La trama de manipulación de apuestas que devino en el arresto de 34 personas, entre ellos tres astros de la NBA, tiene consecuencias naturales sobre la credibilidad del juego y la imagen de la liga en general, pero hay otras implicaciones que van más allá de lo obvio. ¿Se ha abierto un peligroso portal para que la mafia se involucre en el deporte? ¿Qué desafíos se presentan para el liderazgo del comisionado Adam Silver? ¿Cómo quedan otros frentes como la nueva Liga Europea?
Un jugador activo, uno retirado y un miembro del Salón de la Fama que dirigía a un equipo de la NBA son las caras más visibles de un escándalo que combina juegos amañados de póquer con información privilegiada sobre el baloncesto para apuestas. Para la liga, hay mucho más en juego que las figuras de Terry Rozier, Damon Jones y Chauncey Billups.
La víctima obvia de este entuerto es la credibilidad de la liga. En primer lugar, se le comienza a cuestionar la vinculación con las apuestas legales, con muchas casas y sitios web de juego anunciando como socios comerciales en las transmisiones.
Pero la sombra de la duda cae sobre el juego en sí mismo, porque son muchos los aspectos en los que puede ser influido para manipular los resultados del juego de azar.
Rozier y Jones son acusados de revelar información de primera mano sobre lesiones no conocidas públicamente, como insumo para ayudar a hacer predicciones en las apuestas.
Ahora la sospecha va mucho más allá de esas infidencias y salpica al propio rendimiento personal del jugador del Miami Heat, cuyas pérdidas de balón son vistas ahora a la luz de las acusaciones que ha formulado contra él el FBI.
Más allá de lo evidente, estas son otras formas en las que el escándalo puede afectar a la NBA:
Casada con la mafia
Cuatro de las familias más tradicionales del crimen organizado en Nueva York son mencionadas como parte del esquema: los Gambino, los Genovese, los Lucchese y los Bonnano.
La mafia ha intentado cultivar desde tiempos inmemoriales su relación con los atletas. El escándalo de los Medias Negras de Chicago, que dio origen a la prohibición de apostar para los jugadores de Grandes Ligas, nació de ese esfuerzo.
Arnold Rothstein, el gran capo de la mafia judía, invirtió 80.000 dólares (1,2 millones de nuestros días) como garantía para conseguir el amaño de la Serie Mundial de 1919 entre Medias Blancas y Rojos. Ese fue el aval con el que el promotor del fraude, Joseph Sullivan, consiguió la colaboración de Chick Gandil para reclutar a sus compañeros en el esquema.
Y cuando los jugadores de Chicago parecieron retractarse en el juego seis, temerosos de que se descubrieran los errores, los bajones y las malas aperturas intencionales, fue el poder criminal de Rothstein el que los hizo pensarlo mejor, y perder el séptimo, según lo pactado.
A finales de los ’70, dos miembros de la organización criminal de los Lucchese, Henry Hill y Jimmy Burke, luego inmortalizados en la célebre película ‘Goodfellas’ de Martin Scorsese, contactaron a jugadores de la Universidad de Boston para manipular resultados de baloncesto.
En los ’80, Michael Franzese, un gángster asociado a la familia Colombo, creó una agencia de representación deportiva, una mampara que buscaba reclutar a prospectos desde la etapa universitaria, a sabiendas de que una vez que sus carreras despegaran, serían carnada para asociaciones muy productivas.
Fue precisamente esa la forma en la que fueron usados Billups y Jones, aprovechando su prestigio y sus conexiones para atraer a potenciales víctimas del esquema de amaño en juego de póker, pero también valiéndose de sus problemas financieros, como sucedió en el caso de Jones.
“No tiene nada que ver con el juego legal y todo que ver con aquellos en posiciones de poder en lugares como la NBA metiéndose en la cama con La Cosa Nostra”, acusó el muy mediático director del FBI Kash Patel.
El descubrimiento de que el crimen organizado ha encontrado una grieta para entrar en el entramado de la liga de baloncesto más poderosa del mundo le puede costar muy caro en términos de imagen y credibilidad, porque pone en duda la integridad del deporte en general.
Una narrativa muy conveniente
Las horas bajas suelen ser buenos momentos para ajustar cuentas, y para la NBA, puede haber llegado el tiempo de pagar por su afiliación al movimiento ‘Black Lives Matter’ y por su defensa de las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), que el nuevo orden republicano tanto rechaza.
Charles Gasparino, un columnista del diario de tendencia conservadora ‘New York Post’ y habitual panelista de ‘Fox Business Network’, está haciendo un caso de la posición política de Adam Silver, y en un artículo de opinión lo acusa de beneficiarse directamente de la asociación comercial de la NBA con las apuestas legales.
En la pieza, Gasparino asegura que Silver y el comisionado de la NFL, Roger Goodell, “moralizan sobre la ‘equidad’ todo el día, pero su conciencia social se detiene en la caja registradora”.
Asegura que la NFL, la NBA y la MLB “compiten entre sí” para superar sus posturas “woke”, como los conservadores califican las posiciones liberales: “Financian burocracias DEI, emiten cheques a ‘Black Lives Matter’ y hasta imponen cuotas de género en la contratación”, pero, agrega, “han estado alimentando uno de los hábitos más destructivos de la vida estadounidense y, sin saberlo, del crimen organizado”.
No es la primera vez que la narrativa conservadora ataca a la NBA desde trincheras abiertamente extradeportivas.
Un antiguo asesor de la Casa Blanca, Sean McLean, escribió en el ‘Wall Street Journal’ que había “una causa razonable para una investigación federal sobre posibles violaciones de los derechos civiles”, por las faltas sobre la jugadora estrella del Indiana Fever, Caitlin Clark.
Pero no solo desde el movimiento MAGA se ataca a Silver, que también ha enfrentado cuestionamientos por la afiliación deportiva y comercial con Ruanda, donde desarrolla la Liga Africana y con la que mantiene vínculos de patrocinio.
Activistas protestaron en febrero fuera del Chase Center de San Francisco, donde se disputó el Juego de las Estrellas de la NBA, bajo la consigna de “las vidas negras importan (Black Lives Matter), también las de República Democrática del Congo”, en alusión al apoyo de Kigali a las milicias M23 que mantienen un sangriento conflicto en varias provincias congolesas.
En tiempos de imposición de nuevos órdenes, el liderazgo de Silver puede encontrarse de frente con aquellos que esperaban el más mínimo desliz para defenestrarlo e ir en busca de voces más dispuestas a inclinarse al otro lado del espectro político.
Mal momento para un anuncio muy esperado
La NBA reveló el 7 de noviembre que está lista para el lanzamiento en octubre de 2027 de la esperada Liga Europea, en la que promete contar con varios de los clubes más importantes de la Euroliga, como Barcelona y Real Madrid.
Es un proyecto enorme, que significa ir un paso más allá de cualquier otra de las iniciativas paralelas de la liga, porque implica enfrentar a un torneo ya establecido como la Euroliga, y pretende ver acción en las capitales más importantes del continente.
Pero el aviso del director general de la NBA Europa y Oriente Medio, George Aivazoglou, coincide con un momento en el que es difícil desviar la atención del reciente escándalo e instalar el foco en el futuro.
La experiencia europea está apostando a alianzas con estructuras ya establecidas gracias al fútbol, pero lo hace probablemente en el momento menos indicado: en tiempos en los que hay que pensárselo dos veces antes de hacer asociaciones institucionales con una entidad que primero tiene que terminar de lavarse la cara.
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