I

El oficio de periodista marcó la carrera literaria e intelectual de Mario Vargas Llosa (1936-2025), desde su adolescencia, en el diario La Crónica, de Lima, hacia 1952, cuando aún no había cumplido los 16 años, cubriendo noticias policiales, entrevistas, farándula y sociales. En su fascinante y valiente autobiografía, El pez en el agua (1991), en el capítulo Periodismo y bohemia, relata lo siguiente: “Los tres meses que trabajé en La Crónica, entre el cuarto y el último año de secundaria, provocarían grandes trastornos de mi destino. Allí aprendí, en efecto, lo que era el periodismo, conocí una Lima ignota hasta entonces para mí, y, por primer y última vez, hice vida bohemia”. De modo que su destreza, en la redacción y su dominio de la lengua, acaso se deba a que se inició temprano en el uso correcto del idioma, en la profesión de periodista, de manera empírica, aun antes de ingresar a la Universidad de San Marcos. Sin saberlo, esa práctica diaria, cubriendo hechos y noticias de la vida barrial y del bajo mundo –o del submundo–, le sirvió para conocer Lima, con su crudeza, violencia y vida bohemia. Y para abrazar el periodismo como vocación, base del salto a su vocación de escritor profesional. Pero esa profesión quedó trunca cuando su padre pidió su destitución del diario, bajo el alegato de que se estaba enviciando en el alcohol, las drogas, la prostitución y la bohemia, en cantinas y antros limeños. Sin embargo, esta experiencia de periodista, y luego su vida de estudiante en Piura y en San Marcos, le servirían como materia prima para su novela Conversación en la catedral (1969).

Su gran proyecto periodístico es Contra viento y marea, en tres tomos  –cuyo primer volumen va de 1962 a 1972, el segundo de 1972 a 1983 y el tercero de 1964 a 1988–, y que  comprende artículos, conferencias, reseñas, entrevistas, cartas, manifiestos y polémicas. Son textos de circunstancias. Representan un testimonio y un documento de una época histórica, matizada por la efervescencia y el calor del debate de las ideas, cuando Vargas Llosa aún era de izquierda, y creía en la utopía socialista y el mito de la revolución. Reflejan su combate moral contra las injusticias sociales y su rol como intelectual comprometido con la defensa de las libertades, y de combate contra la censura. Son pues textos políticos y literarios, nacidos al fragor de los temas más acuciantes de su tiempo, y que reflejan, asimismo, su honestidad intelectual como hombre con conciencia histórica. Expresan dudas, optimismo, pesimismo, perplejidades, convicciones y afirmaciones. Aparecieron publicados en revistas y diarios de Lima, Montevideo, Madrid, ciudad de México, Paris, Nueva York, La Habana, Caracas o Buenos Aires, como Caretas, El Comercio, Marcha, Expreso, Piélago, Libertad, Primera Plana, Casa de las Américas, Le Monde, Cambio 16, ABC, El País, Time, Amaru, El Nacional, Ultima Hora, Posdata, Mundo Nuevo, Oiga, La Prensa, Plural, The Times Literary Supplement o Unidad. Así pues, Contra viento y marea constituyó la primera reunión de sus artículos periodísticos: representa el nacimiento del gran periodista que fue Mario Vargas Llosa, y donde se reveló como un periodista de prosa vigorosa y eficaz. En dichos artículos abordaba temas sociales, políticos y literarios con agudeza, inteligencia, cultura y formación. Ponía en escena al escritor en ciernes, pero de fuste, comprometido con su discurso, en lo que expresaba y profesaba: sentando cátedra y creando escuela. En estos tres volúmenes hay textos esclarecedores, luminosos y reveladores de su conciencia ética como periodista y como intelectual comprometido. En efecto, ejerció un periodismo formativo, cultural y educativo.

Mario Vargas Llosa.

  

En 2022, su amigo Carlos Granés, ensayista y antropólogo colombiano –y autor del afamado ensayo El delirio americano–, se abocó a la ingente tarea de reunir toda su obra periodística en cinco volúmenes, para el sello Alfaguara, de los cuales van tres. En 2022, salió a la luz El fuego de la imaginación. Libros, escenarios, pantalla y museos. Obra periodística I, el cual comprende artículos, críticas sobre el arte de la ficción, la literatura latinoamericana, francesa anglosajona, española y europea, así como textos críticos sobre cine, arquitectura, artes plásticas, bibliotecas y librerías. En 2024, se publicó El país de las mil caras. Escritos sobre el Perú. Obra periodística II, que comprende todo lo relativo a su país: crónicas del Perú, literatura peruana, la política, el legado prehispánico, el arte peruano, la cultura popular, los conflictos sociales, textos autobiográficos, la democracia, las tensiones culturales, el fujimorato, el terrorismo, las dictaduras, la revolución o la gastronomía. En 2025, se publica El reverso de la utopía. América Latina y Oriente Medio. Obra periodística III, y que incluye artículos como Cuba (De la ilusión a la dictadura), Nicaragua (La revolución envilecida), La historia latinoamericana y sus demonios, Bajo la mirada de Occidente, De la revolución al populismo, La decadencia de Occidente, así como el conflicto de Israel y Palestina (paz o guerra santa), El regreso de la historia (Las consecuencias del 11-S) y Diario de Irak (una larga  crónica sobre la guerra y la invasión a Irak por parte de EEUU). En parte, algunos de estos textos (ocho) fueron publicados en su columna Piedra de Toque, del diario El País. Reunidos como Israel y Palestina. Paz o guerra santa, en forma de libro, fueron quince reportajes y crónicas, comprendidos del 30 de agosto al 15 de septiembre de 2005, con fotografías de su hija Morgana. Escritos en Israel (en la franja de Gaza y en los territorios ocupados de Cjordania), relata las peripecias y los obstáculos (controles militares, muros, barreras e interrogatorios) que tuvieron que enfrentar para realizar las entrevistas a protagonistas y testigos, que le sirvieron de insumo para su labor de investigación periodística. Diario de Irak es el resultado de un viaje de Vargas Llosa en el corazón de este país del Medio Oriente, en el epicentro del conflicto: entrevistó a líderes, gente común de la calle y recabó testimonios de primera mano para realizar este reportaje para el diario El País —también con fotografías de su hija Morgana. Este reportaje de guerra representa un viaje a Irak, realizado por Vargas Llosa, de 12 días –entre el 25 de junio y el 6 de julio de 2003–, tras su regreso a España y publicado en su columna Piedra de Toque de El País, y en otros diarios y revistas de Europa y América Latina.

Su larga estadía en Europa le sirvió enormemente en su formación cultural. En El fuego de la imaginación, se nos revela como un hombre abierto a múltiples intereses culturales, que vivió el día a día de los acontecimientos políticos, culturales e intelectuales de Europa y América Latina. Además, que ha sido un hombre no solo de letras (homme de lettres) sino un enamorado del cine, el teatro y las artes plásticas, como lo reveló, asistiendo a conciertos, exposiciones, espectáculos, teatros, museos, librerías y bibliotecas. En fin, disfrutó su vida cultural; en una palabra, y por decirlo de algún modo: se bebió su activa vida cultural y artística. Es decir, ha sido no solo un literato sino un intelectual sensible a todas las expresiones de la cultura y el arte. De ahí que se aprecie su pasión por estar informado de todas las manifestaciones de la vida europea e hispanoamericana, y por ser, de algún modo, protagonista o testigo de primera mano.

La batalla por la libertad y por crear una cultura de la libertad, en el marco de la democracia en América Latina, ha sido crucial en la vida intelectual de Mario Vargas Llosa. En 2009, Carlos Granés, seleccionó y prologó el libro Sables y utopías. Visiones de América Latina, para la editorial Aguilar, en el que reunió artículos sobre el autoritarismo, las revoluciones, el nacionalismo, el populismo, el indigenismo, la corrupción (como obstáculos para el desarrollo), la democracia, el liberalismo, el arte y la literatura latinoamericana (Los beneficios de la irrealidad). En esta obra, el escritor peruano deja entrever sus puntos de vista como pensador liberal sobre el presente y el futuro del continente. Es decir, sus peligros y amenazas, al tiempo que analiza los eventos y hechos, que han caracterizado el devenir histórico y político de América Latina. Nos muestra su defensa de la libertad y la democracia y su batalla frontal, contra viento y marea, contra las dictaduras, los populismos de izquierdas y de derechas, los nacionalismos, así como su ilusión y posterior desilusión con las revoluciones socialistas, desde el famoso “Caso Padilla” de Cuba, en 1971.

En 1990, Vargas Llosa inicia en el periódico El País, de Madrid, su célebre y leída  columna, Piedra de Toque, que mantuvo hasta el 15 de diciembre de 2023. Dijo adiós al columnismo periodístico de opinión, una tribuna desde la que ejerció, con entera libertad, su condición de intelectual liberal (ya en octubre se había despedido de la escritura de novelas con la publicación de su última novela, Le dedico mi silencio, la número veinte). Piedra de Toque fue un atalaya y un termómetro –o barómetro- que usó el Nobel para opinar, hacer juicios de valor, argumentar y emitir puntos de vista sobre eventos, hechos y sucesos de la política, la cultura, la literatura y el arte de América Latina, España, Estados Unidos y el resto del mundo. También fue un espacio para ejercer la crítica cultural, literaria y de artes, y escribir artículos, crónicas y reportajes. Eran además un híbrido en que combinaba crónica y artículo de opinión. Se despidió, tras más de 60 años como articulista y dijo adiós a su columna quincenal Piedra de Toque, la cual se publicaba en El País, en decenas de diarios del mundo y en diferentes idiomas. Con su retiro del diarismo periodístico concluyó una época del periodismo cultural en nuestra lengua. Se cerró un ciclo pródigo en el debate de las ideas. Sus últimos libros, Medio siglo con Borges (2020) y Un bárbaro en Paris (2023) se nutrieron de su columna, además de sus conferencias y ensayos.

En el año 2000, seleccionó un conjunto de estos artículos de esta columna bajo el título de El lenguaje de la pasión, y que abarcan temas como la política, la cultura, los problemas sociales, los sucesos de la actualidad, la pintura, la música, notas de viajes y, desde luego, la literatura. En todos y cada uno de sus artículos siempre exhibe un despliegue de buena prosa, elegancia, ideas bien postuladas, y a menudo, matizados por la pasión y la imaginación. Vargas Llosa hinca el diente a problemas tan espinosos como complejos, que van desde la despenalización del aborto y las drogas hasta los problemas migratorios. Ofrece siempre un retrato y una anatomía, no sin libertad y valentía, de cuestiones centrales y conflictivas de nuestro tiempo, lo que lo convierte en un intelectual incómodo, pero lúcido e incisivo, que a nadie deja indiferente. Antes de El lenguaje de la pasión, reunió otro manojo de artículos de su misma columna titulado Desafíos a la libertad, en 1994. A estos los une una contigüidad temática, pues están referidos a los “desafíos de la cultura de la libertad que han surgido con el poscomunismo y critica el nacionalismo y sus mil caras insidiosas, los integrismos religiosos y los nuevos intentos para restablecer la tradición autoritaria en América Latona”, en palabras de Vargas Llosa. Se trata de un texto que refleja su labor como agudo analista de la situación política y su preocupación intelectual como escritor: por los enormes eventos de repercusión histórica y su significación para el mundo libre. Su dilatada vida, destinada a intentar hallar respuestas a los diferentes fenómenos de la época contemporánea, se presenta como un desafío a la civilización y a las democracias occidentales, en aras de crear una cultura de la libertad. Como hombre público e intelectual comprometido con la libertad, Mario Vargas Llosa exhibió siempre una mirada independiente, con sus artículos periodísticos, pero de enorme aliento literario, que, desde su prosa imaginativa, adoptan la categoría de piezas maestras del género periodísticos como obras literarias, vigorosas y vibrantes, de agudeza de pensamiento y luminosa expresión verbal.

II

Fui un fervoroso lector, celebrante y seguidor, en la prensa, de los artículos de Mario Vargas Llosa. Fueron una escuela de libertad de expresión, buena escritura, correcta dicción, actualidad informativa y enjundiosa capacidad de argumentación. Es decir, una universidad de buen periodismo literario, y una fuente de aprendizaje y conocimiento.

Tras su fallecimiento –acaecido el 14 de abril, a los 89 años, en Lima–, nos harán falta sus opiniones y puntos de vista sobre los grandes y polémicos temas de la actualidad política, cultural y social, y acerca de las ideas que han permeado –y marcado- la contemporaneidad. Fue pues un intelectual de su siglo, acaso el último, tras la muerte de Octavio Paz, en 1998, o de Carlos Fuentes, en 2012. La voz de Vargas Llosa fue siempre oída y esperada por sus lectores, como una brújula de orientación, con sus críticas y opiniones, urticantes, valientes y frontales, sobre el presente y el futuro de la democracia de América Latina y del mundo occidental: sus procesos electorales, el populismo de izquierdas y de derechas, las dictaduras y los totalitarismos, y por cuyas ideas se granjeó no pocos detractores, pero también, un puñado de defensores. De ahí que se haya convertido en un guardián de las democracias liberales y en un defensor espartano de la libertad, ese oxígeno de las democracias, y condición indispensable para el ejercicio, contra viento y marea, de la vida intelectual. Contrario a lo que sus detractores de izquierda piensan –que lo encasillan en la derecha o extrema derecha–, pienso que ha sido coherente con su postura liberal. Fue un férreo defensor de una cultura de la libertad, y de los valores de la democracia, ya que fue un feroz crítico del fascismo, el nazismo, los nacionalismos, el militarismo, las tiranías, las dictaduras y del comunismo. Es decir, un crítico de los totalitarismos, esos enemigos de la libertad individual y violadores de los derechos ciudadanos, y también un crítico de las pestes de la democracia: la corrupción, la impunidad, el narcotráfico y la ilegalidad. Por lo tanto, representa un auténtico intelectual del siglo XX –“el siglo de los intelectuales”, como lo definió Michel Winock–, amén de ser un enorme novelista, de la estirpe de los maestros del realismo del siglo XIX, como Balzac, Flaubert, Galdós, Melville, Hugo, Dickens, Tolstoi o Dostoievski, autores de novelas totales: de la “novela total”, como solía definir estas catedrales narrativas. Pero también fue un estupendo ensayista, un brillante crítico literario y un gran teórico de la novela.

Mario Vargas Llosa, al recibir en 2016, en Santo Domingo, el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña, que otorga el Ministerio de Cultura de la República Dominicana.

Su condición intelectual se formó, a mi juicio, al calor del debate de las ideas en la Francia de los años sesenta, capitaneada por sus maestros y admirados Sartre, Camus y Malraux. Ese carácter de polemista, que formó el pensamiento liberal vargasllosiano, procede de las lecturas de Popper, Berlin, Hayek o Revel, y que sobresale en las páginas de su libro La llamada de la tribu (libro que leí con fervor durante unas vacaciones en NY, en mayo de 2018), y donde se destaca el pensador liberal, y en el que están, en gran medida, las raíces de sus ideas políticas, que forjaron su personalidad política. Representa su testamento intelectual y el pago a una deuda filosófica con los maestros que contribuyeron a forjar su pensamiento político-filosófico liberal.

Precoz y enfant terrible de la narrativa hispanoamericana, se inició a los 16 años como periodista en Lima, en una carrera meteórica de escribidor (como suele autodefinirse), que prontamente lo llevó a obtener el Premio Biblioteca Breve de Novela de España, en 1962, a los 26 años, con La ciudad y los perros, y luego el Premio Rómulo Gallegos de Venezuela, con su segunda novela, La casa verde, en 1966. De modo que su trayectoria ha sido imparable y portentosa, en una relación de consagración y sacerdocio a las letras y la escritura. Heredero del periodista profesional, compaginó el periodismo (el cronista, el articulista, el reportero y el redactor) con la literatura, forjó su pensamiento político (y acaso sus dotes de orador) en sus años de estudiante en la Universidad de San Marcos; hombre de izquierda, en su juventud (como era lógico), enamorado (como todos), de la revolución cubana, y luego un desencantado y un crítico feroz de su deriva autoritaria y dictatorial. Por consiguiente, vivió del periodismo, la literatura y la academia.

Confieso que los artículos y ensayos del Nobel peruano me despiertan curiosidad y me dan, por consiguiente, lecciones de estilo, agilidad, soltura y redacción, por su capacidad argumentativa, profundidad conceptual, perfección expresiva y precisión en la puntuación.

De sus artículos me seducen su capacidad argumentativa, claridad expositiva y rigor intelectual; asimismo, porque en ellos revela su sólida cultura y su experiencia de gran lector, que nos transmite su pasión lectora y entusiasmo por los libros, la lectura, los autores y el arte.

En 2012, Mario Vargas Llosa, publicó el que quizás fue su libro más polémico y filosófico, no tanto por los temas sino por sus enfoques y osadía argumental. Se trata de Las civilización del espectáculo, un texto en que emite sus puntos de vista sobre la cultura, el erotismo, el sexo y la religión. Según Vargas Llosa, el arte y la literatura han caído en un proceso de banalización, donde ha triunfado el periodismo sensacionalista, la prensa del corazón y la frivolidad en la vida política. Para él, no son las causas, sino los síntomas de una civilización en crisis, enferma, de la sociedad contemporánea. Critica que la cultura es hoy solo entretenimiento y distracción, y que la figura del intelectual ha perdido el prestigio o desaparecido del debate público. Así pues, hace una radiografía despiadada  y dura de la cultura actual, del arte contemporáneo y del espíritu de nuestro tiempo. En efecto, el Nobel ha querido dejar constancia de la metamorfosis que ha experimentado la cultura y de cómo la alta cultura ha sido desplazada por la baja cultura, o, al menos, se han nivelado, en un proceso de impostura intelectual. La obra se lee como un testamento intelectual de su pensamiento político, de un hombre que dominó el debate de las ideas desde la segunda mitad del siglo XX hasta su muerte, en 2025. El libro está articulado en base a ensayos inéditos y artículos publicados en su columna Piedra de Toque, en una especie de contrapunto (en cursivas), titulados “Antecedentes”, aparecidos en diversas fechas.

Su obra periodística, practicada a lo largo de más de sesenta años, es un proyecto de cinco (5) volúmenes, “una especie de autobiografía intelectual, literaria y política que he ido levantando al ritmo de la actualidad de cada momento”, afirmó el Nobel. Sus artículos periodísticos siempre los cultivó a la par con su obra ensayística, teatral y novelística. Pensaba siempre en sus lectores del mundo, y así los mantenía al día de la actualidad de los grandes hechos del mundo político, literario y cultural, donde querían saber y conocer su opinión. Carlos Granés selecciona y prologa cada tomo, con lo cual hace una labor editorial de invaluable factura e importancia. En cada volumen sobresalen los temas que obsesionaron a Vargas Llosa y sobre los cuales volvía con otras perspectivas de actualidad. El primer volumen, El fuego de la imaginación, se lee como un ensayo de crítica literaria sobre obras y autores. Hay artículos que se remontan a su etapa de formación cuando era un estudiante universitario, un veinteañero, en Lima y otros de cuando vivía en Barcelona, Londres o Paris. Se trata de un texto de cerca de 800 páginas, es decir, de un vasto panorama que expresa un recorrido por la literatura del siglo xx y parte del siglo XXI. Nos postula una visión crítica y autónoma sobre aspectos, temas y autores de las letras latinoamericanas y europeas, con sorprendente competencia y autoridad. Política, sociedad, cultura y literatura serán los grandes ejes temáticos alrededor de los cuales giró su obra periodística. Perú, América Latina, Oriente Medio, Francia y España serán pues sus obsesiones y sus amores, sus pasiones y sus obsesiones, sus dolores y sus meditaciones.

Su oficio de periodista se remonta a 1952, cuando su padre lo llevó a la redacción del diario La Crónica para realizar una pasantía de tres meses, en la que le correspondió cubrir sucesos sangrientos, y adentrarse en la vida bohemia limeña, propia de la profesión; desde entonces, el periodismo lo persiguió como una sombra casi hasta su muerte. Pero no es sino desde 1962, cuando comienza, de manera ininterrumpida, a colaborar para diferentes diarios, como el Expreso, el cual le pagaba con un ticket de avión para regresar de vacaciones de Paris a Lima cada año. De esa vasta producción periodística son los tres volúmenes de Contra viento y marea —de 1962 hasta 1988, de la editorial Seix Barral. O los tres volúmenes de Piedra de Toque, de sus Obras Completas de Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, de 2012. En el prólogo de esta edición, Vargas Llosa dice: “Pese a los muchos dolores de cabeza que me daban, siempre me gustó escribir esos artículos que representaban una vacación, un respiro semanal en la tarea de años que me significaban las novelas, y, también, una zambullida en la actualidad cotidiana, un paréntesis de realidad concreta que me distraía de tanas horas sumido en la ficción del resto de la semana”.

Mario Vargas Llosa, al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad APEC, en Santo Domingo, en 2011.

A estos tres tomos ya publicados (y que Vargas Llosa tuvo la dicha de verlos en vida) le seguirán dos más, aún sin título, pero que Carlos Granés, su editor, afirma que tratarán sobre “los desafíos de la sociedad abierta”, el cuarto, y un quinto y último, sobre su trayectoria intelectual. Son volúmenes no regidos por la cronología sino por “las obsesiones y preocupaciones recurrentes de Mario, aquellos temas sobre los que ha reflexionado sistemáticamente a lo largo del último siglo”, señala Granés. Cabe destacar, en la obra periodística de Vargas Llosa, su meticulosidad, su arte de la adjetivación, la fuerza de sus frases, el énfasis argumentativo y la brillante documentación. El reportaje, la crónica, la valoración de sus amigos escritores y de sus pares, con su gran generosidad y honestidad, en sus juicios analíticos y críticos, al ocuparse de sus obras y de sus trayectorias. Igualmente las notas necrológicas de sus amigos escritores fallecidos, escritas con pasión, lealtad y admiración. Sus artículos son exhaustivos, aun desde sus inicios formativos. Siempre lo movió el entusiasmo hacia los libros de los demás colegas de oficio o generación. A menudo, mezcla crónica, reportaje, testimonio, biografía, crítica o artículo de opinión, sin olvidar el contexto social, cultural e histórico de la obra literaria. Sobresale siempre el estilista y el redactor de prosa ágil, dinámica y enfática. Como se ve, la curiosidad intelectual y cultural de Vargas Llosa es admirable e inagotable, igual que su pensamiento crítico y su rigor descriptivo, como buen narrador. De ahí que, en su obra periodística, se funden el ensayista y el novelista, el hombre de ideas y el narrador de hechos, el periodista de viaje y el periodista de guerra, el intelectual y el escritor.

Basilio Belliard

Poeta, crítico

Poeta, ensayista y crítico literario. Doctor en filosofía por la Universidad del País Vasco. Es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua y Premio Nacional de Poesía, 2002. Tiene más de una docena de libros publicados y más de 20 años como profesor de la UASD. En 2015 fue profesor invitado por la Universidad de Orleans, Francia, donde le fue publicada en edición bilingüe la antología poética Revés insulaires. Fue director-fundador de la revista País Cultural, director del Libro y la Lectura y de Gestión Literaria del Ministerio de Cultura, y director del Centro Cultural de las Telecomunicaciones.

Ver más