A la lista de casos de países en serios aprietos democráticos que citamos ayer en nuestro editorial, habría que agregar la situación del país que durante decenios fue el más estable y más transparente en su administración política en Centroamérica: Costa Rica.

La Corte Suprema del país solicitó al poder legislativo, controlado por la oposición, que despoje al presidente Rodrigo Chaves de su inmunidad para que pueda ser juzgado por cargos de corrupción.

Los costarricenses están indignados con las sinrazones y actuaciones irregulares de su presidente, y parece ser que su gestión está llegando a su fin. Hay que decir que varios presidentes y expresidentes del país han sido procesados, juzgados por los tribunales y sancionados. Los últimos fueron Rafael Ángel Calderón Fournier (1990-1994), quien fue condenado a cinco años de cárcel en 2009 por corrupción, y se recuerda que Miguel Ángel Rodríguez Echeverría (1998-2002), se vio precisado a renunciar a la presidencia de la Organización de Estados Americanos para enfrentar acusaciones de corrupción durante su mandato.

En tiempos convulsos todos los países tienen problemas, y más ahora que el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto el mundo patas arriba, al aplicar políticas duras arancelarias como forma de obtener lo que desea, presiona por vías múltiples a los países, y ha logrado acuerdos forzosos, no se sabe si sostenibles, con Unión Europea, sobre la OTAN y sus finanzas, sobre intercambio económico con Canadá, Vietnam, y países de América Latina a los que ha forzado a aceptar, incluso, migrantes deportados como si se tratara  de criminales.

En ese contexto, la República Dominicana mantiene un sistema político estable, con el país en crecimiento, buen nivel de inversión extranjera, y sobre cuestiones transcendentes el gobierno y la oposición han abierto un diálogo que podría ser fructífero, y que se desarrolla en el Consejo Económico y Social en búsqueda de consensos que posibiliten la continuidad de las políticas que se pacten.

Mientras países como Haití, Cuba, Venezuela, El Salvador, Perú, Ecuador, Nicaragua, y Costa Rica se enfrentar a desafíos mayúsculos, cada uno con características distintas, que incluyen la inestabilidad y la falta de confianza en sus autoridades y decisiones, la República Dominicana ha mantenido una institucionalidad y una madurez que resulta atractiva, en cualquier contexto.

Claro, hay que afrontar serios problemas sociales, económicos y políticos. Uno de ellos es la gran desigualdad. El crecimiento económico es desigual, la pobreza persiste, la marginalidad es profunda en un porcentaje significativo de la población, y la educación no termina de surtir efecto en la conducta de los ciudadanos. Temas como la violencia social, la delincuencia, el analfabetismo y sus consecuencias empobrecedoras nos afectan.

Procuramos, en el concierto de naciones, que los hermanos países en dificultades democráticas y de inestabilidad y ejercicio abusivo del poder, se resuelvan de la forma más pacífica posible. Aportamos nuestra solidaridad y nuestra preocupación en la búsqueda de soluciones a los problemas comunes, que nos corresponden, y mientras ello se logra debemos aprovechar las grandes oportunidades que nos brinda contar con un sistema político y democrático con estabilidad, credibilidad y crecimiento.