El Curupira es una figura muy célebre del folclore brasileño: es el protector de los bosques y de los animales y tiene el aspecto de un niño pelirrojo con los pies al revés.
Este detalle no es un error de impresión, como algún desavisado puede haber pensado, y sí una artimaña de este ser fantástico para confundir a los cazadores e invasores de los bosques con huellas invertidas y sus silbidos largos y melancólicos, que algunos comparan al ruido de una bomba al caer.
No es una casualidad que el Gobierno de Brasil haya escogido esta leyenda, originaria de los pueblos indígenas, ya que representa el respeto por la naturaleza.
El Curupira es un guardián que castiga a quienes destruyen el bosque y, a todos los efectos, es un ambientalista pionero, que actuaba antes de que esta palabra entrase en el vocabulario contemporáneo.
Para el equipo del presidente Luiz Inácio Lula da Silva es el símbolo que refleja el compromiso de la Presidencia brasileña de consolidar acciones para reducir las emisiones de gases que provocan el calentamiento global.
Pero el Curupira no es la única figura mitológica brasileña que defiende la naturaleza.
En la Marcha del Clima de la COP, que el 15 de noviembre escenificó a las calles de Belém el funeral de los combustibles fósiles, había también una cobra gigantesca conocida como Boiúna.
Se trata de una serpiente colosal que, en el imaginario colectivo, vive en el fondo de ríos, lagos y arroyos de la Amazonía y es capaz de controlar las aguas y las criaturas acuáticas.
En algunas leyendas, esta entidad mística actúa como protectora de la naturaleza, mientras que en otras es una figura temida que puede transformarse en una mujer, causar destrucción e incluso hundir barcos.
Los personajes preocupados por la 'casa común'
El folclore brasileño tiene más personajes fabulosos que velan por el medio ambiente. El Saci-Pererê, por ejemplo, es un niño con una sola pierna y una gorra roja, que también se preocupa con la preservación de los bosques y gasta bromas para castigar a quienes faltan al respeto al entorno natural, especialmente a los responsables de los incendios forestales y de la deforestación.
El Caipora es otra figura folclórica que protege a los bosques y los animales, y es conocida por castigar a los cazadores codiciosos.
Su nombre tiene origen del término tupí-guaraní “caapora”, que significa “habitante del bosque”. Es representado de diferentes formas, como una mujer indígena con el cabello rojo, las orejas puntiagudas y los dientes verdes, o como un enano cubierto de pelo, que a menudo monta un jabalí.
También cabe recordar la Boitatá, una serpiente luminosa de fuego que defiende los bosques y las llanuras.
El Mapinguari, que habita la selva amazónica, es descrito como una bestia enorme, maloliente y peluda, con rasgos aterradores como un solo ojo, garras en forma de gancho y una boca en el vientre, que usa para devorar a los que viven de la destrucción del bosque.
Finalmente, está la sirena Iara, que además de encantar con su melodía, lleva plantas y algas del fondo del río para curar a los animales enfermos.
Una exposición del Museo Paraense Emílio Goeldi, una institución de investigación que desde 1866 está centrada en el estudio y la difusión de información sobre la Amazonía, revela que los pueblos indígenas llevan al menos 4.000 años practicando el manejo forestal sostenible.
Un ejemplo de ello es el estudio sobre la Tierra Negra Amazónica, un suelo extremadamente fértil creado a partir de desechos orgánicos y huesos, que tiene potencial para la producción agrícola.
Según esta institución, considerada el primer parque zoobotánico de Brasil, los indígenas también son campeones en resiliencia climática: al elegir cultivos y variedades nativas adaptadas a condiciones específicas, como las sequías e inundaciones cíclicas que se viven en la Amazonía, los pueblos indígenas han creado sistemas alimentarios más resistentes al cambio climático.
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Finalmente, las tierras indígenas guardan la mayor biodiversidad del planeta.
Lula y la hoja de ruta para el abandono de los combustibles fósiles
En Belém, el presidente Lula parece decidido a erguirse como el heredero de los saberes ancestrales de los pueblos originarios.
Su niña de los ojos es la hoja de ruta para el abandono de los combustibles fósiles. “El mundo precisa de una hoja de ruta clara para acabar con esta dependencia de los combustibles fósiles. Es hora de diversificar nuestra matriz energética, ampliar las fuentes renovables y acelerar la producción y el uso de combustibles sostenibles”, dijo el mandatario brasileño en su discurso inaugural de la COP30.
Se trata de una idea que se acordó por primera vez en la COP28 de Dubái, pues el pacto prometió de manera explícita una reducción progresiva de los combustibles fósiles, pero sin explicar cómo se lograría.
Lula abrazó esta idea en su momento y ahora intenta sacarla adelante con el apoyo de más de 80 países.
Sin embargo, el abandono de petróleo, gas y carbón de momento no aparece de manera contundente en el borrador de acuerdo final que propuso la Presidencia de la COP30, liderada por Brasil.
Aun así, el secretario de Estado británico, Ed Miliband, subrayó que se trata de una movilización sin precedentes.
“Esta es una gran coalición del Sur Global y del Norte Global, que al unísono afirman que este es un problema que no se puede ignorar ni esconder. En los próximos días tenemos la oportunidad de convertir la COP30 en el momento decisivo para avanzar en la transición hacia energías renovables”, declaró Miliband.
En el mismo sentido se expresó el lunes pasado un grupo de científicos que entregó un manifiesto a los jefes de delegación advirtiendo de la necesidad de establecer una “hoja de ruta clara” para eliminar gradualmente los combustibles fósiles.
Según los científicos, la carta representa la unión con otros grupos sociales como activistas, pueblos indígenas, líderes políticos y empresarios en la búsqueda de una solución para proteger los biomas más importantes del planeta.
El texto fue presentado en el Pabellón de Ciencias Planetarias, una iniciativa sin precedentes en la historia de las COP ya que es el primer espacio oficial dedicado íntegramente a la ciencia.
Carlos Nobre, investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo y co-presidente del Panel Científico para la Amazonía, además de ser uno de los expertos en clima más respetados del mundo, idealizó este pabellón junto a Johan Rockström, un científico sueco de renombre internacional, conocido por su trabajo sobre la sostenibilidad global y los límites planetarios.
“No podemos dejar que el planeta pase de 1,7 grados. Es importante reducir las emisiones lo más rápido posible y también crear mecanismos para remover el dióxido de carbono de la atmósfera. La solución basada en la naturaleza es crear un área gigantesca de restauración forestal de todos los bosques tropicales, de todos los biomas. La Amazonía debería tener un millón de kilómetros cuadrados restaurados, entre todos los países amazónicos. Con eso, sería posible tener ente cinco y seis millones de kilómetros cuadrados para el año 2040. Estaríamos removiendo, después de 2040, hasta 7.000 millones de dióxido de carbono”, explica Carlos Nobre a France 24.
El ahínco con el que Lula intenta sacar adelante esta hoja de ruta contrasta con su reciente anuncio de permitir que se busque si hay petróleo en la desembocadura del río Amazonas.
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El presidente de Brasil ha sido criticado por esta contradicción. Además, en medio de la COP30, tendrá que enfrentar una de las peores contradicciones climáticas de Brasil: si amplía los subsidios a las centrales termoeléctricas a carbón hasta 2040.
“Petrobras (la empresa estatal brasileña) está apostando en la energía del siglo pasado, cuando en realidad debería estar mirando a las energías renovables del futuro. O sea, la energía solar y eólica es más barata hoy desde el punto de vista de la producción que quemar combustibles fósiles. Básicamente, Brasil tiene un potencial gigantesco de producir energía sostenible, barata y sin emisión de gases de efecto invernadero, que nadie más tiene. Nuestro potencial es mucho mayor que cualquier otro país en el planeta. Entonces deberíamos dejar el camino del petróleo y abrazar la energía sustentable, que es el futuro de la energía en el planeta”, señala Paulo Artaxo, profesor de la Universidad de São Paulo y miembro del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU, el IPCC.
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