El ataque de pánico es una experiencia desagradable y repentina, que provoca miedo intenso y en muchas ocasiones no tiene que ver con un peligro real. Puede acompañarse de miedo a morir. Se diferencia de la ansiedad generalizada por ser una experiencia aguda y de mayor intensidad.
Vamos a resumir una pequeña guía que es importante para todo ser humano, para aplicarla en lo posible a sí mismo y para apoyar a los demás. De manera especial será útil para: médicos, psicólogos, bomberos, policías, maestros, rescatistas y todo el personal que trabaja con emergencias.
El ataque de pánico puede acompañarse de síntomas físicos, como: palpitaciones o taquicardia, sudoración excesiva, temblores, escalofríos, náuseas o mareos. También psicológicos como: gran malestar general, miedo a morir, desconexión mental y miedo a perder la razón o el control. Aunque la persona suele creer que se va a desmayar, muy rara vez eso sucede y de suceder, se debería a algún otro factor (deshidratación, calor, hiperventilación excesiva). El desmayo es raro porque la respuesta fisiológica del pánico es lo opuesto a la del síncope.
Hay algunos elementos predisponentes que podríamos señalar, como: estrés crónico, traumas emocionales, trastornos hormonales, algunos psicofármacos, antecedentes familiares, falta de sueño. Hablamos de trastorno de pánico, cuando no es un hecho aislado, sino que se repite e incluso existe la ansiedad de padecer un ataque de pánico (ansiedad anticipatoria). Esto lo podríamos denominar como: miedo al miedo, siendo una condición incómoda y limitante.
Si ayudas a alguien que esté experimentando un ataque de pánico: debes mirarle a los ojos, procurar hablarle mencionado su nombre, con voz suave, firme y pausada (aunque esté gritando). Es importante decirle: estás atravesando por un ataque de pánico, es algo pasajero, aunque sea intenso no te matará, tampoco estás perdiendo la razón y en unos minutos la crisis pasará.
Control de la respiración: es preciso motivar a la persona a controlar su respiración, al punto de que, si lo hace, la crisis cede rápidamente. Hay varias técnicas, como decirle que se coloque una mano sobre el abdomen y que al respirar haga que esa mano se mueva con el ritmo de la respiración.
Se realizan respiraciones cronometradas, pudiendo ser: inhalar al conteo mental de cuatro, retener por cuatro más y exhalar al conteo de 8. También podría ser 4-2-6, dependerá mucho de la capacidad respiratoria como del grado de crisis en que se encuentre la persona afectada. Por ejemplo, si ha hiperventilado por varios minutos, podría haber perdido mucho CO2 y requerir la retención respiratoria más prolongada. Pero en todo caso, la persona en descontrol emocional presenta tal desorden respiratorio, que simplemente intentar regular la respiración, hace maravillas.
Para evitar la desconexión consigo mismo y con la realidad, es recomendable la terapia de los sentidos. Se motiva a la persona a reconocer sus sentidos, se recomienda señalar cinco estímulos visuales, cuatro táctiles, tres auditivos, dos olfatorios y uno gustativo. También experiencias tipo mindfulness, concentrar la mente en estímulos del momento presente o “aterrizar sus pensamientos”. Esta técnica se conoce en psicología como grounding o anclaje con los sentidos.
La relajación muscular paradójicamente se puede lograr en estos casos indicando ejercicios de contracción y relajación muscular progresiva, como por ejemplo cerrar fuertemente los puños y luego abrirlos.
Tan pronto se esté logrando superar la crisis de pánico, es importante hacérselo reconocer a la persona afectada, que note como su cuerpo se va regulando y que comprenda que siempre le será posible lograrlo, ya que, aunque muy molestas, estas crisis son inofensivas, especialmente si se llega a reconocerlo.
Entre las opciones que contribuyen a evitar estas situaciones podríamos señalar: hacer ejercicios de forma regular, dormir suficiente, tener una vida social satisfactoria, hábitos saludables, controlar café y alcohol. Algunas drogas psicoactivas deberán evitarse.
Las psicoterapias más utilizadas, han sido la terapia cognitivo conductual (TCC), algunos enfoques psicodinámicos, técnicas de relajación, mindfulness y otras técnicas de meditación terapéuticas. Las opciones medicamentosas son: antidepresivos (ISRS) para tratamiento de base, y tranquilizantes (benzodiacepinas) para el manejo de las crisis.
Pertenecer a una religión puede ser de mucha ayuda, pero especialmente si en verdad se tiene fe, ya que la fe contribuye a la seguridad de que la crisis se superará.
Cuando se reconoce que las crisis de pánico son transitorias y controlables pueden reducirse significativamente o incluso remitir. Las crisis suelen surgir sin haber ningún peligro real, pero si hubiera un peligro real, de todas formas puedes enfrentarlo de forma más eficaz si no estás bajo los efectos del pánico. Siempre es conveniente tener control mental, pero en momentos de reto o peligro, es indispensable.
Tener miedo es saludable en algunas ocasiones, pero el miedo excesivo no nos sirve de nada. Debes saber que puedes controlarlo y que sólo es difícil si crees que es difícil.
Compartir esta nota