Ayer conversé con un viejo. De esos que cuentan aún mosaicos imaginarios en las aceras de la ciudad vieja. Y empezábamos a dialogar pacientemente sobre las “vertien­tes epistemológicas de la conflictualidad epocal”. Y empe­zaba a reír cuando me exhortó a reconvenir sobre la calidad de los políticos de hoy. Y yo le cité discursos, contradicciones, paradigmas, propuestas, soluciones históricas, contradicciones de clases. Y nada. El viejo no cree en nada de eso, porque –me dijo – ningún político vale si no es capaz de inventar una frase como esta de Trujillo: “Mis mejores amigos son los hombres de trabajo”. (No dije ni una pa­labra más).

Ramón Colombo

Periodista

Soy periodista con licenciatura, maestría y doctorado en unos 17 periódicos de México y Santo Domingo, buen sonero e hijo adoptivo de Toña la Negra. He sido delivery de panadería y farmacia, panadero, vendedor de friquitaquis en el Quisqueya, peón de Obras Públicas, torturador especializado en recitar a Buesa, fabricante clandestino de crema envejeciente y vendedor de libros que nadie compró. Amo a las mujeres de Goya y Cezanne. Cuento granitos de arena sin acelerarme con los espejismos y guardo las vías de un ferrocarril imaginario que siempre está por partir. Soy un soñador incurable.

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