Aranceles para casi todo el planeta y un recorte de gastos y de impuestos federales son los ingredientes clave en la receta económica de Donald Trump. En poco más de tres meses, su estrategia ha estremecido a países y empresas de todo el mundo. ¿Ha funcionado? ¿Funcionará a futuro? Lo analizamos a propósito de los primeros 100 días de gobierno del magnate republicano.
De puertas para afuera, aranceles; de puertas para adentro, recortes de gastos e impuestos.
La política económica del presidente Donald Trump tiene un norte claro: devolverle el brillo a la industria nacional y, de paso, atacar un déficit comercial enquistado en la primera economía del mundo desde los primeros años de la década del 70.
En 1975 fue la última vez que Estados Unidos tuvo un superávit comercial: 12.403 millones de dólares entre bienes y servicios. En 2024 ya tenía un déficit cercano al billón de dólares. Y Donald Trump quiere volver a esa primera época.
Incluso desde antes de volver a poner un pie en la Casa Blanca, el líder republicano ha hablado de “hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, refiriéndose fundamentalmente a fortalecer la economía interna para revertir una tendencia creciente a comprarle al mundo más de lo que le vende.
La razón: si bien febrero marcó un punto de inflexión en la tendencia de déficit comercial mensual de bienes y servicios, los más de 250.000 millones de brecha que acumuló en los dos primeros meses de 2025 ya casi duplicaban la cifra del periodo comparable del año pasado.
En febrero, ese déficit cayó a cerca de 8.000 millones de dólares comparado con enero, producto de un buen avance en las exportaciones e importaciones casi intactas entre un mes y el otro. Hace un par de años, esa cifra mensual rondaba los 30.000 millones de dólares y hoy es casi cuatro veces superior.
Aranceles para (casi) todos para cerrar la brecha comercial
El 5 de abril, Trump materializó un gravamen mínimo del 10% sobre los bienes importados de decenas de países y territorios. Incluso fueron cubiertos aquellos con los que disfruta de superávits comerciales (es decir, les vende más de lo que compra, como el Reino Unido y Argentina).
Otros aranceles más agresivos previstos fueron pausados, al menos hasta comienzos de julio. En esta lista figuraban, desde un 20% a la Unión Europea, hasta un 50% a la pequeña república africana de Lesoto.
Los impuestos adicionales en firme hoy son: el 145% mínimo a todo lo que ingrese de China -con ciertas excepciones- y un 25% para el acero y el aluminio y cientos de productos derivados como tuercas, tornillos y latas de refresco. Estados Unidos es el mayor importador de aluminio del mundo y el segundo mayor importador de acero, y más de la mitad de esos volúmenes provienen de Canadá, México y Brasil.
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Los automóviles y camiones ligeros y algunas importaciones canadienses y mexicanas también quedaron gravados con un 25%.
¿Recesión a la vista?
El Laboratorio de Presupuesto de la Universidad de Yale estima que, si se cumplen a cabalidad todas las promesas de Trump, el arancel promedio efectivo de Estados Unidos subiría al 22,5%, desde un 2,5% de 2024. También sería el nivel más alto desde 1909.
Para Alberto Bernal, director de Estrategia Global de XP, “la economía global no resiste estos niveles de aranceles. Por lo tanto, o esto es un proceso de negociación de Trump, que pronto le bajará a la virulencia, o la economía del mundo se va a ir a una recesión severa, que entre otras cosas destruiría la popularidad del presidente”.
Un análisis de esta firma sostiene que el PIB estadounidense en 2025 oscilará entre una caída del 0,64% y un tímido crecimiento del 0,4%, dependiendo de qué tan agresivas o no sean las políticas arancelarias en lo que resta del año.
En todos los escenarios probables, la economía estadounidense posiblemente se desacelerará drásticamente, lo que obligará a los analistas a reducir sus expectativas de crecimiento de las ganancias del Standar’d & Poor’s y, por lo tanto, sus objetivos para 2025 y 2026
Los aranceles como arma política
Según Trump, los aranceles recíprocos no solo son una respuesta a las barreras impuestas a los productos estadounidenses, sino un mecanismo de negociación.
El 3 de abril dijo: “Tenemos una situación con TikTok donde China probablemente dirá que aprobará un acuerdo”, a cambio de alguna modificación en los aranceles.
Los aranceles nos dan un gran poder de negociación. Siempre lo han tenido. Los usé muy bien durante la primera Administración, como vieron, pero ahora los estamos llevando a un nivel completamente nuevo porque es una situación mundial
Como ejemplo, Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody’s Analytics, citó en un informe reciente que “la creciente relación comercial de China en México se ha convertido en una preocupación para Estados Unidos” y que los aranceles podrían ser un mecanismo de presión para que el Gobierno mexicano limite sus vínculos con el país asiático.
La creciente presencia de China en México, en cuanto a sus exportaciones de bienes intermedios y de consumo, despertó la sospecha y preocupación de Estados Unidos acerca de la posibilidad de estar usando a México como una puerta trasera para reexportar los productos chinos al mercado estadounidense, aprovechando su acceso preferencial
Al tiempo que algunos territorios han cedido a la presión y ofrecido a la Casa Blanca la reducción o eliminación de aranceles a cambio de un acuerdo, Beijing acusa a Washington de abusar de estos gravámenes para negociar con otros países a cambio de que suspendan o disminuyan sus vínculos con Beijing.
Después de muchos ires y venires, el mundo está a la expectativa sobre las supuestas negociaciones que están adelantando Estados Unidos y China que lleven a un eventual acuerdo para desescalar el conflicto.
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¿Todo bien en casa?
Los economistas enfatizan que los aranceles más amplios de Trump podrían tener mayores consecuencias para las empresas y las economías de todo el mundo, pero que el aumento de precios probablemente dejará a los consumidores estadounidenses pagando la factura, en primer lugar.
Pero la Administración Trump argumenta que los costos generados por los impuestos alentarían una mayor producción en Estados Unidos, ayudando a la reducción de precios, y que sus políticas complementarias contribuirían a bajar el déficit fiscal.
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Hay empresas que se abstienen de proporcionar perspectivas financieras, a la espera del impacto arancelario.
Delta Air Lines y Frontier Group afirman que la demanda de viajes se ha "estancado en gran medida" debido a la incertidumbre económica. Y el fabricante británico de juguetes Character Group espera que los efectos de los aranceles sobre China se sientan en el segundo semestre de 2025.
En contraste, hay otras que se han mostrado dispuestas a acogerse a este nuevo escenario. Algunos fabricantes de automóviles como Honda, Volvo, Volkswagen, Hyundai y Toyota ya están considerando expandir su presencia en Estados Unidos para mitigar el impacto de los impuestos de entrada.
El fabricante de chocolates Barry Callebaut y las cafeterías italianas Illy y Lavazza también han contemplado la relocalización. Además, los refrigeradores LG y los secadores Samsung podrían ser ensamblados por las surcoreanas en Estados Unidos en lugar de México.
Analistas creen que podría llevar años que las empresas diseñen, construyan y abran las nuevas fábricas que Trump promete, o que, en el corto plazo, los importadores prescindan de sus actuales proveedores de mercancía barata por excelencia, como China.
“Si no hay sustitutos fabricados por la industria estadounidense (o de otros países) que ofrezcan productos similares en calidad y precio, los consumidores podrían preferir continuar comprando productos chinos a pesar del alza de precios”, según Jorge Malena, director del Comité de Asuntos Asiáticos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales.
En algunos casos, indicó, “pueden encontrarse proveedores de algunos productos en Vietnam, India, Malasia, Tailandia o México, pero ello no puede realizarse de forma inmediata, ni total”.
Existen limitaciones para reemplazar los productos provenientes de China, porque este país tiene una enorme capacidad de producción, con cadenas de valor y suministro integradas, difíciles de replicar
Precios más altos vs. impuestos más bajos
A mediados del siglo XIX, los aranceles representaban más del 90% de los ingresos del gobierno federal y Estados Unidos los reemplazó paulatinamente con los impuestos sobre la renta para recaudar más fondos -sobre todo de los ricos- y financiar un gobierno en expansión. Hoy la proporción es diferente.
Con el ánimo de volver a esos tiempos de mucho arancel y poca renta, Donald Trump está gestionando una reducción de impuestos y de gastos federales.
Para reducir gastos, hasta el momento, ha sometido a planes de retiro voluntario a miles de trabajadores federales a través del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Elon Musk, mientras busca eliminar gravámenes como los que pesan sobre las propinas y las prestaciones de jubilación del Seguro Social.
“Reducir impuestos sin hacerlo proporcionalmente con los gastos aumenta el déficit fiscal, como ocurrió en su primer mandato tras la reforma tributaria de 2017. Si reduce ambos, puede controlar el déficit, pero corre el riesgo de frenar el crecimiento si el recorte del gasto afecta sectores clave (…) como seguridad social, salud o educación”, explicó Juan Carlos Rivera, director de Economía y Gobierno de la Universidad Ean de Colombia.
Juan Carlos Rivera resume que “Trump apostaría por un esquema económico donde el proteccionismo, la baja de impuestos y la presión a la Reserva Federal para mantener tasas bajas se conjugan para mantener la economía doméstica en expansión”. En unos meses, las estadísticas dirán si el presidente de la primera economía del mundo tenía razón.
Con Reuters, EFE, AP y medios locales
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