"La política es el camino que utilizan los hombres sin principios para dirigir los hombres sin memoria". Voltaire.
Hasta el cansancio es poco decirlo, pero quien no conoce sus debilidades y fortalezas está propicio al fracaso, principalmente las primeras. Ese pareciese ser el gran problema que ha carcomido desde sus entrañas a la ya no posible desacreditada Policía Nacional. Ha sido un proceso lento en ocasiones, pero, eso sí, frente a los ojos de todo el mundo, incluyendo, por supuesto, a líderes políticos, que se han hecho los desentendidos ante este hecho e, inclusive, han apañado sus acciones.
A propósito de esto, recuerdo en una ocasión, cuando siendo cadete de 3er o 4to año, cuestioné a unos oficiales de planta sobre por qué teníamos que hacer servicio de centinela si nosotros éramos el primer escalón de la oficialidad. La respuesta fue simple: “Eso es para que aprendan lo que significa dar una orden o asignar un servicio y el sacrificio que eso conlleva, ya que, de no ser así, por ahí comienza la pérdida de la disciplina”.
Y tenían razón, ya que asignar un hombre a realizar una tarea de seguridad durante un periodo que sobrepase las 6 u 8 horas es simplemente un abuso y deja abierto el camino para que se realice de mala manera. Eso o por ahí, se inicia el problema de los servicios policiales, que conducen al desgano, cansancio, aburrimiento y un accionar fuera de control humano. No es cuestión de ejes o teorías, es realismo de las situaciones, es dar y ponerse en el lugar del subalterno; por eso se dice que “mandar no es una tarea vulgar, es un sacrificio y un deber, y no merece mandar y ser jefe a la vez quien no se sabe hacer digno de ello cada día”. Así de simple y, por eso, esto no les agrada a los teóricos disfuncionales.
Hoy lo cotidiano es ver “funcionarios de oficinas” y profesionales pletóricos de teorías o discursos
Porque con una impúdica actitud vivimos, como si eso fuese lo normal, debido a que todo lo mimetizan los políticos, llegando a ser todo lo mismo. Se ha impuesto la forma por encima de la función. Todo lo convierten en un absurdo o un guion mal elaborado sobre el cómo ejercer la política. En el 2024 se gastaron más de 38 mil millones de pesos en un clientelismo de locura, dinero con el cual se hubiesen podido crear fábricas y haber sembrado cientos de miles de tareas para producir trabajos y beneficios, pero ese dinero se esfumó.
Lo peor de todo esto es que ya no podemos construir nada que no sea con préstamos; en tanto, construimos por tramos o por partes, para repartir entre los dueños del país y los compañeritos, dando como resultado las chapucerías que a diario vemos, como ese de la construcción del km9 y de la autopista Duarte, sin referirnos a la circunvalación de Baní. Por eso satanizaron a la Odebrecht, que construía rápido y profesionalmente bien terminadas obras y carreteras, que aún perduran como prueba.
Hoy lo cotidiano es ver “funcionarios de oficinas” y profesionales pletóricos de teorías o discursos, pero, en cuanto a la gerencia, esa brilla por su ausencia, poniendo como ejemplo que lo más importante dentro del desempeño de esa profesión lo constituye la supervisión, como esa falta que se hizo presente durante el pasado apagón eléctrico y el servicio del Metro.
Es el mismo problema que acosa a la Policía Nacional, donde el único responsable de hacer o dejar de hacer es el jefe policial; en tanto, existen los caciques jefes policiales de regiones, siempre planchaditos y encopetados, donde la ejecución de sus funciones y sus responsabilidades, al parecer, se reducen solo a ponerse bajo las órdenes de los caciques, comerciantes, riferos y los otros que venden el polvo aquel, pero que ante sus irresponsabilidades con el mando, no existe régimen de consecuencias, al menos, hasta este momento, y eso no lo perciben los teóricos, que solo se preocupan por el uniforme —reitero—, por la forma. ¡Sí, señor!
Compartir esta nota