El año 2025 concluye, y la expectativa es que se vaya rápido y en paz, porque fue un período doloroso en lo político, lo institucional, lo social y en lo cultural.
Hay muchas razones para decir que pudo ser mejor. El presidente Luis Abinader había inaugurado su segundo mandato el año anterior, con designación de gabinete y con expectativas de realizar cambios en la Constitución, que logró, para hacer difícil la reelección presidencial luego de dos períodos de gobierno. Los candados se colocaron, pero la población no asimiló debidamente el mensaje que el presidente estaba enviando, de desapego al poder y al uso de los recursos y el poder del Estado para su propio beneficio.
Hubo otros intentos de reformas institucionales que no cuajaron y que aún siguen en discusión, pero algunos sí lograron concretarse, como la aprobación del nuevo Código Penal sin las 3 causales, que fue promulgado por el presidente Abinader en agosto de 2025, mientras que el nuevo Código Procesal Penal fue promulgado en diciembre de este mismo año. Quedaron pendientes la reforma laboral y la reforma de la Seguridad Social, entre varios proyectos más que habían sido anunciados por el presidente en 2021.
Quedó pendiente una reforma fiscal y se espera que en 2026 se lance con características diferentes a las anunciadas por el exministro de Hacienda, Jochy Vicente. Magín Díaz ha dialogado, consensuado y buscado puntos de encuentro con sectores comerciales, empresariales y productivos en general.
Desde esa llegada en enero hasta hoy, el año ha sido tenso, con estremecimientos por fórmulas poco ortodoxas del presidente norteamericano, quien además ha creado una tensión durísima en la zona de Centroamérica y el Caribe, con operaciones militares que nos incluyen.
La reforma de la Policía Nacional ha avanzado, sin conclusión; los indicadores de seguridad ciudadana han mejorado y el sistema vial sigue siendo un caos, pero van agregándose nuevas formas de transporte en el escenario del gran Santo Domingo y en ciudades como Santiago.
En abril de 2025, una tragedia nos arropó a todos, con el desprendimiento del techo de la discoteca Jet Set, dejando un balance de muertos de 236 personas, más cientos de lesionados y mutilados. Este fue el más duro de los golpes recibidos por el país en mucho tiempo.
Del exterior nos llegaron malas noticias, como el aumento de los precios de los combustibles, el aumento de los precios de las cargas en general, la continuidad de la guerra agresiva de Rusia contra Ucrania, la masacre judía en Gaza, con más de 70 mil personas asesinadas, aparte de una población arrasada.
También el año 2025 comenzó con el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, por segunda vez, y nos trajo políticas de deportaciones masivas, impuestos a las remesas, aranceles impuestos como parte de una guerra que afectaron a todo el mundo, incluyendo a los países supuestamente amigos de los Estados Unidos.
Desde esa llegada en enero hasta hoy, el año ha sido tenso, con estremecimientos por fórmulas poco ortodoxas del presidente norteamericano, quien además ha creado una tensión durísima en la zona de Centroamérica y el Caribe, con operaciones militares que nos incluyen.
Las agrias discusiones y amenazas con Venezuela y Colombia, el desplazamiento de aviones y barcos para destronar al dictador Nicolás Maduro, además de las amenazas a Colombia y contra Gustavo Petro, son motivos de grandes inquietudes para nuevos estallidos de violencia.
Haití, que es nuestro punto de conflicto armado más cercano, no avanzó en restablecer su gobierno y el predominio sobre su territorio en manos de bandas armadas. Naciones Unidas no pudo lograrlo y las peticiones y llamados desde RD no alcanzaron la sensibilidad ni la atención de un mundo convulsionado por otras razones, que no son iguales para RD, por la presión migratoria, el contrabando, las tensiones de violencia, una frontera de más de 300 kilómetros y por la carga económica que esto representa.
Deseamos que 2026 traiga más bríos positivos, menos presión militarista, más acuerdos productivos, más diálogo y programas de cooperación, para reducir violencia, pobreza, analfabetismo, insalubridad y más dedicación al desarrollo.
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