Son las cuatro y diez de la tarde del Sábado Santo, 19 de abril de 2025, en el Cabo Rojo del municipio Pedernales, República Dominicana, en la frontera sudoeste con Haití, ancla del proyecto de desarrollo turístico oficial, promocionado como sustentable. El cielo luce plomizo, pero señor Sol –aunque ya se recuesta por el occidente- insiste en quemar, se infiltra por doquier.
Un brazo de palo seco sobre una horqueta clavada en la arena impide a los vehículos seguir, aunque más al fondo hay tres carros estacionados, y sus dueños, a metros, muy confiados disfrutan el baño y los tragos.
No hay paradero para guarecerse más que la sombra tenue de unas ramas flacas de una mata de bayahonda y dos de uva playa incipientes que aún abrazaban con pasión la arena blanca. Tampoco sanitarios ambulatorios para bañistas en apuros.
Dos adolescentes hembras en trajes de baño como hilo aceleran los pasos y se internan en el manglar aún virgen para calmar sus vejigas… o sus tripas.

Dos muchachos de la Defensa Civil cruzan en un bugui o arenero. Una niña de seis años, con chaquetica de la Cruz Roja, llega de repente al sitio donde estoy solo, mira los snack y refrescos sobre la toalla roja tendida en el suelo, : -“Hola, tengo hambre y sed”.
Oteo el entorno, no veo a nadie. Se me ha prendido un bombillito de alerta. Me llega la duda: ¿Le brindo o no le brindo? Ante mi actitud dubitativa, ella se marchó sin hablar más.
Unos cuantos bañistas –máximo 50- en la hermosa playa, 23 kilómetros al sureste del pueblo. Lucen como marullos solitarios.
Muy notoria la ausencia del hormigueo, la bebedera y la basura de otros años. Unos dicen que por causa de una decisión poco clara de Interior y Policía; otros, por luto ante la tragedia del Jet Set, al comenzar la madrugada del martes 8 de abril (232 decesos, 189 heridos).
Según cifras oficiales, durante el asueto de la Semana Mayor se registró una gran merma en el desplazamiento de vacacionistas hacia diferentes puntos del país. Menos de la mitad de cerca de 8 millones en 2024 (47 por ciento).
Mirando en derredor se vive recuerdos de la ciudad de la comodidad para los suyos que representaba desde los años cincuenta el Cabo Rojo de la Alcoa.
Hacia el farallón, instalaciones aun erectas para operaciones de la Alcoa Exploration Company, minera estadounidense que explotó los yacimientos de bauxita (materia prima del aluminio) y caliza hasta mediados de los ochenta del siglo XX y dejó un gran pasivo ambiental, cráteres como las imágenes sobre la luna.
El hotel exclusivo para altos ejecutivos de la minera, el Senior Staff, un símbolo arquitectónico diseñado por el maestro de la arquitectura dominicana Gay Vega, está allí, bajo el silencio, a la espera aún de ser convertido en hotel boutique como anunció el Gobierno desde el inicio de la ejecución del proyecto de desarrollo turístico, hace cuatro años.
Quedan huellas del viejo cine al aire libre, el play, los talleres, neumáticos y otros cachivaches botados entre matorrales de bosque seco, el balneario abandonado y la carretera que le cruzaba al frente ahogada por la arena al ser desatendida luego por los siglos de los siglos.
El aeródromo repavimentado testigo de muchos viajes en avionetas y pequeños aviones destinados a alcoredos, familiares y algún allegado especial. También sobre el secuestro del 25 de noviembre de 1980. https://acento.com.do/cultura/historia-de-un-secuestro-en-cabo-rojo-para-ir-a-cuba-9345294.html.
Y testigo de la llegada a las 9:37 de la mañana del 1 de noviembre de 2022 del vuelo inaugural de la ruta Santo Domingo (aeropuerto Joaquín Balaguer-Cabo Rojo), patrocinada la gubernamental Dirección General de Alianza Público Privada, en el marco del desarrollo turístico.
La aeronave BAe Jetstream 32 de Air Century, con capacidad para 19 periodistas y funcionarios viajó a 12 mil pies de altura, bajo un cielo totalmente despejado. Según Air Century, RepAir y la DGAP, a partir de la fecha, quedaban habilitados los lunes y viernes, con salida desde Santo Domingo a las 9:00 de la mañana y salida desde Cabo Rojo a las 10:15, con tiempo estimado de vuelo de 35 minutos, a 50 dólares el boleto.
Aunque el acto inaugural fue animado por toda la parafernalia mediática, en pocos días, el precio fue aumentado, cambiado el avión prometido por uno más pequeño, alterado los horarios y días, y, al final, cancelados los vuelos sin explicación hasta ahora a la población. https://acento.com.do/turismo/primer-vuelo-de-emociones-en-pedernales-9125670.html.
Hacia el noroeste, la terminal de cruceros con sus piscinas, restaurantes, juegos y su espigón de 200 metros solitario, todo hecho a partir del muelle de embarque de bauxita, caliza y otros minerales, construido por Alcoa a mediados de la década del cincuenta.
No hay crucero en puerto, el sábado. El Oasis of the seas (Oasis de los mares) anclaría el 25 de abril con 6,502 pasajeros y 2, 126 tripulantes.
Pero con barco o sin barco, en el pueblo perciben que pierden a Cabo Rojo, que la empresa mexicana constructora, ITM, y la Taino Bay, la cual también opera uno de los de Puerto Plata, privilegian con los empleos a ciudadanos de esa ciudad norteña y otras provincias, restringen el acceso a personas del pueblo, incluyendo periodistas, y solo unos cuantos turistas llegan al municipio, y consumen muy poco.
Están libres los obreros haitianos que son llevados por docenas en guaguas amarillas de 55 pasajeros para trabajar en la construcción de los hoteles que administrarán las cadenas internacionales Hyatt e Iberostar, entre otras. A lo lejos, se ven moles de cemento de cuatro pisos con evidente retraso conforme a la programación anunciada por las autoridades.
De repente, las nubes se vuelven más oscuras y espesas. Parece que quieren bajar a besar el mar en calma. Comienzan revolotear. Ahora, llega la llovizna; cada vez más persistente y con gotas más gordas. Los pocos bañistas comienzan a movilizarse hacia sus autos, no hay una caseta ni nada para cobijarse. Algunos comentan que “hay que aprovechar porque no sabemos si el próximo año nos permitirán entrar”. Temen a la privatización.
La lluvia arrecia, el sol se resiste y asoma. Llega la hora de partida por la misma carretera de “dientes de perro” y polvo, hacia Pedernales.
Son las cinco y cuarenta minutos de la tarde. De camino, a unos cincuenta metros de la vía que bordea la playa, en el humedal de Cabo Rojo o sitio Ramsar de protección internacional, un flamenco rosa se zambulle en el agua y abre sus alas. Solo él, para toda la laguna. Un espectáculo.
Él, como sus pares, no es nativo, aunque ya se adapta y anide en los humedales del parque nacional Jaragua de la provincia Pedernales (1,534 kilómetros cuadrados, 330 kilómetros cuadrados de humedales con reconocimiento internacional).
Aunque son parte de las 64 especies migratorias simbólicas del arco de las Antillas y cercanías, los flamencos rosados hermosean el panorama en el fondo del sur, deslumbran a los humanos con su figura, su color y sus danzas en los humedales del Jaragua.
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