Hablar de la cuenca del río Yaque del Sur-CRYS no es solo hablar de geografía e ingeniería hidráulica, es hablar de vida, justicia y futuro, porque en ella se concentran una de las mayores riquezas hídricas y naturales del país y una de las capacidades productivas agrícolas más importantes para la soberanía alimentaria dominicana, con la mayor pobreza y atraso socioeconómico y cultural de la nación.
La pregunta clave es: ¿cómo es posible que una región tan rica en agua, recursos naturales y gente trabajadora concentre tanta pobreza, hambre, desempleo, migración y atraso?
Responder esta pregunta obliga a prestar atención al tema de la Gestión Integral de los Recursos Hídricos (GIRH) en la CRYS, como condición sine qua non para la preservación de la biodiversidad, el equilibrio ecológico y el desarrollo económico y social de los pueblos de la región suroeste (RSO), pues el agua no es solo un insumo productivo, es un derecho humano, bien público y patrimonio nacional; de cómo la gestionemos dependerá la suerte de la región, su desarrollo, dignidad y paz de sus generaciones.
El RYS nace en zonas de bosque nublado y pinares de la Cordillera Central, que actúan como esponjas naturales, captando lluvias y humedad, regulando caudales y recargando acuíferos en sus 183 km de longitud y más de 5.000 km2 de superficie
Nuestra Constitución (artículo 15) establece que el agua es patrimonio nacional inalienable, inembargable e imprescriptible, de uso público; que el consumo humano tiene prioridad sobre cualquier otro uso, que las cuencas altas de los ríos constituyen un patrimonio estratégico de la nación y que las zonas de recarga hídrica y los ecosistemas de importancia ecológica merecen protección especial por parte del Estado.
La Ley sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales (No. 64-00) desarrolla ese mandato, recalcando el carácter público de las aguas y la no existencia de propiedad privada ni de derechos adquiridos sobre ellas, así como los principios de prevención, sostenibilidad, participación social y responsabilidad por daños ambientales y conservación de ecosistemas, regulando el uso de los recursos naturales y estableciendo la obligación de las evaluaciones de impacto ambiental para actividades que puedan afectarles.
La ley que crea el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos-INDRHI (No. 665) asigna a este la responsabilidad de planificar, normar y administrar los recursos hídricos para riego, abastecimiento y otros usos, así como la construcción y operación de obras hidráulicas, en coordinación con el ministerio.
La Ley de Áreas Protegidas (No. 202-04) establece el marco legal para la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas y, además, define las categorías de áreas protegidas y sus manejos respectivos.
Se venía trabajando en un nuevo Plan Hidrológico Nacional (PHIN) como instrumento de planificación, con el que se pretendía conocer y ordenar la oferta y demanda de agua, mejorar
La eficiencia en sus usos, enfrentar el cambio climático y reducir los conflictos entre sectores y territorios. Sin embargo, el resultado ha devenido en un fiasco, por falta de objetividad, calidad y confianza en la metodología utilizada y en los datos levantados para su elaboración.
Es decir que, sobre el papel, el país dispone de un marco legal que reconoce la importancia estratégica del agua, protege las cuencas y ecosistemas y establece instituciones para su gestión; sin embargo, la realidad de la CRYS nos muestra una brecha profunda entre lo que proclaman las leyes y lo que ocurre en el territorio. Veamos:
El RYS nace en zonas de bosque nublado y pinares de la Cordillera Central, que actúan como esponjas naturales, captando lluvias y humedad, regulando caudales y recargando acuíferos en sus 183 km de longitud y más de 5.000 km2 de superficie. Desde allí desciende hacia los valles de San Juan y Neiba, caracterizados por suelos relativamente fértiles y una vocación agrícola marcada, y deriva hacia las llanuras áridas-semiáridas de Azua.
Esta cuenca integra paisajes y ecosistemas variados:
– Zonas altas de bosques nublados y pinares, cruciales para la recarga hídrica, regulación del clima local y conservación de la biodiversidad, – zonas medias de terrazas y valles agrícolas con tradición de cultivo de granos, hortalizas, musáceas y frutales, – zonas bajas y llanuras costeras semiáridas, donde el agua es un recurso escaso y disputado, – humedales y cuerpos de agua, como la Laguna Rincón, de importancia ecológica, pesquera y cultural para las comunidades del entorno.
En términos hidrológicos, la CRYS es la más grande y caudalosa entre las 6 grandes cuencas del país, con área de aporte total de 15,821 km2, caudal medio de 151 m3/s y volumen de escorrentía total de 5,392 Mm3/año, siendo primera en aguas superficiales y segunda en subterráneas; el RYS es de los más importantes del país, tanto por su caudal como por su capacidad de sostener sistemas de riego extensivos.
Sin embargo, en las últimas décadas vienen observándose signos de estrés hídrico: la demanda ha superado la oferta en 56 Mm3/a y la variabilidad de caudales, sedimentación, degradación de humedales y pérdida de cobertura boscosa son preocupantes.
La Región Suroeste-RSO, casa del YRS, es un reservorio de biodiversidad de 7,549 km2 de área boscosa (58% del área total) con 7 áreas protegidas que constituyen la mayor cantidad de lugares con especies de flora y fauna nativas y endémicas –Sierras de Martín García, Bahoruco y Neiba, Procurrente de Barahona y la Biosfera Jaragua-Bahoruco-Enriquillo, que conservan unas 1,084 especies de flora y, al menos, 163 especies de fauna únicas en el país. Además, es soporte de sistemas agrícolas en 7.5 M de tareas de tierra, equivalentes al 37% de su territorio. Esa doble condición la convierte en espacio clave para pensar cómo articular preservación ecológica, conservación productiva y desarrollo humano sostenible.
La CRYS concentra un alto potencial de generación de riqueza si el agua se maneja de forma racional y equitativa. Sus valles han sido considerados “despensas agrícolas”, destacando los de San Juan, con tradición en la producción de habichuelas, maíz, arroz y otros granos básicos, así como de hortalizas y frutales, y de Neiba, con cultivos de banano, plátano, uva, frutales y otros rubros, y la Llanura de Azua, con tomate, ajíes, cebolla, melón, sandía y otros.
La disponibilidad de agua, parcialmente regulada por las presas de Sabaneta, Palomino, Sabana Yegua y Monte Grande, combinada con la radiación solar, el régimen de vientos, la variedad de microclimas y la tradición agrícola, otorga a la CRYS un potencial extraordinario para impulsar la seguridad y soberanía alimentaria, crear valor agregado agroindustrial y reducir el desempleo y la pobreza.
Pero, he aquí la gran contradicción: la RSO concentra 7 de las 10 provincias con mayores niveles de pobreza; las estadísticas muestran que Elías Piña, Pedernales, Independencia y Bahoruco son las 4 más pobres y que las subregiones Del Valle y Enriquillo registran niveles de pobreza superiores a la media nacional (16.65%).
En otras palabras: Tenemos una región con recursos naturales y humanos y un potencial productivo suficientes para sostener un desarrollo robusto, pero atrapada en un modelo injusto e ineficiente de gestión del agua y demás recursos naturales que no contribuye a la transformación de esa riqueza en bienestar y justicia social.
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