Aquello ocurrió hace muchos años. Supongo que sería a finales de los 80. Yo era presidente del Colegio Dominicano de Economistas (CODECO) y, en tal condición, viajé a México a participar en un congreso de economistas de América Latina.

El tema del congreso era la integración económica latinoamericana. En esa época en nuestra región vivíamos la euforia de la redemocratización, y qué mejor que impulsar la creación de un gran mercado común para la industrialización y el comercio regional, el gran sueño de Bolívar.

Las dictaduras promovidas por los Estados Unidos en las décadas previas habían decretado el fracaso de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y el debilitamiento de los grupos subregionales, como el Pacto Andino, el Mercado Común Centroamericano y el CARIFTA (posteriormente CARICOM).

En ese ambiente se desarrollaban las discusiones hasta que le tocó intervenir al representante del Colegio de Economistas de México. Su discurso fue como un jarro de agua fría para el resto de los participantes.

Indicó dicho colega, no sé si a título personal o en nombre de su Colegio, que a México no le interesaba la integración con América Latina, porque su destino era América del Norte; que su oportunidad radicaba en aprovechar el enorme potencial de su cercanía con los EUA y su larga frontera para su industrialización complementaria.

Para motivar su argumento, apuntó que, de antemano, ya la mayor parte del comercio de México era con su vecino del norte. Hubo una acalorada discusión con varios economistas de otros países, particularmente con uno de Brasil, quien le recordaba que esa era la misma situación de toda América Latina, tuviera o no fronteras con EUA; que Brasil, pese a estar muy lejos, también tenía casi todo su comercio con Estados Unidos, justamente la situación que queríamos superar.

Las dictaduras promovidas por los Estados Unidos en las décadas previas habían decretado el fracaso de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y el debilitamiento de los grupos subregionales, como el Pacto Andino, el Mercado Común Centroamericano y el CARIFTA (posteriormente CARICOM).

La realidad es que México terminó asociando su economía a la de EUA mucho más que antes, y la integración latinoamericana no pasó de ser un sueño, por más iniciativas que se han lanzado.

Posteriormente, los Estados Unidos, ya en su momento unipolar, intentaron cobijar todo el continente con su iniciativa de ALCA, como sugirió el presidente Bush (padre), al proponer una zona de libre comercio de todas las Américas.

Lo que querían los países latinoamericanos era integración con sus pares, no con los Estados Unidos. Aquellos con más desarrollo industrial, como Brasil y Argentina, se oponían a ciertas reglas y normas de comportamiento que quería Estados Unidos, por lo que se frenó el proyecto general del ALCA.

Además de México, otros como Chile, Perú, Colombia y las pequeñas repúblicas centroamericanas (incluyendo RD) iniciaron procesos de negociación de acuerdos bilaterales con EUA, al margen de la región en su conjunto. Nuestros pueblos compraron la idea del libre comercio creyendo que con ello vendría el desarrollo industrial, con altos ingresos para los trabajadores y exportaciones de alto nivel tecnológico hacia el norte.

México fue el que más asoció su economía con la estadounidense, pero no le fue mejor que al resto de países. Sí desarrolló un fuerte sector exportador, una gran industria automovilística y de enseres electrodomésticos, pero no logró generar tecnología propia, creando una dependencia extrema.

Complementario a esa asociación industrial y comercial, surgieron también enormes redes de tráfico de drogas, de armas y de seres humanos, crimen organizado y violencia política.

En general, su economía tampoco creció más que antes. Al llegar los gobiernos de AMLO y Claudia Sheinbaum, al menos han logrado mejorar los salarios reales y emparejar algo la distribución del ingreso, pero no han conseguido suprimir la ancestral corrupción entre los políticos regionales, policías o militares, ni los negocios ilícitos o la violencia.

La integración latinoamericana que se buscaba nunca prosperó: de todos los continentes, los países que menos comercian entre sí son los latinoamericanos. Menos del 15% del comercio exterior de ALC tiene lugar entre países de la misma región, y es principalmente combustibles.

Lo que hizo nuestra región fue adaptar las legislaciones sobre propiedad, derechos de autor, inversión extranjera, competencia, contrataciones, etc., a las exigencias norteamericanas por conveniencias de sus grandes conglomerados tecnológicos y financieros, pero el comercio no avanzó mucho más que de antemano.

Ahora que Estados Unidos ha entrado en una nueva etapa de mercantilismo económico, ha roto de manera unilateral los acuerdos de libre comercio que tenía. Nuestra región paga los errores de haber comprometido su seguridad económica.

La verdad es que a Trump no le gusta América Latina; contra ella suele descargar sus frecuentes diatribas, pese a saber que necesita guardar las fronteras del imperio ahora que está en decadencia, con su estilo de amenazar y asustar a los vecinos. A sabiendas del grado de dependencia, algunos gobiernos como los de México, Brasil y Colombia viven haciendo malabares para resistir los embates al tiempo de defender la dignidad nacional.

Ahora le ha dado con acusar a los presidentes latinoamericanos de encabezar cárteles de drogas y a sus países de ser narcoestados. Sí concuerdo con él, al igual que mucha gente en este mundo, en que Nicolás Maduro es un peligro. Pero no un peligro para los Estados Unidos, sino para el pueblo venezolano, al que ha tiranizado y sumido en la miseria.

Pero, ¿acusarlo de dirigir un cártel de drogas? Lo extraño es que mucha gente se lo cree, no porque tenga evidencia de ello, ni porque confíe en la palabra de Trump, un político caracterizado por disparar mentiras como una metralleta, sino porque considera ilegítimo al gobierno de Maduro debido a la forma como se ha mantenido en el poder.

Ahora bien, ¿acusar de narcotráfico a Gustavo Petro o a Claudia Sheinbaum? No será porque en Colombia o en México hay mucho narcotráfico, porque narcotraficantes hay en todas partes, incluyendo su inserción entre los intersticios del sistema político, y si de eso se trata, no habría narcoestado más grande que los Estados Unidos, porque ahí sí que se trafica al por mayor y al por menor.

Isidoro Santana

Economista

Ex Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, agosto 2016-2019. Economista. Investigador y consultor económico en políticas macroeconómicas. Numerosos estudios sobre pobreza, distribución del ingreso y políticas de educación, salud y seguridad social. Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Miembro fundador y ex Coordinador General del movimiento cívico Participación Ciudadana y ex representante ante la organización Transparencia Internacional.

Ver más