Estados Unidos organizará el próximo Mundial de fútbol, junto a dos países que hasta no hace mucho fueron aliados comerciales y geopolíticos: México y Canadá. Además, la primera potencia también será sede de los Juegos Olímpicos. Ambos compromisos fueron adquiridos en la primera presidencia de Donald Trump y se materializarán en la segunda, en un clima completamente diferente al que reinaba cuando las sedes fueron elegidas.

Mientras Trump asegura que la organización de la Copa del Mundo será “más emocionante”, porque “la tensión es algo bueno”, como lo dijo durante un encuentro con el presidente de la FIFAGianni Infantino, los coanfitriones norteamericanos tratan de hacer frente a los golpes al comercio y las provocaciones sobre convertir a Canadá en el "estado 51″ o al golfo de México en el golfo de América, propuesta que surtió efecto.

No solo ellos sufren. La industria del deporte, que reposa fundamentalmente en el patrocinio, también prevé un impacto negativo.

Aliados comerciales del Mundial de Clubes de este año y el de selecciones del próximo, como la marca de artículos deportivos Adidas y el fabricante de automóviles Hyundai, tratan de ajustarse a las nuevas dinámicas derivadas de los aranceles impuestos por Trump.

Adidas vio caer en 15,9% el valor de sus acciones en la bolsa de Fráncfort a menos de una semana del llamado “día de la liberación”, un retroceso atribuido al impacto de los aranceles en varios de los países donde se fabrican sus prendas y accesorios, como Vietnam (46%) o Indonesia (32%).

Eso sin contar con que los mercados se reducirán una vez que los productos comiencen a encarecerse como consecuencia de esos gravámenes, afectando muy probablemente los planes de patrocinio deportivo.

Naturalmente, las sociedades comerciales con la FIFA y el Comité Olímpico Internacional están garantizadas por contratos firmados mucho antes de los eventos, pero nuevas alianzas podrían quedar en pausa dependiendo del desempeño financiero de las grandes marcas en este panorama.

Incluso clubes deportivos están en riesgo.
Es el caso, por ejemplo, del
Manchester United, que cotiza en la Bolsa de Nueva York,
lo cual podría favorecerlo si la política de aranceles cumple el objetivo de fortalecer el dólar, pero al mismo tiempo, la composición mixta de su capital accionario podría ser un lastre.

El Manchester United tiene como accionista minoritario a Jim Ratcliffe, a su vez dueño del fabricante de vehículos todo terreno Ineos Automotive. Si los aranceles de 25% para autos producidos fuera de
Estados Unidos termina afectando sus finanzas, eso podría tener también un impacto en los Diablos Rojos.

Hyundai, uno de los patrocinantes principales de la FIFA, se encontraría en una disyuntiva similar y eso eventualmente afectaría los mundiales de fútbol estadounidenses.

Usar estos eventos como vitrina para impulsar sus ventas en el mercado de ese país probablemente no tenga sentido en un escenario comercial desfavorable y el fabricante surcoreano estaría reevaluando sus planes promocionales en ambos torneos.

Las puertas cerradas de Estados Unidos

Las crecientes restricciones en materia migratoria son otra preocupación en torno a eventos que atraerán a personas del mundo entero hacia Estados Unidos.

Si bien se espera que esas medidas se relajen a medida que se acerquen los mundiales y los Juegos Olímpicos, hasta entonces hay muchas razones para temer por la actividad deportiva.

Ya hubo un antecedente, con el llamado “veto islámico” del primer mandato de Trump, que dejó al cuádruple campeón olímpico, el británico
Mo Farah, desconectado de su familia y lugar de entrenamiento porque su origen somalí lo incluía entre las nacionalidades que no podían entrar a Estados Unidos.

Aunque la lista de países sobre los que habría prohibición de entrar a territorio estadounidense no se ha verificado aún,
sí hay una orden de revocar visas y prohibir nuevas autorizaciones de viaje a ciudadanos de
Sudán del Sur, por la negativa del gobierno de transición de esa nación africana a recibir vuelos de repatriación de inmigrantes indocumentados.

La decisión afectaría a un prospecto que se perfila como selección de primera ronda en el próximo reclutamiento de la NBA, un centro de 2,18 m que juega con la Universidad de Duke: Khaman Maluach,
que compitió hasta el 5 de abril en el Final Four del baloncesto de la NCAA.

A sus 18 años, Maluach acaba de ser olímpico en los pasados Juegos de
París 2024, donde Sudán del Sur clasificó por primera vez en su joven historia como nación. La universidad ya ha declarado que está a la espera de indicaciones sobre cómo proceder.

También en baloncesto, Cuba ya sufrió las consecuencias de las políticas migratorias estadounidenses. Prácticamente eliminada de la FIBA AmeriCup (el campeonato panamericano), luego de caer ante Bahamas, su única posibilidad de seguir soñando con la clasificación era el duelo contra Puerto Rico, pero las visas para jugar en la isla a finales de febrero le fueron negadas.

Trump también anunció que se rechazarán “todas y cada una de las solicitudes de visa hechas por hombres que intentan ingresar fraudulentamente a Estados Unidos” para competir en las categorías femeninas, en el marco de su
veto contra atletas trans en competencias de mujeres que cuenten con fondos federales.

La orden al Departamento de Seguridad Nacional se da a pesar de que
el COI no ha tomado una decisión sobre las peticiones de fijar una política única respecto a la participación de atletas trans.

Espíritu deportivo por encima de todo

A pesar del panorama complicado, la FIFA y el COI siguen confiando en que Estados Unidos será un buen anfitrión, tanto que la primera entidad acaba de asignarle un tercer
Mundial de fútbol, el femenino de 2031.


Kirsty Coventry, recién electa presidenta del COI, recordó recientemente que ha “lidiado con hombres difíciles en altas posiciones”
y apuntó que está segura de que el “amor por el deporte” de Trump ayudará a que Los Ángeles organice unos Juegos Olímpicos exitosos.

Unos Juegos, por cierto, que probablemente tengan que prescindir del compromiso olímpico con la sustentabilidad y la reducción de emisiones, mientras el COI lidia con un presidente que es un conspicuo negacionista del cambio climático.

El fútbol viene de dos mundiales en Rusia y Qatar, países hostiles con la comunidad LGBTIQ+, con sombras sobre el historial de respeto a los Derechos Humanos en general y hasta con una prohibición de bebidas alcohólicas en el caso del segundo. Y aun así atrajeron a tres millones de visitantes cada uno.

Los Juegos Olímpicos, por su parte, ya salieron adelante en el contexto de una pandemia, sin público y con restricciones migratorias en Tokio 2020, así que ambos eventos siguen apostando al éxito a pesar de las nuevas dificultades que plantea el Estados Unidos de Trump.

En cuanto a los coanfitriones, los manuales operativos que ya se han probado con otras sedes múltiples en el pasado han sido exitosos para garantizar la cooperación, como en el caso del Mundial Corea del Sur-Japón 2002 y las cuatro Euros celebradas en varios países simultáneamente.

Sin embargo, mientras México ha expresado su confianza en que el Mundial sirva para tender puentes diplomáticos,
Canadá acaba de escenificar abucheos al himno estadounidenses en partidos de la NBA y la NHL
y en ocasión de la imposición de la primera ronda de aranceles, el ex primer ministro Justin Trudeau reconoció que no podía asegurar que no se repetirían.

Millones en juego

Se espera que el Mundial de 2026 produzca ingresos superiores a los 11.000 millones de dólares, entre venta de derechos de transmisión, boletería y alianzas comerciales (como patrocinio y licencias), pero la perspectiva de que se dispute en un contexto de recesión global no puede descartarse.

Lo mismo vale para los Juegos de Los Ángeles 2028, que ya han sufrido sus primeros apremios financieros anteriores a los que podrían derivarse de la guerra de los aranceles.

La urbe californiana ha tenido que hacer frente a las consecuencias de los violentos incendios que produjeron pérdidas por encima de los 100.000 millones de dólares y han dejado un déficit estimado de 1.000 millones de dólares en sus arcas para el próximo año fiscal.

De acuerdo con un informe de la cadena 'NBC', es posible que el presupuesto olímpico de 1.360 millones de dólares se quede corto en unos 270 millones que tendrían que ser cubiertos con dinero de los contribuyentes.

De nuevo, esta ecuación no incluye el impacto de la política de aranceles de Trump.

La historia de las justas olímpicas ya ha visto saltos presupuestarios gigantescos en el pasado. París terminó costando 115% más que lo calculado inicialmente y eso significa apenas un puesto 12 entre los Juegos más deficitarios. El primero de la lista, Montreal ’76, gastó 720% más que su presupuesto inicial.

¿Qué tanto podría verse afectada la proyección de gastos de Los Ángeles 2028 en un contexto tan volátil? En términos de infraestructura, desde ya tendrá que hacer frente a costos más elevados de acero y aluminio.

El impacto, como el mismo Trump, es impredecible.

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