En la obra Los senderos ocultos (1911), el poeta mexicano Enrique González Martínez buscó implementar un cambio en la forma de escribir poesía. Con la ayuda de sus versos, no solo logró generar el cambio propuesto al transformar una escritura donde abundaba la belleza y la superficialidad, por una más profunda, filosófica y auténtica, sino que este cambio trajo consigo el inicio de la caída del modernismo literario y el nacimiento del postmodernismo.

Para finales del siglo XIX, el movimiento literario dominante era el modernismo. Este consistía en escenificar una escritura en la que abundaba la superficialidad y la belleza. Que, de acuerdo con Lily Litvak (1990): “Fue la renovación formal de la poesía” (p. 111). Su principal representante era el nicaragüense Rubén Darío y se simbolizaba mediante la figura del cisne, que, según José Oviedo (2001), “Sintetizaba la elegancia del lenguaje” (p. 73). A principios del siglo XX, esta forma de escritura comenzaba a generar cierto cansancio, dando lugar al popular dicho “Hasta la belleza cansa”. Es en este punto donde entra en escena el mexicano Enrique González Martínez con su obra Los senderos ocultos, para iniciar una transformación poética en la que se presentara temas con matices más introspectivos.

Esta obra, fue publicada su primera edición en el año 1911 por la editorial la voz del norte. Contiene veinticuatro poemas y entre ellos destacan: “Cuando sepas hallar una sonrisa”, “Busca en todas las cosas”, “Renovación”, “Me abrazaré a la vida”, “Una vieja tristeza”, “Y pienso que la vida”, “Esta tarde he salido al campo”, su poema cumbre “Tuércele el cuello al cisne”, entre otros. Aquí el autor aborda temas como la búsqueda de la verdad oculta, la conexión de los humanos con la naturaleza, la dualidad de la vida, etc.

En su poema cumbre “Tuércele el cuello al cisne”, González Martínez reprueba la belleza y la superficialidad del modernismo, al promover una poesía que exponga temas de mayor relevancia para los seres humanos. Se refiere al cisne como un ser engañoso, y con él, advierte que este carece de certeza y profundidad en sus expresiones. Al torcerle el cuello al cisne, se fomenta una perspectiva diferente para hacer poesía, tal como se puede ver en los siguientes versos: “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje / que da su nota blanca al azul de la fuente; / él pasea su gracia no más, pero no siente / el alma de las cosas ni la voz del paisaje” (González, 1911, p. 5).

Con este poema, González Martínez impulsa a los demás escritores a evitar las expresiones superficiales que no representan la esencia íntima de la vida. Abogando por una poesía que transmita un mensaje y que escenifique la importancia de la autenticidad a través de una creación artística, tal como se puede ver en los siguientes versos: “Huye de toda forma y de todo lenguaje / que no vayan acordes con el ritmo latente / de la vida profunda… y adora intensamente / la vida, y que la vida comprenda tu homenaje” (González, 1911, p. 5).

González Martínez reflexiona en este poema sobre la búsqueda de una verdadera sabiduría. Toma como símbolo al “búho”, que, de acuerdo con Oviedo (2001) “es menos vistoso que el cisne, pero de mirada más penetrante” (p. 73), para representar la sabiduría y la contemplación. Aquí se incita a renunciar a los ideales racionales y lograr un acercamiento más preciso con lo esencial de la vida, tal como se puede ver en los siguientes versos: “Mira al sapiente búho cómo tiende las alas / desde el Olimpo, deja el regazo de Palas / y posa en aquel árbol el vuelo taciturno” (González, 1911, p. 5).

En “Tuércele el cuello al cisne” se realiza un contraste entre la superficialidad y la belleza externa representada por el cisne, y la capacidad del búho de comprender las profundidades de las cosas. De esta manera, se pone en manifiesto que la sabiduría no se encuentra en lo evidente, sino en lo introspectivo de las cosas, tal como se puede ver en los siguientes versos: “Él no tiene la gracia del cisne, más su inquieta / pupila, que se clava en la sombra, interpreta / el misterioso libro del silencio nocturno” (González, 1911, p. 5).

Este cambio auspiciado por González Martínez en la forma de escribir poesía se puede percibir en algunos de los demás poemas de esta obra. En el poema “Cuando sepas hallar una sonrisa”, este autor incentiva a encontrar la satisfacción personal en las cosas cotidianas de la vida, al exponer que la felicidad se encuentra en los hechos más simples. La expresión “Hallar una sonrisa” representa un símbolo de gratitud ante lo recibido, tal como se puede ver en los siguientes versos: “Cuando sepas hallar una sonrisa / en la gota sutil que se rezuma / de las porosas piedras, en la bruma, / en el sol, en el ave y en la brisa” (González, 1911, p. 22).

En este poema, González Martínez revela que los seres humanos tienen la capacidad de comprenderse como parte de un todo, y que para lograr las metas propuestas en la vida tendrás que sobrepasar emociones extremas que afectarán tu espíritu: “Sentirás en la inmensa muchedumbre / de seres y de cosas tu ser mismo; / serás todo pavor con el abismo / y serás todo orgullo con la cumbre” (González, 1911, p. 22).

El cambio también se puede presenciar en el poema “Busca en todas las cosas”. Aquí se hace un llamado a adoptar una actitud de exploración hacia la vida y el mundo, al autor sugerir que en el universo todo tiene un significado más profundo que aquel que se percibe a simple vista. De esta forma, se advierte sobre la inclinación de los humanos a dejarse llevar por lo externo, y que obvian que para conocer lo verdadero se requiere un rastro más profundo: “Busca en todas las cosas un alma y un sentido / oculto; no te ciñas a la apariencia vana; / husmea, sigue el rastro de la verdad arcana, escudriñante el ojo y aguzado el oído” (González, 1911, p. 30).

En “Busca en todas las cosas”, se reflexiona sobre la complejidad emocional y espiritual que radica en los seres humanos. Dando a entender, que estos poseen diferentes tipos de emociones, ya sea tristeza o alegría, las que no se pueden apreciar en una primera impresión. De esta forma, se exhorta a los individuos a desarrollar una actitud abierta e interpretativa, donde se puedan adquirir significados reales más allá de lo evidente: “Hay en todos los seres una blanda sonrisa, / un dolor inefable o un misterio sombrío. / ¿Sabes tú si son lágrimas las gotas de rocío? / ¿Sabes tú qué secreto va contando la brisa?” (González, 1911, p. 30).

Con Los senderos ocultos, el poeta mexicano Enrique González Martínez realizó un cambio radical en la forma de escribir poesía a principios del siglo XX. A través de sus versos, logró transformar una poesía cargada de belleza y superficialidad, en una que incluye un matiz más introspectivo, donde reina lo profundo, lo auténtico y lo filosófico. En esta obra se realiza una excursión poética hacia lo esencial y trascendental de la vida, donde la búsqueda de la verdad requiere una mayor exploración. Este enfoque literario logró influir a los demás escritores de la época, lo que trajo consigo el nacimiento del postmodernismo literario.

Bibliografía

 González, E. (1911). Los senderos ocultos. Mocorito: La voz del norte.

Litvak, L. (1990). España 1900: modernismo, anarquismo y fin del siglo. Barcelona: Editorial Anthropos.

Oviedo, J. (2001). Historia de la literatura hispanoamericana Vol. III. Madrid: Alianza Editorial.

Wilson Gil Bautista

Estudiane de letras

El autor del artículo es escritor y estudiante de la Licenciatura en Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Ver más