El sábado 2 de marzo de 2019 se me invitó a exponer criterios sociológicos e históricos ante veintiséis jóvenes líderes latinoamericanos que culminaban en Roma un programa de formación profunda sobre la “Doctrina Social de la Iglesia – Por una nueva generación de católicos latinoamericanos en política”. El encuentro se celebró en la Domus Romana Sacerdotalis, a escasos metros del Vaticano.
Durante aquella jornada advertí algo que resume la ruptura de nuestra época: estos jóvenes no vibraban con la historia ni con la profundidad intelectual que marcó a las generaciones anteriores. Estaban influidos —sin culpa personal— por una cultura de lo fácil, el hedonismo, la inmediatez tecnológica y el wokismo moralista que sustituye el estudio por consignas emocionales. Esa mezcla ha producido una juventud inteligente, creativa, con acceso ilimitado a información, pero sin raíces filosóficas, sin maestros de referencia y con escaso conocimiento de los pensadores que formaron la civilización occidental y el humanismo cristiano.
Para comprender la magnitud de ese vacío, incluí en mi exposición referencias a autores fundamentales. A continuación, incorporo los detalles ampliados sobre ellos:
IGNACE LEPP
Sacerdote católico, psicólogo y escritor francés. Antes de su conversión fue militante comunista, lo que le permitió comprender desde dentro la psicología de los totalitarismos del siglo XX. Tras su encuentro personal con Cristo, desarrolló una visión renovadora del humanismo cristiano, centrada en la libertad interior, la superación de la alienación espiritual y la dignidad humana. Sus libros —“La muerte del alma moderna”, “Psicología del pecador”, “El sentido de la angustia”— formaron a miles de jóvenes cristianos y militantes sociales desde los años cincuenta hasta los ochenta. Fue un puente entre fe, política y psicología.
ISMAEL BUSTOS
Pensador humanista cristiano latinoamericano hoy injustamente olvidado. Su obra acompañó los movimientos sociales de América Latina durante la segunda mitad del siglo XX. Bustos insistía en que la fe cristiana debía expresarse en justicia social, defensa del débil y ética en la acción pública. Formador de líderes juveniles, promovió círculos de estudio, sindicatos cristianos y reflexiones sobre la dignidad del trabajo. Para él, cristianismo significaba responsabilidad histórica, no pura devoción privada.
EMMANUEL MOUNIER
Fundador del personalismo, una de las corrientes más influyentes del siglo XX. Mounier afirmó que la persona humana es principio y fin de toda organización social, política y económica. Su obra en la revista “Esprit” inspiró a los movimientos obreros cristianos, a los partidos demócrata-cristianos y a miles de jóvenes latinoamericanos en los años sesenta y setenta. Enseñaba que la libertad verdadera solo existe en comunidad, en solidaridad responsable, no en el individualismo ni en el colectivismo. Su pensamiento fue central en mi generación.
SØREN KIERKEGAARD
Filósofo danés, considerado padre del existencialismo. Enfatizó la importancia de la decisión personal, la angustia y el salto de fe. Para Kierkegaard, la relación entre Dios y el individuo es directa, no mediada por estructuras vacías. Sus reflexiones sobre la seriedad de la elección moral, la autenticidad y la responsabilidad personal impactaron profundamente al pensamiento cristiano del siglo XX. Sin Kierkegaard no se entienden ni el existencialismo cristiano ni la renovación espiritual moderna.
SAN AGUSTÍN
Padre de la Iglesia, autor de “Confesiones” y “La Ciudad de Dios”. Su obra marcó toda la civilización occidental. Analizó la interioridad humana, la memoria, el tiempo, el deseo, el pecado y la gracia. Fue el primero en describir con profundidad psicológica la lucha interior del ser humano. Su visión de la historia —dos ciudades, dos amores— sigue siendo clave para entender la política y el alma humana. Su influencia en la doctrina, la filosofía y la espiritualidad es inmensa.
SANTO TOMÁS DE AQUINO
El mayor sistematizador del pensamiento cristiano. Integró la filosofía de Aristóteles con la fe cristiana y estableció la relación entre razón, naturaleza y revelación. Su “Suma Teológica” sigue siendo una de las obras intelectuales más grandes de la humanidad. Defendió que la política debe servir al bien común y que la ley justa se fundamenta en la ética natural. Su claridad lógica, serenidad intelectual y sentido de proporción forman parte esencial del pensamiento occidental.
Estos autores formaron la estructura intelectual y moral sobre la cual se construyó la acción política cristiana durante décadas. Sin ellos es imposible comprender la historia, la cultura, la justicia social o el humanismo contemporáneo. Y sin esta formación profunda, las nuevas generaciones quedan a merced de ideologías superficiales, de consignas emocionales y de la cultura de lo instantáneo.
Lo dije aquel día en Roma y lo repito ahora: Para servir a los pueblos, los jóvenes necesitan raíces. Necesitan historia. Necesitan estudio. Necesitan maestros. La tecnología puede cambiarlo todo, excepto lo esencial: el fundamento moral e intelectual del ser humano. Ese es el reto de nuestra época.
1. El choque generacional: lo que se sabía antes y lo que se ignora hoy:
Durante la exposición, algo me impactó profundamente: estos jóvenes no vibraban con la historia que marcó la vida política e intelectual del mundo antes de 1989. No la conocían. No la estudiaban.
Muchos de ellos habían sido formados —o deformados— por una cultura superficial, acelerada, digitalizada y altamente influida por el wokismo, ese fenómeno reciente que censura, simplifica, moraliza sin estudio y sustituye el razonamiento por consignas emocionales. A diferencia de las generaciones anteriores, ya no había en ellos memoria de los grandes debates doctrinales que durante más de cien años dieron forma al mundo:
socialismo,
capitalismo,
Democracia cristiana,
sindicalismos
Luchas obreras,
Movimientos estudiantiles.
Tampoco conocían a los pensadores que inspiraron a millones: Emmanuel Mounier, Jacques Maritain, Emilio Máspero, Ismael Bustos o aquel sacerdote que antes fue militante comunista, Ignace Lepp.
Pregunté:
—¿Quién recuerda hoy a Ismael Bustos?
—¿Quién estudia a los humanistas cristianos de América Latina?
El silencio era revelador.
2. Una generación moldeada por el “wokismo”, el hedonismo y la cultura de lo fácil:
La juventud que conocí en ese encuentro era inteligente, activa, entusiasta. Pero estaba marcada por la rapidez con que se consumen las ideas, por un ambiente tecnológico que promueve el hedonismo, la gratificación instantánea y el rechazo al sacrificio. Los últimos treinta años —especialmente después de la caída del bloque soviético en 1989— han producido un fenómeno nuevo: jóvenes sin grandes lecturas, sin memoria histórica, sin disciplina intelectual, pero con un activismo social muy emocional y poco racional.
A esto se suma:
– El wokismo moralista: que clasifica todo en “culpables” y “víctimas”, sin análisis histórico.
– El hedonismo digital: que hace creer que la vida es un escenario donde la comodidad es un derecho.
– La cultura de lo fácil: que rechaza el esfuerzo, la constancia y el estudio sistemático. Así, muchos jóvenes poseen herramientas tecnológicas extraordinarias, pero carecen de raíces intelectuales para comprender los procesos políticos y sociales de largo plazo.
3. Los años anteriores a 1989: un mundo de estudio, doctrina y combate intelectual:
Hasta finales de la década de los ochenta, la formación política estaba profundamente unida al estudio serio. Los jóvenes debatían con pasión a Berdiaev, Lepp, Mounier, Maritain, Marx, Engels o Guardini. Las bibliotecas eran trincheras del pensamiento.
Soñábamos con:
La justicia social,
La libertad como valor moral,
La dignidad de las personas,
El papel del Estado,
La responsabilidad del mercado.
Pero también vivíamos la confrontación política real. La división del mundo en dos bloques —uno comunista y otro capitalista— daba sentido a luchas obreras, universitarias, sindicales y partidarias.
Después de 1989, el paisaje cambió drásticamente. Terminó una época de confrontación ideológica y comenzó otra regida por el mercado global, que sustituyó la política doctrinal por el marketing político, el dinero, la superficialidad mediática y la imagen.
4. La reunión de 2019: ¿un grano de mostaza?
A pesar del escenario, pensé que aquel encuentro podía ser un grano de mostaza que algún día creciera y diera frutos. Ya no existen grandes partidos inspirados en un humanismo cristiano. Tampoco hay partidos auténticamente doctrinales. Pero sí existe la necesidad de recuperar:
La profundidad,
La disciplina intelectual,
La verdad histórica,
El sentido del bien común.
La nueva generación de políticos católicos latinoamericanos tendrá que aprender lo que sus mayores conocieron por experiencia y estudio. Y deberá hacerlo en una época donde todo empuja a la superficialidad.
5. El papel del embajador ante la Santa Sede:
Compartí con los jóvenes las responsabilidades esenciales del embajador acreditado ante el Papa, porque la Santa Sede —aunque pequeña en territorio— representa un espacio de continuidad histórica y moral que no cambia con las modas sociales.
Las funciones más relevantes:
1. Mantener contacto permanente con el Gobierno del Papa, coordinado por el Cardenal Secretario de Estado y las estructuras diplomáticas y administrativas de la Santa Sede.
2. Canalizar junto a Cancillería los temas de interés común:
Migración, derechos humanos, crisis regionales, pobreza, conflictos armados, mediación internacional.
3. Relacionarse con el cuerpo diplomático:
En Santa Sede existe un decanato por antigüedad; desde 2014, fui decano de los embajadores del GRULAC y de las Américas.
4. Coordinar visitas oficiales al Vaticano:
Presidentes, Vicepresidenta, Primera Dama, ministros, obispos, feligreses. Gestionar audiencias, reuniones en dicasterios, visitas a Museos y Jardines Vaticanos.
5. Acompañar a la comunidad dominicana en Italia.
En celebraciones y actividades litúrgicas en el Vaticano.
6. Coordinar con el Gobierno de Italia
Las visitas de autoridades dominicanas en asuntos vinculados a la Santa Sede.
Conclusión: Cambian los tiempos, cambian las generaciones, pero no cambian los fundamentos.
Cada época tiene sus desafíos.
Pero hoy enfrentamos uno especialmente grave:
Jóvenes desconectados de la historia, moldeados por el wokismo, el hedonismo y la comodidad, y sin el rigor de las lecturas que formaron a generaciones anteriores.
La tarea es rescatar:
El estudio,
La memoria,
La disciplina,
El pensamiento crítico,
Y el humanismo cristiano.
Ese fue el espíritu que llevé a Roma aquel 2 de marzo de 2019.
Y ese es el espíritu que el mundo necesita recuperar hoy.
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