesis que da cuenta de las transformaciones del nuevo cuadro-cultura que se produce en la República Dominicana. En el caso de la pintura dominicana, la hermeneusis es un proceso interpretativo-comprensivo que se explica desde la práctica misma de la pintura-cultura. Mientras la semiosis de una condición dinámica del signo, el significado y la significación pictóricos que se muestran, en el caso de la pintura dominicana, como proceso integrador de experiencias significativas a partir de lenguajes de creación y de cultura.

Si decimos que la pintura dominicana se explica y se reconoce en los diversos discursos y productividades, es en el orden y en la contradicción de estos discursos como podemos comprender y entender las diferentes prácticas semiopoéticas del pintor, en el contexto de una productividad progresiva del arte dominicano. Se trata de una reorientación de las prácticas culturales en una perspectiva de lectura, metalectura y método de trabajo desde el marco de entendimiento, explicación y crítica de los signos artísticos y culturales.

Odalís G. Pérez

Escritor

Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua

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