La diáspora dominicana en los Estados Unidos ha desempeñado un papel fundamental en las luchas democráticas de nuestro país, desde la resistencia popular anticolonialista que derrotó al imperio español (1863-1865) hasta la resistencia antidictatorial que puso fin a los regímenes trujillistas (1930-1961) y balagueristas (1966-1978). Más recientemente, ha apoyado movimientos sociales como Marcha Verde (2017-2018).
Dada la activa presencia de la partidocracia dominicana en el exterior, la diáspora también ha sido un terreno fértil para la reproducción de la tradición autoritaria que sirvió de armadura tanto al trujillato como al balaguerato y, más tarde, a los gobiernos posteriores.
En EE. UU., donde reside el gran conglomerado dominicano que huye del hambre y la miseria, un sector cultural e intelectual de la diáspora ha tomado partido por la lucha democrática, mientras que otro se ha posicionado al lado del poder. Este hecho guarda mucha similitud con la situación sociopolítica en Santo Domingo.
En esta ocasión, nos atañe examinar la falta de voces críticas y solidarias dentro de los sectores intelectuales y artísticos. Ese silencio muchas veces se debe al miedo y a la censura, pero la presencia de la corriente intelectual conservadora es un factor importante que refleja las viejas prácticas antidemocráticas, enemigas de la discusión abierta, el libre pensamiento y la transformación social.
Pero antes de tocar el tema de los silencios en la diáspora, abordaremos la cuestión de la disidencia intelectual.
La labor de Torres-Saillant

Si algo caracterizó el siglo pasado fueron los debates intelectuales en torno a la identidad dominicana y el legado trujillista. En la década de los noventa, la pluma de Silvio Torres-Saillant se dio a la tarea de desmontar los techos, paredes y ventanas de las capillas intelectuales, así como el nacionalismo y el legado trujillista en las páginas de la desaparecida revista Rumbo y en otros medios. Años más tarde, en 2013 y a raíz de la sentencia racista y antihaitiana del Tribunal Constitucional, Torres-Saillant denunció esa aberración política y legal que desnacionalizó a miles de dominicanos de origen haitiano. Lo cierto es que intelectuales como Silvio Torres-Saillant, autor del libro El tigueraje intelectual (2002), le han hecho frente, una y otra vez, al poder y a la ignominia que prevalecen en la sociedad dominicana.
Empero, el precio a pagar por su postura crítica y democrática ha sido muy alto.
El catedrático Torres-Saillant no solo ha recibido ataques desde lo más profundo de la caverna dominicana, sino que también ha sido objeto de ostracismo y censura por parte del Estado dominicano. Por ejemplo, en 2017 el Comisionado de la Cultura suspendió la Feria del Libro Dominicano en la ciudad de Nueva York, que estaba dedicada a Torres-Saillant. La forma abrupta en la que fue suspendida demostró el furor de las clases políticas y el "tumbapolvismo" de los intelectuales progobiernistas ante las críticas de Torres-Saillant al gobierno peledeísta, poniendo sobre la mesa la censura, la represión y el favoritismo que rigen las acciones del Estado, así como también los partidos tradicionales y la casta cultural que se la pasa buscando prebendas del Estado y "tumbando polvo", porque, en términos de creación cultural de valor estético, la calidad es muy baja o nula.
Disidencia intelectual
Otras voces de la disidencia en la diáspora dominicana en los EE. UU. que podemos mencionar son las catedráticas y escritoras Lorgia García-Peña y Sophie Maríñez, quienes han llevado a cabo minuciosas investigaciones sociales y teóricas acerca de la identidad dominicana, las solidaridades dominico-haitianas, la falsificación de la historia (la mayoría de las veces falsificada por funcionarios al servicio de las tiranías) y los mitos de esta patria que sigue siendo vieja y añeja. Tanto García-Peña como Maríñez han dado la cara en defensa de personas dominicanas de origen haitiano ultrajadas y violentadas por la sentencia racista del Tribunal Constitucional, la cual despojó a miles de dominicanos de su nacionalidad por el simple hecho de tener padres haitianos. Las dos intelectuales dominicanas también han expresado solidaridad con los inmigrantes haitianos y denunciado las deportaciones en masa.
Desde el ámbito literario, la poeta Miriam Ventura puede dar "cátedras" a la juventud al mantener la frente en alto y dar continuidad a una práctica artística crítica, tanto política como estética, lo cual le ha costado un alto precio por no tirar la toalla ante los ataques de sectores antidemocráticos y mantenerse fiel en todo momento a una ética sumamente personal, democrática y progresista, todo lo opuesto a la mentira y a la corrupción del poder en un medio hostil donde la politiquería, el seguidismo y las prácticas autoritarias del terruño se reproducen, crecen y (todavía) no mueren, porque como dice el refrán: "yerba mala nunca muere".
Silencio intelectual
Por otra parte, en la lucha democrática que se lleva a cabo en Santo Domingo y en el exterior, brilla por su ausencia la socióloga y directora del Instituto de Estudios Dominicanos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY/DSI), Ramona Hernández, quien el año que viene cumplirá veinticinco años al frente del instituto de investigación en torno a la sociedad dominicana y su diáspora. (Por razones de ética y para que quede un registro, el autor de este ensayo trabajó en el Instituto bajo la supervisión de la bibliotecaria Sarah Aponte, quien con sus manos y agilidad mental, y la colaboración del bibliotecario Nelson Santana, armó una gran biblioteca, todo un tesoro de labor profesional. Las varias veces que nos cruzamos con Ramona Hernández, podemos afirmar que nuestra interacción se limitó a un "buenos días" y nada más).
En lo referente al largo reinado de la Dra. Hernández (como se le conoce) en el Instituto de Estudios Dominicanos, se parece mucho al de intelectuales conservadores como Bruno Rosario Candelier, quien, a pesar de las críticas que le han llovido encima desde la prensa y desde dentro de la institución que dirige desde 2002, sigue al frente de la Academia de la Lengua Dominicana, lo cual trae a colación la continuidad de la tradición autoritaria, el caudillismo y la mediocridad intelectual que tanto daño le han hecho a la patria de Mamá Tingó y Lemba.
Hasta la fecha, no se le conoce ningún pronunciamiento por escrito o por medios audiovisuales de la Dra. Hernández en defensa de las luchas del pueblo dominicano. Parece que "un gato le agarró la lengua".
En cuanto a su silencio, los ejemplos sobran. Por ejemplo, la Dra. Hernández no salió en defensa de las mujeres cuando se promulgó la Constitución de 2010, un mamotreto reaccionario del expresidente Leonel Fernández y sus aliados de ultraderecha que, a pesar de las movilizaciones y los gritos de la sociedad, prohibieron el aborto con el Artículo 30 de esa Constitución racista, sexista y homofóbica, porque también prohibía el derecho a la nacionalidad dominicana a las hijas e hijos de padres haitianos y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ese silencio de "Ramonita" (como también es conocida) lo podemos interpretar (en espera de que alguien diga lo contrario) como una complicidad con Leonel y el bloque de poder. Hay que destacar la estrecha colaboración que la Dra. Hernández mantiene con Funglode, una institución privada que ha servido como brazo ideológico del expresidente Leonel Fernández y su proyecto neoliberal.
En pocas palabras, lo que se mueve en la diáspora —sus combates ideológicos, luchas sociopolíticas y el predominio de los intelectuales que guardan silencio ante los abusos y la opresión— refleja, en cierto sentido, la lucha por los espacios democráticos y los derechos civiles en Santo Domingo, la cual tiene como enemigo frontal la hidra venenosa del Estado capitalista y los medios privados a su servicio, que reproducen el autoritarismo, el favoritismo y la mediocridad en complicidad con intelectuales dentro y fuera del país.
Compartir esta nota