En 2020 llegamos en lo que parecía un partido político “cansado de gobernar”. Con un liderazgo en crisis y sin capacidad de diálogo para “renovarse en el poder”. Las consecuencias, todos las conocemos: una oposición sin ningún proyecto de gobierno ni de país en manos, pero sí con la “justificación necesaria entregada en bandeja por el partido gobernante”: ¡No a la corrupción!
A algo más de cinco años en el ejercicio del poder, “aquellas esperanzas vendidas a viva voz en la famosa Plaza de las Banderas y con un presidente empresario, se aseguraban el fin de la corrupción y una mayor eficiencia en el gasto público”. Cerramos el 2025 con lo que parece ser la negación absoluta del sueño vendido.
El escándalo ya era imposible mantenerlo oculto. La herida vertida en el corazón mismo del pueblo pobre no aguantaba una “curita más”; la sangre con pus emanaba con fuerza. Y otras más se anuncian sin reparos, como si cada situación puesta “al descubierto” le ganara la carrera a la anterior en montos. Ese no fue el guion vendido entonces. Ha sido una Navidad apesadumbrada. ¿Qué nos deparará el año nuevo?
Las esperanzas de sueños y anhelos posibles de un país encaminado por un liderazgo político cimentado en valores éticos irrenunciables se transforman en pesadilla. ¿Qué elixir será capaz de recobrarnos del desdén, la falta de confianza, la incredulidad en las instituciones y las organizaciones políticas y sociales?
¿Hacia cuáles puertos se enrumba la ya estrecha y maltratada “democracia representativa”? ¿Cuáles motivaciones ciudadanas de compromiso y honor, de fe y esperanza, se espera nacerán de un alma afligida y herida profundamente, engañada y abandonada, pisoteada a su suerte, arrebatada de su credulidad?
Una vida social sana como la que todos aspiramos supone priorizar las necesidades de educación y salud, de prosperidad y bienestar de todos y de la sociedad en su conjunto
¿A qué se apuesta y sobre cuáles supuestos se continúa la obra, que ya de por sí nos muestra unos actores que fabulan y falsean verdades, que aprovechan la noche para seguir haciendo sus locuras con las cuales nos sorprenden en la mañana del día siguiente? ¿Cuál es la “dormidera” que se nos introduce en la conciencia ciudadana?
¿Cuál es el futuro que nos depara cuando ya no se puede confiar ni en aquellos que económicamente tienen resuelta su vida? Estamos viviendo en un momento claustrofóbico, encerrados y sin límites, sin apuesta y esperanzas de un futuro diferente, en que nos sintamos en la confianza de despertar sin aspavientos y, mucho menos, desesperanzados.
Cada acto de corrupción es una herida que se inflige a la democracia, hiriendo y lastimando en la conciencia y en el alma ciudadana su fe en la vida democrática. Como señaláramos en una entrega anterior: “La corrupción como estilo de vida no solo sustrae dinero, roba lo más preciado que puede tener una sociedad, su presente y su futuro…”.
Más aún, a la posibilidad de educar a las nuevas generaciones que van llegando a nuestras escuelas en la creencia y en la idea de que es posible vivir apegado a valores de honestidad y decoro, a la integridad y a la transparencia, a la responsabilidad y la rendición de cuentas, al respeto a la ley y a una vida intachable.
El peso de la ley, con la rigurosidad y la firme aplicación de las normas jurídicas ante el desfalco criminal, no puede tener reparo alguno. No puede contentarse con la simple devolución de una parte de lo incautado y unos años separados de la vida social, sino con un futuro económico asegurado.
La frustración ciudadana y la inestabilidad política, el fomento de la ilegalidad y la vulnerabilización de las normas legales y los principios fundamentales de la vida social no pueden ser expuestos y mucho menos objeto de negociación. No es solo el presente que está en juego, es el futuro de quienes estamos y de aquellos por venir.
Una vida social sana como la que todos aspiramos supone priorizar las necesidades de educación y salud, de prosperidad y bienestar de todos y de la sociedad en su conjunto, bajo el reconocimiento de que el bienestar personal está vinculado estrechamente al de todos los demás, bajo los principios de justicia y equidad, sostenibilidad y cooperación por un mejor país.
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