El presidente Donald Trump no es figura solitaria en la lista de otros altos funcionarios norteamericanos en emplear la guerra contra quien consideran sus enemigos o a la menor amenaza a los intereses estadounidenses.
Recordemos a Theodore Roosevelt, quien consideraba a Latinoamérica un “patio trasero” donde Estados Unidos podía intervenir a su antojo. A principios del siglo pasado se vieron sus envíos de marines a Honduras, República Dominicana o Cuba.
La historia registra el empuje de un movimiento secesionista en Panamá, entonces provincia colombiana, para asegurarse el control del futuro canal. Incluso a principios de 2025 Estados Unidos quiso revertir a su poder los derechos canaleros.
Mientras el general George Marshall, Jefe de Estado Mayor del Ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, aprobó los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, el 15 de agosto de 1945 el emperador Hirohito anuncia la rendición incondicional de Japón y con ello el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Otras intervenciones ha tenido EEUU, algunas con victorias y otras en derrota.
Henry Kissinger, en rol de asesor de seguridad nacional entre 1969 y 1975, también era un adepto a la desestabilización. Tras la elección del socialista Salvador Allende, en Chile, vio solamente una solución. Un golpe militar, “pero a través de fuentes chilenas y adoptando una actitud discreta”.
Allende fue derrocado el 11 de septiembre de 1973; una sangrienta dictadura lo reemplazó.
Con ello es posible que reboten aplausos a Puerto Rico por la presente remilitarización y repetición de maniobras militares en la isla por órdenes de Washington y sin que podamos decir sí o no.
Barack Obama escaló a sus predecesores bombardeando Afganistán, Irak, Libia y Siria y se desarrolló un programa de ejecuciones extrajudiciales, a menudo basadas en meras sospechas. Luego igual empleó la fuerza en Yemen, Pakistán y Somalia. En algunos de estos aún corren armas y sangre.
Es por ello que Donald Trump podía legítimamente albergar ciertas esperanzas para la edición de 2025-2026. Ello con el teatro de sus tropas en el Caribe.
Pero quedan hasta el momento pendientes sus esfuerzos de paz entre Rusia y Ucrania, tanto como el alto el fuego quebrado ya cientos de veces por Israel en Gaza.
En contraste, su ordenada operación contra el narcotráfico en el Caribe está incrementando el número de asesinatos en aras de la lucha contra el “narcoterrorismo”. Así es como justifica la eliminación en medio del mar de ciudadanos venezolanos, acusados sin pruebas de narcotráfico.
Igual en la planificación de golpes de Estado contra “narcogobiernos”, como en Venezuela, donde se asegura ha autorizado a la CIA a derrocar al presidente Nicolás Maduro.
Lo curioso e igual de contradictorio es que Theodore Roosevelt, George Marshall, Henry Kissinger y Barack Obama han recibido el Premio Nobel de la Paz. Es posible que Trump ande buscando su expediente para el premio, pero está pendiente de respuesta.
Con ello es posible que reboten aplausos a Puerto Rico por la presente remilitarización y repetición de maniobras militares en la isla por órdenes de Washington y sin que podamos decir sí o no.
Algo de esta contradicción podría notarse en otras bases militares en nuestro Caribe por otras razones narco-geopolíticas.
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