Vuelvo a escribir sobre educación y cultura porque no puedo callar.
Porque lo que no se escribe, se olvida.
Y porque, en medio del ruido de la apertura escolar, aún creo que la palabra puede abrir caminos.
Me impulsa el deseo de ver a mi país crecer con dignidad, no solo con turismo y cemento.
Me impulsa la certeza de que la buena educación, así como la cultura, no es un lujo, sino una necesidad para avanzar como nación.
Me impulsa a actuar.
Por eso escribo, propongo y me atrevo a imaginar un país distinto:
uno donde el alma también tenga presupuesto, donde crear no sea resistencia, sino poder compartido.
Uno donde la cultura no se improvise… se siembre.
Un maestro, una conversación, una chispa
La educación siempre me ha acompañado como una inquietud vital. En mi juventud fui maestro de teatro en liceos y talleres, y vi de cerca la pasión, las limitaciones y los sueños de nuestros estudiantes.
Hace poco, conversando con mi maestro y amigo Miguel Escala —maestro de maestros y ex rector del INTEC— surgió un tema que me encendió la curiosidad: el currículo STAM.
Escucharlo hablar de este enfoque, que integra Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas, fue como abrir una ventana a otra forma de pensar la educación y la cultura. Intrigado, me puse a investigar. Descubrí que no era una moda pasajera, sino un camino que ya transforma naciones, despierta creatividad en los estudiantes y conecta el conocimiento con los retos de la vida real.
Por eso hoy escribo: porque estoy convencido de que STEAM no es un método más, es una urgencia nacional, una llave que abre el futuro.
Cuando el aula se convierte en eco
Nuestra educación arrastra un dilema viejo: enseñar a repetir, pero no siempre a pensar. Exigir memoria, pero no imaginación. Hacer de la clase un eco y no una chispa.
STEAM rompe ese molde. Une el rigor de las ciencias con la sensibilidad de las artes. Pone al estudiante frente a un reto y lo invita no a memorizar la respuesta, sino a inventarla, probarla, equivocarse y volver a empezar.
Es una educación que no domestica: despierta.
Puentes hacia el país soñado
¿Qué sería de la República Dominicana si formáramos jóvenes capaces de tender puentes entre saberes?
Ingenieros que piensen en verde, agricultores que siembren con drones y sensores, artistas que innoven desde la raíz, programadores que trabajen con ritmos caribeños para crear nuevas industrias culturales.
Mientras otros países avanzan con este modelo, nosotros corremos el riesgo de quedarnos atrapados en el aula de la repetición.
Apostar por STEAM es levantar el puente que nos permita cruzar hacia un país competitivo, creativo y soberano.
Cada estudiante, una semilla de ciudada
No se trata solo de empleos del futuro: se trata de democracia.
Un joven que piensa y cuestiona será menos manipulable.
Uno que aprende a investigar y a crear será más consciente de su papel en la vida pública.
Cada aula STEAM es también una escuela de ciudadanía: enseña a trabajar en equipo, a disentir con respeto, a construir soluciones compartidas.
Educación y Cultura: un matrimonio necesario
La educación artística no puede seguir relegada a un rincón ornamental del currículo. En el modelo STEAM, las artes no son un accesorio, son un motor que enciende la imaginación, desarrolla la sensibilidad y potencia la innovación.
Por eso es urgente que el Ministerio de Educación y el Ministerio de Cultura trabajen juntos en la implementación de este nuevo paradigma. Educación no puede hacerlo sola; Cultura tampoco.
Solo en alianza se puede lograr una verdadera renovación curricular donde la ciencia y el arte se abracen para formar ciudadanos plenos.
Además, con esta integración, se ampliarían las plazas de trabajo para artistas-docentes, ofreciendo a músicos, actores, pintores, bailarines y creadores la oportunidad de transmitir su experiencia en las aulas y talleres. Sería, al mismo tiempo, una forma de dignificar la profesión artística como parte esencial de la educación nacional.
No se trata de dos agendas separadas: se trata de un mismo país que necesita unir cabeza y corazón, razón y sensibilidad, cálculo y creatividad.
La educación como bandera de Estado
Si queremos un país capaz de sostener su propio desarrollo, debemos asumir STEAM como bandera:
Formar maestros que sean guías y no solo repetidores.
Invertir en laboratorios y espacios de innovación, no en promesas huecas.
Tejer alianzas estratégicas entre universidades, empresas, comunidades y, sobre todo, entre los ministerios de Educación y Cultura.
Entender de una vez y por todas que la educación y la cultura no pueden seguir siendo un simple renglón del presupuesto, sino la gran prioridad nacional para lograr el progreso como nación.
Dedicado a quienes aspiran a gobernar en el 2028
Este escrito lo dedico a todos los que sueñan con ser presidente o presidenta en el 2028.
Porque más allá de discursos y promesas, la verdadera prueba de un liderazgo nacional será lo que haga con la educación.
Si de verdad quieren transformar la República Dominicana, que empiecen por entender que el currículo STEAM no es un capricho pedagógico, sino la llave para liberar el potencial de nuestros jóvenes. Ahí se juega el futuro.
El ahora o nunca
El currículo STEAM no es un adorno ni un lujo: es semilla de futuro.
Es la antorcha que puede alumbrar un país cansado de tropezar en la oscuridad de la repetición.
Es la pólvora de la imaginación que nuestros jóvenes necesitan para transformar la realidad.
O damos este paso ahora, o seguiremos atrapados en el viejo ciclo de dependencia y atraso.
Porque una nación que no enseña a pensar, termina aprendiendo a obedecer. Y ya hemos obedecido demasiado.
Las cifras lo gritan: las deficientes calificaciones en las evaluaciones PISA nos recuerdan que algo está roto. Lo que está en juego es el alma de nuestra educación.
La República Dominicana merece una educación que no adiestre, sino que despierte; que no repita, sino que invente; que no domestique, sino que libere.
Un país donde la ciencia y el arte no se miren de lejos, sino que se abracen.
Que nadie se engañe: sin educación creativa no habrá industria que resista, ni democracia que se sostenga, ni cultura que florezca.
Y hay un beneficio inmediato que no podemos ignorar: la ampliación de plazas de trabajo para nuestros artistas-docentes, que podrán llevar su talento a las aulas y formar a nuevas generaciones desde la música, el teatro, la danza, las artes visuales y la literatura. Así, enseñar arte será también un camino digno de vida y un aporte directo al país.
Finalmente
La República Dominicana no puede seguir copiando exámenes y repitiendo libretos. Nos toca escribir nuestro propio guion.
STEAM es la pluma y también el escenario.
Si queremos una nación que invente en vez de obedecer, que cree en vez de copiar, que siembre futuro en vez de mendigar promesas, el momento es ahora.
Porque la educación no es un gasto: es semilla y tambora, es fogón y horizonte. Y si no sembramos hoy, mañana no habrá cosecha.
Que el 2028 nos encuentre con aulas encendidas, con ciencia y arte de la mano, y con una generación que no tema a pensar. Ese será el verdadero cambio.
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