Resumen
Este artículo analiza y celebra la decisión de la FILSD 2025 de dedicar su tema central exclusivamente a la literatura infantil, sin incluir el término habitual “juvenil” o “infanto-juvenil”. A partir de las teorías de la producción literaria, la estética de la recepción y la crítica cultural, se sostiene que esta delimitación no es una exclusión, sino una revalorización justa y necesaria de un campo que ha sido tradicionalmente subsumido, simplificado o fusionado en fórmulas editoriales. Desde el Virgilioamaramorismo, se defiende la infancia como centro poésico legítimo.
Introducción
Históricamente, los grandes eventos editoriales y culturales han agrupado bajo la categoría “Literatura Infantil y Juvenil” (LIJ) a dos universos estéticos, cognitivos y simbólicos profundamente distintos: la infancia y la juventud. Esta fusión —aunque práctica desde el punto de vista editorial— ha generado ambigüedades teóricas, confusiones pedagógicas y desequilibrios en la representación cultural.
Por ello, la decisión del Ministerio de Cultura de la República Dominicana de declarar como tema central de la FILSD 2025, única y exclusivamente la literatura infantil, constituye un acierto valiente, diferenciador y poésicamente significativo. No es una negación de lo juvenil, sino una afirmación clara: la infancia merece, por sí sola, un espacio central de reflexión, creación y afecto.
Desarrollo
- Desfusión necesaria: teoría y producción cultural
Desde las teorías de la producción literaria, sabemos que los campos literarios son construcciones sociales y simbólicas en permanente disputa. Al unir "infantil" y "juvenil", se genera un campo compartido que responde más a necesidades editoriales de mercado que a realidades poésicas o epistemológicas comunes.
La literatura infantil trabaja con estructuras narrativas, ritmos, imágenes y vocabularios diseñados para la formación emocional y simbólica inicial.
La literatura juvenil dialoga con inquietudes de identidad, conflicto ético, autoconocimiento y crítica social, desde una perspectiva más reflexiva y compleja.
Fusionarlas bajo una sola etiqueta suele favorecer lo juvenil, pues se considera que la infancia no tiene aún “voz propia” ni consumo autónomo. Esta lógica invisibiliza lo infantil, lo vuelve “apéndice menor”.
La FILSD 2025, al romper esta lógica, reconoce la autonomía estética, pedagógica y simbólica de la infancia y permite trabajar profundamente en su universo poésico.
- Desde la estética de la recepción: lector no es lector por igual
Wolfgang Iser (1976) y Hans Robert Jauss (1982), en su teoría de la recepción, enseñaron que la lectura no es un acto neutro, sino una actividad situada, subjetiva, culturalmente configurada. El niño no lee como el joven, ni el joven como el adulto. La llamada “lectura infantil” es una experiencia formativa integral, marcada por:
La oralidad como mediadora principal.
El acompañamiento adulto como contexto vital.
La repetición afectiva como forma de apropiación.
El ritmo poésico como umbral cognitivo.
No es solo una diferencia de temas: es una diferencia de experiencia estética y afectiva. Por tanto, es un error didáctico, cultural y poésico forzar una equivalencia entre literatura para niños y jóvenes. El acierto de la FILSD es haberlo entendido así.
- Una apuesta ética, no una exclusión
Separar la literatura infantil no supone excluir a la juvenil, sino reivindicar que la infancia merece un espacio estético propio. Esta postura es tanto ética —dignifica al niño como lector autónomo— como crítica—puesto que evita reducir los libros infantiles a moralejas o herramientas pedagógicas En línea con Mar Benegas—que defiende una infancia literaria sin idealismo impuesto y con emociones auténticas—, este enfoque reconoce la complejidad emocional y simbólica de las obras dirigidas a niños.
Y ese umbral merece un espacio privilegiado, no compartido, no subordinado. Al asumirlo como eje único, la FILSD 2025 devuelve a la infancia su lugar como territorio simbólico de humanidad originaria.
- 4. Desde el Virgilioamaramorismo: centrar el corazón
El Virgilioamaramorismo defiende el derecho de la infancia a ser mirada como centro, no como preparación para otra etapa. La niñez es plenitud poésica en sí misma, no es antesala de lo juvenil, ni borrador de la adultez.
Por eso, dedicar una feria del libro enteramente a la literatura infantil no es reducir el campo, sino elevar su dignidad. Es hacer del libro una forma de ternura pública, del cuento una ética del cuidado y de la poesía infantil una lengua de ciudadanía afectiva.
Conclusión
El acierto de la FILSD 2025 no está solo en su logística o programación, sino en su gesto político y poésico: declarar que la infancia, por sí misma, merece una feria entera, un país entero, un verbo entero.
La decisión de no recurrir a la fórmula “infanto-juvenil” es, así, una afirmación ética: la infancia no es menor, es esencial. Y la literatura infantil no es adorno, es fundamento de toda cultura que aspire a amar lo que educa y a educar lo que ama.
Referencias bibliográficas
Benegas, M. (2025, 8 de julio). Mar Benegas, poeta: “Encapsulamos a la infancia…”. El País.
Iser, W. (1976). El acto de leer: teoría del efecto estético. Taurus.
Jauss, H. R. (1982). La historia de la literatura como provocación. Ariel.
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