Martes, 6:15 a.m. 1 de noviembre. Señor sol no asoma aún. El GPS marca 23 kilómetros desde Bello Campo, municipio Santo Domingo Este (SDE), hasta el aeropuerto internacional La Isabela, en la comunidad El Higüero, cerca de la sección San Felipe de Villa Mella, Santo Domingo Norte. En vehículo propio, estaría llegando al destino 23 minutos más tarde. La hora de encuentro era 8:30 de la mañana.
El tránsito por las avenidas Charles de Gaulle, Jacobo Majluta y Antonio Guzmán, donde está situada la terminal, ya comenzaba a mostrar su habitual rostro de caos insufrible.
Pero yo había salido temprano, por previsión. El “yi-pi-es” no falló en su orientación y estimación del traslado hasta el punto de partida del vuelo inaugural hacia la provincia Pedernales, en el punto más austral del territorio nacional, a 307 kilómetros del Distrito Nacional.
Sería otra acción promovida por la gubernamental Dirección General de Alianza Público Privada (DGAPP), como parte del Proyecto de Desarrollo Turístico prometido por la actual gestión de Gobierno.
Al llegar, el estacionamiento comenzaba activarse con vehículos de algunos clientes. La cita era en el Fixed Base Operator u operador de base fija (FBO). La aeronave BAe Jetstream 32 de Air Century, con capacidad para 19 pasajeros, ya estaba en la rampa o plataforma, perpendicular a la pista de 1,690 metros por la que despegaría en los próximos minutos para volar a 12 mil pies de altura, bajo un cielo totalmente despejado, diferente a la víspera.
En sala de espera, las muchachas de Comunicación y Protocolo de la DGAPP. Elaine Nivar y Patria Reyes, al frente, velaban por el cuido de la atención personalizada a los invitados al primer viaje: periodistas e “influencers” de redes sociales. Café caliente y un aperitivo de entrada estaban disponibles en la sala de unos 5 metros cuadrados.
Durante los siguientes minutos, llegaban a cuentagotas los viajeros; otros llamaban para informar que “voy en camino”. Al llegar, una queja iniciaba la conversación: el tránsito, el tránsito, es difícil llegar. Uno que otro externaba la inquietud sobre la calidad de la nave y la seguridad.
A la hora convenida, ya estaban agolpados en el sencillo salón: Salvador Batista, de Recorriendo con Salvador; Roberto Cavada, de Telesistema; Beatriz Bienzobas, editora de Revista de Diario Libre; Julia Muñiz, de El Nuevo Diario; Carlos Julio Féliz, Paloma de la Cruz, Joel Anico, Carlos Torres y Tony Pérez, periodista investigador y columnista de Acento, El Correo y Suelo Caribe.
El vuelo sería encabezado por Sigmund Freund, director ejecutivo de la DGAPP; Víctor Pichardo, titular del Departamento Aeroportuario; general Rafael Acosta Sena, inspector general de la Fuerza Aérea Dominicana; Danilo Rosario y Carlos Jiménez, CEO y director administrativo de la empresa Republic Air (RepAir), la empresa comercializadora de los vuelos, así como representantes de Turismo, Medio Ambiente y Fideicomiso Pro Pedernales.
Previo a la partida, Freund y ejecutivos de la empresa aérea agradecieron y formalizaron la bienvenida a los invitados y resumieron el motivo del viaje hasta la provincia ubicada en el extremo de la frontera dominico-haitiana.
El sol es más bajito
Eran las 9:23 cuando los pasajeros comenzaron el abordaje del avión matrícula HI-956 parqueado a unos 50 metros del FBO. 13 minutos después, la nave comenzó a desplazarse por el paseo, mientras el capitán anunciaba que viajarían a 12 mil pies de altura con un tiempo excelente, y llegarían en 25 minutos al aeródromo de Cabo Rojo, a 23 kilómetros del municipio Pedernales.
A las 9:37, el aparato inició el despegue, dejando abajo un Santo Domingo que evidencia su cara tétrica por haber crecido sin planificación territorial en todas direcciones.
A las 10:09 comenzaba el descenso para aterrizar en dirección oeste-este en la pista de Cabo Rojo, que mide 1,476 metros de largo y 23 de ancho.
La travesía había ocurrido sin sobresaltos, entre animadas conversaciones de los invitados. Los bomberos escenificaron un cruce de bombeo de agua a la nave desde ambos lados de la pista, simbolización de bautizo.
Los pilotos Abiel Escoto y Fausto Núñez, dominicanos, habían conducido de manera tranquila durante esta primera misión formal.
Como buenos dominicanos, los viajantes aplaudieron y rieron.
La gobernadora Miriam Brea, el alcalde Andrés Jiménez, el director de Medio Ambiente Francis Jiménez, funcionarios provinciales, dirigentes del oficialista Partido Revolucionario Moderno y decenas de pedernales estaban allí a cerca de 25 metros para dar la bienvenida. El pastor Fello de la Cruz bendijo el vuelo. Hubo resonantes aplausos, rostros alegres y abrazos a granel.
El cielo brillaba. La temperatura rondaba los 34 grados Celsius, 15 grados más que en la impresionante depresión geomorfológica hoyo de Pelempito, en lo alto de sierra Baoruco, a menos de 20 minutos del lugar por la carretera de la bauxita. La sensación de calor era superior, agobiante. En Pedernales dicen que, al parecer, allí el sol se posa más bajito.
Encuentro en el maleconcito
Arrancaba el cumplimiento de una agenda que no dejaría brecha ni siquiera para visitar nuestro hogar materno-paterno en la icónica calle Juan López de la capital de la provincia.
Agitados por los organizadores, los invitados montaron en un autobús de 37 pasajeros que, seguido, enfiló hacia el oeste, buscando el pueblo. Otros siguieron en caravana.
En veinte minutos, estábamos en el primer punto establecido en la apretada agenda: el maleconcito. Así llaman allá a un área entarviada de 120 metros cuadrados, y, en derredor, muros de cemento para sentarse, tarantines de venta de bebidas alcohólicas y bocinas para el “teteo”, justo al lado de la primera emisora del pueblo, Radio Pedernales (1971), en la misma nariz de la playa Pedernales, apacible y con su promontorio de arena blanca que, ese día, recibía a los visitantes con hermosura multiplicada.
Allí se sumaron unos cien entusiasmados pedernalenses que no habían podido llegar a Cabo Rojo.
Freund explicó el plan del Gobierno de construir en el sitio “el malecón” en el marco del proyecto de desarrollo turístico integral. El 26 de mayo 2021 el presidente Luis Abinader había dispuesto la edificación del Frente Marino de Pedernales, el cual tendría una longitud de 1.5 kilómetros hacia el este de la costa. Durante el acto de presentación, el mandatario anunció que, para el inicio, se transferirían a Turismo RD$350 millones. La obra debería incluir viviendas, centros comerciales, restaurantes, zonas de recreo y otras.
Fue breve la estada en este lugar de jolgorio cotidiano. Tan breve como un grano de maíz entre gallinas hambrientas. La Nivar mandó a subir a la “guagua” justo cuando el paisaje gratuito del mar comenzaba a excitar a los periodistas. Pero, al menos, hubo chanche para algunas fotos hechas a la carrera.
Era mandatorio regresar a Cabo Rojo. A las 11:18, el colectivo iba camino.
Al llegar, primero, visita al activo muelle construido en 1957 por la minera estadounidense Alcoa Exploration Company para los embarques de la caliza y de la bauxita que, hasta mediados de los ochenta, extrajo de las entrañas del Baoruco sin remediación ambiental, igual que hicieron luego la Ideal y Dovemco, y, más tarde, Cementos Andino con su fábrica instalada en el corazón de Cabo Rojo.
El puerto, según las autoridades, será convertirlo en terminal de cruceros por la compañía mexicana ITM Group, a un costo de US$98 millones (RD$7,000 MM). Conforme sus estimaciones y la garantía del presidente de la República, la obra deberá comenzar operaciones en diciembre de 2023.
Freund explicó lo relativo al proceso del estudio de impacto ambiental y las soluciones para proteger el sistema de arrecifes, como el alargamiento de los espigones para que los barcos anclen a suficiente distancia de la costa.
A continuación, un descenso al punto exacto donde será construido, “a partir de enero”, el primer hotel licitado, a 105 metros de la pleamar. Constará de 580 habitaciones de las 4,730 que tendrá la primera fase del proyecto Cabo Rojo. Será administrado por la cadena internacional Iberostar
Frente a los periodistas y demás presentes, el ejecutivo de la DGAPP garantizó que respetarán las normas medioambientales y protegerán manglares y los humedales que sirven de punto de encuentro de flamencos, patos migratorios y otras especies.
El tiempo disponible apremiaba. Había que tomar la infernal carretera hacia La Cueva (la de los pescadores), al sureste, para montar los botes que trasladarían durante diez minutos a los viajeros hasta la famosa playa Bahía de las Águilas (Llamada así por las impresionantes aves que cada año hacen “parada técnica” sobre las montañas para después seguir hacia Sudamérica. En botes, porque -por tierra- la “carretera” es el mismo infierno.
Nueve kilómetros de hoyos y filosas rocas, sin un ápice de respiro, suficientes para resentir el tren delantero de cualquier vehículo. El tiempo de traslado es poco menos de lo requerido por el avión del primer viaje para llegar al Higüero.
Minutos después, la comitiva abordaba las barcas. El vistazo a la playa más amada por tortugas Carey, tinglares y manatíes, no permitió el mayor deseo de los visitantes: aunque fuese un chapuzón. Sí hicieron fotos bajo un sol achicharrante.
Al regreso, en el restaurante La Cueva, un bufet a base de langosta a la parrilla, arroz, paella, mofonguito de mariscos y ensalada, más cervezas, jugos y agua. Los comensales degustaron al máximo.
Eran las 3:45 de la tarde cuando el bus y la caravana comenzó el regreso hacia el aeródromo. En 20 minutos, arribó. La puerta del avión ya estaba abierta y los pilotos listos para el regreso a Santo Domingo. Los periodistas, influencers y la comitiva de funcionarios que presidía la actividad lucían “como el primer guandul” y entusiasmados.
Todo en orden, cinturones abrochados, el avión comenzó el desplazamiento. Eran las 4:24 de la tarde. Un minuto después, surcaba el cielo brillante de Pedernales, hacia el este. Hubo aplausos y un adiós colectivo.
Justo a las cinco ya aterrizaba en el aeropuerto La Isabela. Había llovido y seguía nublado.
Terminaba así la agitada agenda de inauguración de la ruta aérea que, según Air Century, RepAir y la DGAP, a partir de la fecha, habilita los lunes y viernes, con salida desde Santo Domingo a las 9:00 a.m., y salida de Cabo Rojo a las 10:15, con tiempo estimado de vuelo de 35 minutos.
En Pedernales quedaron las inquietudes: ¿La mantendrán? ¿Cuánto durará el precio de 50 dólares?
Uno escribió Facebook: “Hay que apoyar para que no la cierren; viajaré, aunque de la capital pa` acá regrese en la guagua”.