El 2025 se sintió como un año de cierres. Lo que antes funcionaba empezó a fallar, las justificaciones dejaron de convencer y lo que antes se aguantaba por costumbre o por lealtad se volvió demasiado costoso en energía, en salud, en claridad emocional y en coherencia. Para mucha gente, ese cierre no fue un evento puntual, sino una suma de decisiones inevitables: terminar dinámicas, ajustar prioridades, soltar planes que ya no encajaban con la realidad y admitir —con más honestidad que romanticismo— que, si algo no cambiaba, el precio iba a seguir subiendo.

Desde la numerología, un año 9 suele coincidir con esa lógica; se termina una vuelta y la vida pide depuración. Ese proceso incomoda porque obliga a abandonar versiones anteriores de uno mismo, pero también deja algo valioso: criterio. Cuando un capítulo se cierra por necesidad, y no por capricho, lo que se gana no es solo libertad; es perspectiva.

El 2026, como año 1, cambia el enfoque. No es un año de pausa; es un año en el que la iniciativa vuelve a ser un recurso central. Además, coincide con un calendario astrológico que marca movimientos que suelen coincidir con cambios de época en la vida social, cultural y tecnológica. En paralelo, el año trae revisiones emocionales claras, porque habrá tres retrogradaciones de Mercurio completas en signos de agua: procesos que no se tratan solo de ideas, sino de memoria, vínculos, acuerdos, cansancio acumulado y lo que el cuerpo viene entendiendo antes que la mente.

La intención de este artículo es describir el clima general y el tipo de proceso personal que puede aprovecharse. La astrología, en esta lectura, funciona como mapa de tiempos, no reemplaza decisiones, pero ayuda a tomarlas con contexto, a distinguir prisa de dirección y a entender por qué ciertas conversaciones, tensiones o revelaciones aparecen cuando aparecen.

Enero: valor, acuerdos y decisiones ejecutables

El año abre con el marcador simbólico del Venus Star Point en Capricornio (6 de enero), un reinicio del ciclo de Venus asociado a valor, deseo, vínculos, placer, estética y dinero, pero filtrado por un signo que no negocia con fantasías. En Capricornio, esas preguntas se vuelven prácticas y, por momentos, incómodas: ¿qué es viable en el tiempo? ¿qué puedo mantener con mis recursos reales? ¿qué compromisos estoy dispuesto a asumir? ¿qué precio emocional estoy pagando por sostener una vida que ya no se ajusta a mis límites?

Capricornio pide estructura, límites, planificación y realismo, y cuando Venus reinicia su ciclo en ese signo, el foco tiende a ir hacia acuerdos claros, condiciones explícitas, responsabilidades compartidas y definición de prioridades. Enero favorece conversaciones serias que evitan malentendidos futuros, porque pone sobre la mesa el tema de la inversión —no solo de dinero, también de tiempo, energía, atención y lealtad— y obliga a elegir mejor dónde se va a colocar todo eso.

Febrero y marzo: Saturno y Neptuno en Aries, y primer Mercurio retrógrado del año

Una de las firmas más importantes del 2026 es la conjunción Saturno–Neptuno en el grado 0 de Aries, descrito como un punto de alta visibilidad por tratarse del inicio del zodíaco. Aries habla de decisión, identidad, acción e iniciativa; Saturno representa estructura, límites, responsabilidad y consecuencias; y Neptuno representa visión, ideal, inspiración, y también confusión cuando se usa como escape. Cuando estos dos principios se juntan al comienzo de Aries, la pregunta se vuelve frontal: ¿qué visión va a convertirse en realidad? ¿bajo qué reglas? ¿con qué costos? ¿con qué nivel de responsabilidad?

En términos colectivos, este tipo de tránsito tiende a coincidir con reordenamientos de narrativa, cambia el tipo de liderazgo que se premia, el tipo de causa que crece y la manera en que se discuten valores, derechos y prioridades. Aries inicia, pero también polariza, porque obliga a tomar posición; Saturno exige que esa posición tenga forma, método, coherencia y continuidad; y Neptuno exige que tenga sentido y que no sea solo una reacción. Por eso el año va a pedir distinguir con claridad entre dos extremos que suelen aparecer en este clima: por un lado, inicios bien estructurados, con propósito y disciplina; por otro, promesas grandilocuentes, discursos vacíos y reacciones impulsivas sostenidas únicamente por la emoción colectiva.

En ese mismo bloque aparece el primer Mercurio retrógrado del año, completamente en Piscis. Esto pone el foco en intuición, agotamiento, expectativas, desilusiones y en la manera en que uno se cuenta una historia para sobrevivirla. Es un período útil para corregir la narrativa interna antes de tomar decisiones definitivas, especialmente cuando el entorno acelera y el cuerpo todavía está procesando lo que se cerró en el ciclo anterior.

Abril a noviembre: Urano entra en Géminis y cambia el ritmo de la conversación pública

El 26 de abril, Urano entra en Géminis y cambia el ritmo de muchas conversaciones colectivas. Urano se asocia con innovación, disrupción y cambios repentinos; Géminis se asocia con información, medios, educación, lenguaje, movilidad, redes y aprendizaje. La combinación suele acelerar la circulación de información, reconfigurar plataformas, transformar formatos de enseñanza y trabajo, y volver más visible la discusión sobre tecnología, comunicación y alfabetización mediática.

Este tránsito tiene un lado productivo y un lado complicado. El productivo es evidente: más herramientas, más acceso, más aprendizaje rápido, más formas de conectar; el complicado es que la velocidad no garantiza criterio. Este tránsito favorece la adaptación, pero castiga la superficialidad; exige higiene mental, capacidad de filtrar, paciencia para verificar y valentía para desconectarse cuando la conversación se vuelve pura adrenalina. En lo personal, también se siente como actualización interna; creencias que parecían fijas empiezan a moverse, marcos mentales se reordenan, y se vuelve más obvio qué hábitos informativos regulan y cuáles desregulan.

Durante la primera mitad del año conviene priorizar lo básico, porque Júpiter seguirá en Cáncer durante esos meses, y ese tránsito ha puesto el foco en hogar, cuidado, pertenencia, alimento, seguridad emocional e identidad cultural. En un 2026 que puede sentirse mentalmente acelerado, esa energía funciona como contrapeso y deja un recordatorio muy práctico de que el cuerpo y la vida doméstica no son temas secundarios; son la base desde la cual se puede iniciar algo nuevo sin agotarse ni desorganizarse.

Plutón en Acuario: poder, redes y pertenencias que se redefinen

Plutón continúa avanzando en Acuario y ese es el telón de fondo del 2026. Plutón se asocia con transformación profunda, poder, crisis que obligan a cambios y procesos que no se resuelven rápidamente; Acuario se asocia con lo colectivo, las redes, la tecnología, las comunidades, la ciencia y la idea de futuro. Este tránsito tiende a reordenar cómo se distribuye el poder en la sociedad, especialmente a través de sistemas, plataformas, datos, regulación y organización colectiva.

Esto se ve en debates sobre vigilancia, automatización, gobernanza de datos, economía digital y regulaciones que intentan alcanzar a tecnologías que avanzan más rápido que las instituciones. También se ve en la vida cotidiana: la pertenencia a comunidades —digitales o no— se vuelve más determinante, para bien o para mal. En un clima así, es fácil que el individuo se diluya en el colectivo o que el colectivo se convierta en una identidad rígida. Por eso, a nivel personal, este año pide mantener el centro, saber qué piensas, por qué lo piensas y desde dónde estás eligiendo, incluso cuando el entorno te empuja a reaccionar.

La arquitectura del año: conexiones entre Urano, Plutón y la conjunción en Aries

El 2026 no solo trae tránsitos importantes por separado; trae relaciones entre ellos que le dan coherencia al clima general. Hay un sextil entre Plutón en Acuario y Saturno en Aries durante marzo y abril, además de un sextil entre Plutón en Acuario y Neptuno en Aries que se activa en julio y vuelve a activarse en septiembre, con otra repetición más adelante.

Esta clase de aspectos suele describir un período en el que la transformación de poder, estructura social y visión de futuro se conectan; por eso muchas conversaciones dejan de ser teóricas y empiezan a volverse medidas, infraestructura, decisiones y consecuencias.

El punto no es que todo se resuelva en este año; el punto es que muchas semillas del período cambian dirección de manera visible, siendo el hito un trino entre Urano en Géminis y Plutón en Acuario, señalando un momento de aceleración en procesos de innovación, reordenamiento de poder y cambios tecnológicos con impacto colectivo.

Mercurio retrógrado en agua: tres pausas emocionales para corregir rumbo

Uno de los datos más prácticos del 2026 es que Mercurio retrograda tres veces en agua: en Piscis (26 de febrero–20 de marzo), en Cáncer (29 de junio–23 de julio) y en Escorpio (24 de octubre–13 de noviembre). Esto describe un año que, aunque empuja a iniciar, no premia el impulso ciego; premia la capacidad de revisar emocionalmente lo que se está decidiendo.

Piscis revisa fe, expectativas, cansancio y narrativa interna; Cáncer revisa hogar emocional, pertenencia, familia, memoria y necesidad de cuidado; Escorpio revisa pactos, recursos compartidos, intimidad, lealtad y poder dentro de los vínculos. Si uno quiere resumirlo en una sola idea útil, sería esta: no basta con querer iniciar; hay que iniciar bien, y para eso el año te obliga a revisar lo que estás creyendo, lo que estás callando y lo que estás negociando por miedo.

Eclipses: dos temporadas que reordenan prioridades y visibilizan temas

Además de los retrógrados, el calendario trae eclipses que funcionan como puntos de giro, no porque predigan un hecho puntual, sino porque suelen concentrar visibilidad, urgencia y decisiones. En el 2026 hay dos eclipses que abren conversación sobre el eje Acuario–Leo incluso antes del cambio de nodos: el eclipse anular de Sol en Acuario del 17 de febrero y el eclipse total de Sol en Leo del 12 de agosto, dos hitos que tensan la relación entre procesos colectivos y decisiones personales, y que van marcando el tema de pertenencia, audiencia, voz y poder simbólico que dominará el segundo semestre.

Así mismo, el año también trae eclipses que cierran la serie Piscis–Virgo, y ahí es donde se entiende mejor por qué 2026 insiste tanto en hábitos, salud mental, descanso y orden interno. El 3 de marzo ocurre un eclipse total de Luna en Virgo, y el 28 de agosto se da un eclipse parcial de Luna en Piscis; que en conjunto, son marcadores de cierre que tienden a poner una lupa sobre lo cotidiano, lo que se repite, lo que drena y lo que necesita método para que el futuro no se construya sobre agotamiento o improvisación emocional.

En la primera mitad del año, con los nodos todavía en Piscis–Virgo, la conversación gira alrededor de eficiencia y compasión, intuición y método, descanso y exigencia; la pregunta es qué estás haciendo cada día y qué te está costando más de lo que te devuelve. Luego, el 18 de agosto, el cambio nodal hacia Acuario–Leo redefine el tono de los eclipses y del clima colectivo, y el foco se mueve hacia individuo y grupo, creatividad y sistema, voz propia y pertenencia; participar sin perder criterio, crear sin diluirse y colaborar sin entregarle la brújula a la masa se vuelve una consigna práctica, no una idea bonita.

Quirón en Tauro: el valor se vuelve corporal

Entre junio y septiembre, Quirón ingresa en Tauro, aunque luego vuelve a Aries. Astronómicamente, no es un planeta, sino un cuerpo menor del tipo centauro, y en astrología suele interpretarse como un símbolo de herida, aprendizaje y reparación. Cuando pasa por Tauro, el tema se vuelve tangible, refiriéndose al cuerpo, autoestima, recursos, dinero, ritmo, placer, estabilidad. Lo que se activa aquí no es abstracto; se siente en la rutina, cansancio, relación con el dinero, relación con el tiempo y decisiones que uno acepta por miedo.

Este tránsito tiende a mostrar dónde una persona se paga por debajo, dónde normaliza lo mínimo, dónde negocia su valor y dónde el cuerpo empieza a avisar que un estilo de vida ya no es compatible con calma. En un año que empuja a iniciar, este tránsito actúa como recordatorio: si no hay ritmo viable, el proyecto se quiebra; si no hay descanso, la mente se vuelve reactiva; si no hay autoestima práctica, se toman decisiones que se pagan caro.

Octubre y noviembre: Venus retrógrada, auditoría de acuerdos y cierre inteligente

Hacia el final del año, Venus retrógrada abre un período de revisión de acuerdos, deseo y economía emocional. Enero pone el tema del valor sobre la mesa de manera práctica; el final del año obliga a aplicar esa definición en vínculos, pactos y decisiones reales. Esa revisión suele sentirse como auditoría: ¿qué se aceptó por costumbre? ¿qué se calló por miedo? ¿qué se negoció por inseguridad? ¿qué necesita actualizarse para que tu vida no siga operando con reglas que ya no te representan?

Si además consideramos que en ese mismo cierre aparece el tercer Mercurio retrógrado en Escorpio, el mensaje se vuelve más explícito: no se termina el año improvisando, se termina afinando. Afinar no es dudar medalaganariamente; es corregir a tiempo para que el inicio que quieres en 2027 tenga menos autoengaño y más coherencia.

Cierre: la idea central del 2026

Este trae un inicio. Trae impulso para comenzar y, al mismo tiempo, trae pausas emocionales que evitan que el inicio se convierta en reacción. El año acelera la conversación tecnológica y colectiva, reordena pertenencias y exige criterio, mientras recuerda que el cuerpo, el descanso, la base emocional y el valor práctico no son temas secundarios, sino condiciones para que cualquier proyecto dure.

El 2025 cerró etapas, muchas veces por acumulación y por desgaste. El 2026 pide empezar otra, no desde la prisa, sino desde la claridad, entendiendo que lo colectivo se está moviendo y que, precisamente por eso, tus decisiones personales necesitan más intención, no menos.

Patricia Dore Castillo

Astróloga y herborista

Astróloga y herborista. Desde el 2020, ofrece lecturas astrológicas y de diseño humano, con apoyo del ThetaHealing y la bioneuroemoción. También elabora y vende herramientas que acompañan procesos de autoconocimiento, búsqueda personal y regulación emocional, cuentos como las flores de Bach, productos de aromaterapia, tinturas, oleatos, mieles herbales y ungüentos. Desde el 2012, ha estado estudiando astrología humanista, transpersonal y psicológica con un enfoque en Jung. A partir del 2022, se ha especializado en astrología dracónica y astrología infantil. Actualmente, está estudiando astromapping (astrocartografía y astrología local).

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