Cuando la gente piensa en diplomacia, suele imaginar trajes oscuros, salones ceremoniales y documentos firmados entre gobiernos. Yo, en cambio, pienso en una joven voluntaria alemana, sentada en el suelo de un albergue en Bonao, peinando con ternura a niños huérfanos como si fueran suyos. Sin título oficial, sin escudo en el pecho, sin protocolo. Solo humanidad en acción.

Es en esos gestos, discretos, cotidianos, profundamente humanos, donde encuentro la expresión más poderosa de una diplomacia que no necesita pasaporte diplomático: la diplomacia ciudadana. Una que se construye desde abajo, sin flashes ni boletines, pero que deja huellas más duraderas que muchos discursos.

Cuando la gente sostiene lo que los gobiernos aún no pueden

En un mundo cada vez más tensionado, donde la geopolítica se mide en bloques y crisis, la diplomacia tradicional avanza con cautela. Pero mientras los gobiernos negocian o se paralizan, los pueblos se encuentran. Y muchas veces lo hacen a través de quienes no usan traje: estudiantes de intercambio, voluntarios internacionales, familias anfitrionas, líderes comunitarios, docentes solidarios.

En República Dominicana, lo hemos vivido de forma vívida. Mientras se cierran fronteras o se elevan discursos de separación, nuestras comunidades siguen recibiendo con brazos abiertos a jóvenes de Alemania, Japón, Guatemala o Estados Unidos que vienen no a enseñar, sino a aprender, a servir, a convivir. Y eso cambia todo.

Lo que representa una joven peinando niños en Bonao

Esa imagen inicial no es simbólica. Es real. En Bonao, he visto voluntarias internacionales convertirse en parte de la familia de centros comunitarios. He visto cómo un gesto tan sencillo como peinar a un niño se transforma en acto de amor y respeto intercultural. Y he visto cómo, a través de esa convivencia, no solo cambian los voluntarios, sino también las comunidades que los acogen.

Porque esa diplomacia desde abajo no solo exporta buena voluntad; también transforma a quienes la reciben. En Las Matas de Farfán, Moca, San Juan, La Vega, Bonao, San Cristóbal, La Romana, San Francisco, Puerto Plata, Samaná o Hato Mayor, hay familias dominicanas que se han convertido, sin saberlo, en verdaderos embajadores.

Acogen estudiantes y voluntarios con generosidad, les enseñan a comer mangú, a bailar merengue, a caminar nuestras calles sin miedo. Y en el proceso, esos jóvenes se llevan en el corazón una versión viva, cálida y profunda de lo que significa ser dominicano.

Itō Hikaru: cuando la diplomacia empieza antes del cargo

Hace poco, durante el Encuentro Nacional de Educación para la Ciudadanía Global que organizamos desde AFS el 28 de octubre, escuché un testimonio que me conmovió. El agregado cultural de la Embajada del Japón, Itō Hikaru, a quien aprecio sinceramente, compartió cómo su vida cambió gracias a su experiencia intercultural como estudiante AFS en Nueva Zelanda.

Esa vivencia, dijo, le enseñó a preservar y defender la hermandad y la paz entre los pueblos. Hoy representa oficialmente a su país, pero su vocación de servicio global comenzó mucho antes de ocupar un cargo. Comenzó al vivir en una casa ajena, en una cultura nueva, siendo recibido no como extranjero, sino como uno más.

Como él, decenas de egresados dominicanos de AFS forman parte hoy del cuerpo diplomático dominicano en el exterior o del personal de nuestra cancillería. Y muchos de ellos me han dicho que lo aprendido en su experiencia de intercambio sigue guiando su forma de representar a nuestro país: con empatía, con escucha, con vocación de entendimiento.

Porque eso es lo que hacen las competencias globales. No enseñan solo a convivir, sino a representar. No entrenan solo para trabajar fuera, sino para pensar con sentido global en lo que hacemos dentro.

Más allá del Ministerio: un país que también se representa desde abajo

Esto no se trata de reemplazar la diplomacia oficial, sino de complementarla. La República Dominicana necesita, sí, una voz activa en la ONU, en la CELAC, en CARICOM. Pero también necesita comunidades que construyan paz desde la convivencia diaria. Necesita jóvenes que, al regresar de un intercambio, quieran hacer de su país un espacio más abierto y justo. Necesita una ciudadanía capaz de representar su identidad sin arrogancia, con humildad y con coraje.

Y eso solo se logra cuando valoramos los programas que lo permiten: los intercambios juveniles, los programas de servicio como Weltwärts, los proyectos de voluntariado, las redes de cooperación educativa. Cada vez que recibimos a un voluntario, estamos diciendo al mundo que confiamos en el encuentro. Que no nos define el miedo ni la desconfianza.

Y cada vez que una familia dominicana abre sus puertas a un estudiante extranjero, no solo lo hospeda. Representa al país entero. No hay mayor gesto diplomático que ofrecer el almuerzo, la cama, la conversación y la risa. Esa es la verdadera cara del país que queremos mostrar al mundo.

Diplomacia sin protocolo, pero con propósito

La diplomacia de los que no visten traje no necesita protocolo, pero sí propósito. Es la que ejercen los líderes comunitarios que se suman a formar parte de proyectos solidarios. La que sostienen docentes que apuestan por una educación global. La que encarnan egresados de AFS que hoy ocupan cargos públicos, pero que nunca olvidan que su primer contacto con otro país fue en una casa común, comiendo lo que comían los demás, aprendiendo a decir gracias en otro idioma.

Esta diplomacia silenciosa tiene poder. Tiene rostro. Y tiene historia. Solo necesita que la reconozcamos como parte integral de nuestro desarrollo y de nuestra proyección internacional.

Cierre

No sé si aquella voluntaria que peinaba niños en Bonao entendía que estaba representando a su país. Probablemente no. Pero yo sí entendí que, en ese instante, ella nos enseñaba algo que todos deberíamos recordar: que la paz no se decreta, se construye. Y que muchas veces se construye con un cepillo en la mano, una sonrisa en el rostro y la convicción de que el otro nunca será un enemigo si primero lo tratamos como hermano.

Pablo Viñas Guzmán

Educador, gestor cívico

Pablo Viñas Guzmán es director ejecutivo de AFS Intercultura en República Dominicana, gestor cívico y educador. Desde esa posición lidera programas de intercambio educativo, formación de jóvenes líderes, cooperación intersectorial y participación ciudadana. Es líder de GivingTuesday en República Dominicana y forma parte de su red global, además de presidir la Junta Directiva de Alianza ONG y participar activamente en otros espacios de articulación del sector social. Ha sido consultor y conferenciante en diplomacia pública, educación global, voluntariado internacional y fortalecimiento institucional en América Latina, Europa y Asia. Ha diseñado y ejecutado programas con el apoyo de agencias de cooperación y organismos internacionales, y ha colaborado con iniciativas de la Unión Europea, WINGS y otras plataformas en la consolidación de ecosistemas filantrópicos en el Caribe. Cuenta con formación en Derecho, Negocios Internacionales, Liderazgo Cívico y Diplomacia, y es egresado del Programa Executivo en Estrategia de Impacto Social e Innovación de la Universidad de Pensilvania.

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