En honor al legado agroindustrial de San Juan de la Maguana. Dedicada a la memoria del Ing. Sinecio Ramírez Suazo (EPD).

XXXIV Feria Agropecuaria de la Región Este (Feria AGANI) – Higüey, 13 de agosto de 2025

La memoria láctea del Sur.

Es un verdadero honor participar, en la XXXIV Feria Agropecuaria de la Región Este, para compartir con ustedes un recorrido que es, a la vez, historia y memoria viva.

Quiero dedicar estas palabras a la memoria del ingeniero Sinecio Ramírez Suazo, quien no solo documentó con rigor, sino que también defendió con amor, la tradición agroindustrial de San Juan de la Maguana.

Hoy hablaremos de una tierra que durante cinco siglos ha sabido criar ganado y elaborar quesos que llevan consigo no solo el sabor, sino la identidad de un pueblo entero.

Porque, como bien decimos los sanjuaneros: “El ganado dormía bajo el cielo azul sanjuanero, iluminado de estrellas…”

[I. San Juan: tierra ganadera desde el siglo XVI]

Nuestra historia comienza muy temprano. Ya en 1535, los cronistas coloniales mencionaban once hatos en la villa de San Juan, señal inequívoca de su vocación ganadera.

Cuando, a finales del siglo XVI, los ingenios azucareros comenzaron a decaer, San Juan encontró en la ganadería su nueva columna vertebral. En 1608, el Cabildo de Santo Domingo solicitó repoblar la villa por la fertilidad de sus tierras. Y en 1687, el licenciado Gregorio Santillana Campusano no dudó en describirlas como “entre las mejores de la isla”, con una producción notable de reses y caballos.

[II. Las pampas que alimentaron una nación]

Saltamos ahora al siglo XIX. En 1887, el barón Eggers escribió en su Viaje por el interior de Santo Domingo que desde el “llano grande de San Juan” se enviaban vacas y caballos hasta Santiago. San Juan alimentó a la nación entera: carne, leche, mantequilla y quesos viajaban desde nuestras pampas hacia el norte, llevando un pedazo de nuestro campo a otras mesas.

[III. El legado italiano]

En 1936, llegaron a San Juan familias italianas como los Marranzini y los DiMaggio, procedentes de Santa Luccia de Avelino. Ellos trajeron consigo el arte del Cacciocavallo, la Provoletta y la Ricotta.

En 1942, incorporaron la descremadora Diabolo y produjeron la mantequilla “La Hurca”.

Y aunque en 1952 regresaron a su tierra, dejaron huellas profundas: etiquetas que orgullosamente decían “al estilo italiano” y el recuerdo de vacas con apellidos forasteros pastando en nuestras fincas.

[IV. Don Nene y el queso de hoja]

A mediados del siglo XX, otro nombre se volvió leyenda: Víctor Manuel Montes de Oca, a quien todos llamaban “Nene”.

En 1954, en la Feria Ganadera, compró un becerro Holstein puro. Su leche, de calidad superior, alimentó por décadas programas sociales en San Juan y Azua.

Y fue en su propia casa donde, por primera vez en San Juan, se elaboró el queso de hoja, hoy convertido en símbolo de nuestra identidad culinaria.

[V. Mujeres pioneras del queso artesanal]

Cuando la producción italiana cesó, mujeres de Punta Caña como Águeda y Zunilda Bautista rescataron la técnica del Cacciocavallo. Más tarde, Josefita y Gloria Montes de Oca mantuvieron viva la tradición, transformando a la comunidad en lo que bien podríamos llamar la “capital sanjuanera del queso”.

[VI. Otras historias de la quesería]

En 1953, Alejandro “Jando” Paniagua Mateo, que distribuía leche para programas escolares, fundó la Quesería San Juan en Tenguerengue. Allí se elaboraban quesos amarillos, cheddar auténtico y hasta un queso dulce de suero al que llamaban “Choco-Leche”.

En Las Matas de Farfán, hacia 1937, familias árabes producían el queso Arish: una cuajada purificada envuelta en orégano. Y en rincones como La Estrelleta, familias como los Cedano producían queso y leche para consumo propio e intercambio, en un trabajo mayoritariamente femenino y silencioso.

[VII. La mirada de Sinecio Ramírez Suazo]

En sus escritos, el ingeniero Sinecio nos dejó imágenes imborrables:

A don Antonio Marranzini, amasando Cacciocavallos en una olla de agua hirviente.

A las hermanas Bautista, moldeando queso de hoja con manos firmes y paciencia infinita.

Su testimonio es un puente entre la técnica artesanal y la innovación empírica que nunca perdió el alma campesina.

[VIII. El queso de hoja: memoria envuelta en aroma]

El queso de hoja no es solo un alimento: es un acto de amor.

Su textura suave, su toque de sal, su olor a hoja fresca… evocan madrugadas de trabajo, voces cantando bajito en la cocina y el olor de la tierra mojada.

[IX. Cierre]

San Juan de la Maguana sigue siendo un territorio simbólico del queso. En él, italianos, árabes, campesinos y, sobre todo, mujeres han tejido una memoria láctea que es historia y cultura viva.

Quiero cerrar con las palabras de Victoria Montes de Oca:

“No dejemos que se pierda ninguna historia. Ni ningún queso.”

Muchas gracias.

(José Enrique “Ike” Méndez Díaz)

Ike Méndez

Poeta, educador y ensayista

Ike Méndez es ensayista y metapoeta dominicano. Coautor de obras como *"San Juan de la Maguana, una Introducción a su Historia de Cara al Futuro"* (Primer premio en el Concurso Nacional de Historia 2000) y *"Símbolos de la Identidad Sanjuanera"* (Segundo premio en 2010). Ganó el Segundo premio en el Concurso de Literatura Deportiva “Juan Bosch” (2008) y colaboró en la serie *"Fragmentos de Patria"* de Banreservas. También coeditó las antologías *"Voces Desatas"* (poesía, 2012) y la primera antología de cuentistas sanjuaneros (2015). Ha publicado seis poemarios: *Al Despertar* (2017), *Flor de Utopía* (2018), *Ruptura del Semblante* (2020), *Baúl de Viaje* (2022), *Al Borde de la Luz* (2023) y *El Joyero de Ébano* (2024), que reflejan una evolución poética constante. E-mail: jemendez@claro.net.do

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