Tras una corta campaña electoral, la coalición democristiana CDU/CSU resultó ganadora de las elecciones federales en Alemania, perfilando a su líder, Friedrich Merz, como el nuevo canciller. El ultraderechista AfD quedó como segunda fuerza política y el oficialismo socialdemócrata en tercer lugar. Merz prometió no pactar con la ultraderecha, lo que abre un abanico de posibles alianzas para conformar el nuevo gobierno. 

Sin sorpresas en el día de la elección, Alemania consolida su giro a la derecha. En una jornada electoral tranquila y sin sobresaltos, cerca del 84% de los 59,2 millones de ciudadanos llamados a las urnas este 23 de febrero emitieron su voto a lo largo del día.

Las primeras estimaciones después del cierre de las urnas confirmaron la tendencia preelectoral. Según la encuesta realizada por ARD, la alianza conservadora entre la Unión Democristiana y la Unión Social Cristiana de Baviera (CDU/CSU) obtuvo alrededor del 29% del favor popular, consolidando a la derecha tradicional como la principal fuerza política en el Bundestag (Parlamento alemán).

Después del conservadurismo tradicional, el ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) quedó como el segundo partido más votado, con aproximadamente 19,5% de los votos a su favor. Un resultado histórico para los ultras alemanes, que han doblado sus cifras electorales en tan solo cuatro años, evidenciando un giro a la derecha entre público alemán.

En el fondo de los tres primeros se ubica el oficialismo del Partido Socialdemócrata (SPD) liderado por el canciller, Olaf Scholz, quien fracasó en su desesperado intento de remontar los sondeos previos y llevó a su partido a asestar el peor resultado electoral de su historia. Según ARD, el SPD solo obtuvo 16% del electorado alemán.

Ante el escenario actual, en el que ningún partido puede formar gobierno por sí mismo, el próximo liderazgo alemán será, con toda probabilidad, basado en una alianza partidista, aunque la naturaleza de la misma está por definirse.

Para ello, será clave saber la presencia final de los partidos más chicos, como Los Verdes, que obtuvieron cerca del 13% del voto, o La Izquierda, que superó todas las expectativas y llegó al 8% del favor electoral. La presencia de los liberales o de la izquierda populista de Sahra Wagenkencht (BSW) aún no está definida, ya que es incierto si podrán, o no, superar la barrera del 5% del electorado que se requiere para entrar en la legislatura siguiente.

Entre tanto, Friedrich Merz, que tiene todas las cartas para ser el próximo canciller conservador, se enfrenta a un panorama complejo en la política alemana, con un empuje de su partido hacia la derecha, pero con la promesa de nunca colaborar con los ultras para formar mayoría. Semanas clave se avecinan para Alemania.

El lado más conservador de la derecha recupera terreno

Después de la salida de la histórica excanciller Angela Merkel y un espacio de menos de cuatro años de Gobierno de Scholz, los democristianos regresan a la cabeza del gobierno alemán, aunque lo hacen en su faceta más conservadora.

Mertz, actual líder de la CDU, es uno de los rostros más reconocibles dentro de los democristianos, siendo uno de los pilares del ala más tradicional del bloque y uno de los críticos internos más notables del legado de Merkel, a quién ha cuestionado por su flexible política migratoria en la recepción de asilados durante el 2015.

Desde la sede de su partido, el que figura para ser el próximo canciller de Alemania celebró su victoria rodeado de sus seguidores, añadiendo que, desde ya, su coalición se encuentra planeando los contactos con sus posibles "socios políticos" para formar un gobierno estable en el Bundestag para el mes de abril.

"Nosotros, la CDU y la CSU hemos ganado estas elecciones al Bundestag (…). El mundo no espera y tampoco nos espera a nosotros, ni a largas y difíciles negociaciones de coalición. Tenemos que sentar pronto las bases para que Alemania vuelva a estar bien gobernada", dijo Merz en la noche del 23 de febrero.

De esta manera, el conservadurismo vuelve al timón en el gobierno alemán, prometiendo un cambio radical en las políticas económicas, sociales, militares y migratorias que implementó Scholz en su corto Gobierno, que se desmoronó el pasado mes de noviembre y finalmente originó el adelanto de los comicios celebrados este domingo.

La alianza CDU/CSU defiende una mayor apertura en los mercados, además de una reducción en los impuestos a las corporaciones, entre el 25% y el 29,9%, y la expansión de fuentes de energía renovables. Uno de los pocos puntos de acuerdo con los socialistas está en la guerra de Ucrania y la defensa europea, dos situaciones con las que los conservadores dicen tener un compromiso inquebrantable.

Sobre la migración, los conservadores abogan por leyes más estrictas en el control de fronteras, una revisión a los procesos de asilo y el impulso de una reforma en la ley europea para obligar a los solicitantes de asilo a esperar la respuesta de sus peticiones en terceros países seguros fuera del bloque europeo.

Su dura postura migratoria y sus ambiciones de apertura a los mercados han complicado el panorama negociador con otros partidos. Aunque los ánimos se mantienen, los expertos se cuestionan si la 'derechización' en el plan de gobierno conservador podría orillar a la CDU/CSU a lo inimaginable: aliarse con la AfD. Merz prometió en su discurso de victoria que no lo haría.

"La gran pregunta es si los democristianos, particularmente Friedrich Merz, tiene el coraje de romper definitivamente con una tradición histórica y sentarse a la mesa con la AfD para lograr una coalición, que sería inédita y rompería la historia del espectro político de Alemania", apuntó Eduardo Pastrana, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, para France24.

El fracaso de los socialdemócratas y el 'Make Germany Great Again'

Fuera del protagonismo del primer lugar, las elecciones generales en Alemania también contaron otras historias. Por un lado, la tragedia de la socialdemocracia, y por el otro, la fuerza de una ultraderecha que toca las puertas del gobierno con fuerza.

Hace poco menos de cuatro años, Scholz apareció en el mapa político alemán como un rostro fresco en la era 'pos-Merkel', mostrando un temple moderado dentro de la socialdemocracia y capaz de consolidar alianzas necesarias para gobernar con relativa estabilidad; algo que, en un inicio, consiguió.

Tras consolidar su victoria en las elecciones de 2021, Scholz concretó una alianza 'semáforo' – con Verdes y liberales –, anticipando una Administración pragmática que iba a tener en cuenta a la clase trabajadora alemana, después de años complicados derivados de la crisis por el Covid-19. Sin embargo, Scholz nunca llegó a cumplir con los estándares que el mismo pregonó.

Aunque marcó un precedente con su celebre 'Zeitenwende' días después del inicio de la guerra en Ucrania, en donde confirmó el compromiso de Alemania con la defensa de Kiev destinando alrededor de 100.000 millones de euros en su asistencia, Scholz falló en continuar con el legado de su antecesora en Berlín y ser uno de los pilares de la Unión Europea, fracasando en sus repetidos intentos por convencer a los socios europeos de incrementar el apoyo a Ucrania.

En el ámbito económico, Scholz también vio uno de sus puntos más débiles. Ante el aumento de la deuda alemana por la resaca de la pandemia y los esfuerzos de asistencia a Ucrania, el canciller socialdemócrata no logró desarrollar una salida negociada a las complicaciones del último presupuesto gubernamental, lo que ocasionó una predecible ruptura con su ministro de Finanzas, el liberal Christian Linder, que derivó en la destrucción de la alianza que lo llevó al gobierno.

"Lo que veo es una suma de promesas incumplidas y también de incapacidad (…) La pregunta que la gente se hace frente a la socialdemocracia es: ¿en qué medida son capaces de cumplir las cosas que están prometiendo si en el día a día se ve todo lo contrario?", explicó Erick Behar-Villegas, profesor de Economía del  Tecnológico de Monterrey, en entrevista con France24.

Behar-Villegas también subraya el protagonismo de Los Verdes durante el periodo de Scholz, alegando que, en muchos momentos, "no se entendía la diferencia" entre la agenda socialdemócrata y la de los ecologistas, lo que desilusionó a muchos electores, entre ellos trabajadores precarizados, que depositaron su confianza en los progresistas, seducidos por la promesa de que habría un gobierno que los rescataría del olvido.

Aunque la coalición de La Izquierda intentó capitalizar el descontento de los trabajadores –y lo consiguió hasta cierto punto, al remontar alrededor de 4 puntos porcentuales desde enero–, quien se llevó la preferencia de una gran parte de las desilusiones electorales de la socialdemocracia fueron los ultras de la AfD, especialmente populares en el este del país, menos desarrollado industrialmente e históricamente precarizado. 

A través de una plataforma política enfocada en un discurso abiertamente anti-inmigrante, acusada en algunas de sus ramas por coquetear con el neonazismo, y con una evidente inspiración en el populismo conservador estadounidense, la AfD ha conseguido un resultado histórico en las elecciones generales de 2025, consolidándose como la segunda fuerza política en el país y asestando un 'batacazo' al statu quo político. 

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"Han captado el enojo, la ansiedad y la incertidumbre que muchos votantes en Alemania sienten, y el chivo expiatorio para ello son los inmigrantes, especialmente los refugiados", desarrolló Svenja Blanke, directora de la Fundación Friedrich-Ebert en Argentina, en France24, quien añadió que la instrumentalización de los más recientes ataques terroristas contra civiles en distintos puntos de Alemania por los ultras han "aumentado" dicha ansiedad. 

La falta de cumplimiento gubernamental de la socialdemocracia y su enajenación en las dinámicas políticas de las negociaciones de alto nivel representan un fracaso del que los ultras se han aprovechado para subir, mostrándole a su electorado un grupo al que culpar de la situación. 

¿Qué alianzas se vislumbran en las próximas semanas?

Aunque la extrema derecha de la AfD parece ser el verdadero ganador de la noche, sus posibilidades de gobernar rozan la inexistencia debido a una fuerte tradición en la política alemana que se remonta a los primeros años después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los partidos hicieron un pacto que tendría que perdurar de por vida: evitar que el nazismo regrese al poder. 

El llamado 'cortafuegos' es la versión alemana del 'cordón sanitario' que existe en otras latitudes europeas, y que el mundo vio en acción apenas el año pasado, cuando una inusual alianza entre el oficialismo centrista y el bloque de izquierdas del Nuevo Frente Popular (NFP) unieron fuerzas en la elección para condenar a la ultraderecha a la irrelevancia política en el Parlamento. 

En Alemania, la historia parece ser similar. Apenas minutos después de conocer su victoria, Merz descartó, como en toda su campaña, aliarse con la AfD, apelando a la coherencia de las demás representaciones y anunciando próximos contactos con los otros partidos, con los socialdemócratas como la primera opción en la lista. 

Sin embargo, la negociación con los socialdemócratas no parece labor fácil. En la aceptación de su derrota, Scholz –que seguirá siendo canciller hasta que se concrete una mayoría estable en el Legislativo– descartó "liderar" las negociaciones de su partido con los conservadores, aunque no descartó la posibilidad de que existan, aunque sin él en ellas. 

"Me presenté a canciller (…) pero no participaré como representante del SPD en un gobierno liderado por la CDU, ni tampoco negociaré", clamó Scholz, en lo que parece un discurso de despedida del liderazgo socialdemócrata.

Si la intención de la estructura política alemana es dejar fuera de circulación a la extrema derecha, tendrán que favorecer la cooperación y la negociación de los planes de gobierno.

Debido a los resultados y a su historial de cooperación, la llamada Gran Coalición es la combinación que se sabe más probable, aquella entre los conservadores y los socialdemócratas, aunque para ello, tanto los liberales como BSW deberían quedarse fuera del Bundestag. De lo contrario, una coalición de los dos centristas se quedaría corta en llegar a la mayoría de 316 asientos. 

Una opción plausible sería una alianza triple conocida como 'Kenia' por los colores de los partidos que la compondrían: conservadores, socialdemócratas y Verdes. Aunque las alianzas tripartitas no son usuales en el panorama alemán debido a su inestabilidad, la coalición mantiene sus chances de nacer si el Parlamento es fracturado con la presencia de liberales y BSW. 

Una tercera opción, lejana y controversial, pero posible, está en la formación de un gobierno conservador de minoría en solitario. Ante la complicación que puede representar formar una coalición estable, algunos partidos han optado por gobernar en minoría y buscar apoyos específicos dependiendo de la legislación que se impulse, sin embargo, ningún gobierno federal ha iniciado en minoría, existiendo solamente tras la fractura de coaliciones ya existentes. 

Con la promesa de excluir a la AfD, Merz se encomienda en la complicada misión de formar un gobierno apartado de la segunda fuerza política en el Parlamento, que será el nuevo rostro de la oposición legislativa y que amenaza con seguir aprovechando su momento político para, algún día, llegar a encabezar Berlín.

Dentro del statu quo político alemán está la promesa de mantener ese escenario muy lejos de la realidad.

 

Con AP, EFE, Reuters y medios locales

France24

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