Cuando Léger-Félicité Sonthonax desembarcó en Saint-Domingue en septiembre de 1792, lo hizo en medio de un revoltijo de guerras yuxtapuestas: la colonia más rica del mundo estaba en ruinas por el alzamiento de esclavos iniciado en 1791; los mulatos, inspirados por Vincent Ogé y Jean Baptiste  Chavannes, reclamaban igualdad política y habían sido masacrados brutalmente; la población blanca se desgarraba en una guerra civil entre monárquicos y republicanos; y en el horizonte, Inglaterra y España se repartían pedazos de la colonia, esta última apoyada en miles de negros auxiliares reclutados en nombre de Carlos IV, capitaneadas por Georges Biassou , Jean Francois Papillon y Toussaint Louverture.

En septiembre de 1792,  Leger Felicite Sonthonax y Etienne Polverel entraron   en Le Cap con seis mil  soldados. Su mandato oficial era aplicar la ley del 4 de abril de 1792 que otorgaba la igualdad de derechos a los hombres libres de color; se proponían, igualmente, ponerle punto final a las revueltas de esclavos. Ambos, Sonthonax y Polverel tenían antecedentes abolicionistas; se carteaban con  Jacques Pierre Brissot (1754-1793), fundador de la Societe Amis de Noirs, y el propio Sonthonax había publicado un artículo en 1790 en el que pedía la abolición de la esclavitud. Con semejantes credenciales era natural que su llegada desencadenara revueltas en contra de la autoridad.  Las circunstancias eran tan tensas que los tres comisarios: Sonthonax, Polverel y Aillaud se vieron obligados a declarar públicamente,  el 24 de septiembre de 1792 , que "la esclavitud es necesaria para el cultivo y la prosperidad de las colonias" y que no está en la voluntad de la Asamblea Nacional ni del rey alterar las prerrogativas de los colonos.

Pero las circunstancias de todos modos fueron a mayores.  Sonthonax se propuso integrar con plenos derechos a los mulatos a la Asamblea colonial e incorporar a  oficiales mulatos al regimiento de Le Cap.  Inmediatamente los blancos, indignados, se sublevaron. La rebelión se mantuvo en sordina con el gobernador Blanchelande; le sustituye Francois Thomas Galbaud, un propietario de plantaciones, favorable a la esclavitud y partidario del statu quo, toma el poder con el apoyo de los colonos y de los marinos. Lograron cercar completamente a los comisionados. Entonces , Sonthonax declara, el 21 de junio de 1793,  en una proclama célebre que "todos los negros guerreros que combatan por la República […] serán declarados libres" y disfrutarán de "todos los derechos pertenecientes a los ciudadanos franceses". En esos momentos, la colonia de Saint Domingue estaba completamente perdida.

Sonthonax armó un éjercito de mas de 10 mil negros ex esclavos, cimarrones y con ellos logró recuperar Le Cap y vencer a las tropas sublevadas. El  11 de julio extendió  la promesas de libertad a las esposas e hijos de los soldados negros, y el 29 de agosto proclamó la abolición  general: "todos los negros y mestizos actualmente en la esclavitud, son declarados libres hoy con todos los derechos inherentes a la cualidad del ciudadano francés".  Las intrigas urdidas por los colonos de Saint Domingue llegaron a la  Convención Nacional, presentaron a Sonthonax como  complice de Brissot, confabulados con un plan secreto para libertar a los esclavos, desplomar la economía de la colonia, el santo y seña de una traición.  El 16 de julio de 1793, sin que él mismo lo supiera, fue acusado formalmente. En la Convención, Bréard denunció a Sonthonax y Polverel como representantes de una “tiranía realista” en Saint-Domingue, y en septiembre, Saint-André clamó que aquellos comisarios habían “trastornado las colonias de arriba abajo”, exigiendo su retorno inmediato a París para rendir cuentas ante el Comité de Salvación Pública.

Cuando Léger-Félicité Sonthonax
Cuando Léger-Félicité Sonthonax.

El juicio a Sonthonax y Polverel

El juicio de Léger-Félicité Sonthonax, abierto en París entre 1794 y 1795, no puede considerarse un incidente menor de la Revolución, sino un espejo donde se reflejaba el drama colonial de Francia. En él se debatía nada menos que la función de Saint-Domingue dentro de la República: mantener la servidumbre africana como sostén de la riqueza mercantilista o consumar, en un gesto sin precedentes, la emancipación general de los esclavos.

Los colonos exiliados en Burdeos y en los puertos del Atlántico, al conocer la proclama del 29 de agosto de 1793, lo acusaron de traidor. Alegaban que había quebrantado la garantía ofrecida a los plantadores el 24 de septiembre del año anterior, cuando se había asegurado solemnemente que la esclavitud permanecería incólume. Desde entonces Sonthonax fue presentado como un jacobino imprudente, cómplice de Brissot y responsable de haber sacrificado la colonia a los delirios de la política revolucionaria.

Con Polverel regresó a Francia en junio de 1794, tras los horrores del incendio de Cap-Français y bajo el peso de las imputaciones coloniales. Apenas desembarcados en Rochefort, fueron arrestados y conducidos a París, donde permanecieron hasta el 4 de agosto, tratados como criminales. La contradicción resultaba escandalosa: quienes habían conjurado la entrega de la isla a Inglaterra y España eran reducidos a reos, mientras los defensores de la esclavitud hallaban protección en las intrigas parlamentarias.

François-Thomas Galbaud du Fort, exgobernador y adversario irreconciliable, se convirtió en acusador tenaz. Ante el Cuerpo Legislativo clamó contra la libertad de los comisarios mientras él mismo había sido preso sin audiencia, y denunció que su familia permanecía retenida. Atribuyó el incendio de Le Cap a la instigación directa de Sonthonax y lo señaló como inspirador de un jacobinismo tropical, devastador del orden colonial.

El 8 de enero de 1795, el comisario respondió a un acusador inesperado: Pelet, miembro del Comité de Salvación Pública, quien lo hacía responsable del desastre de LE Cap, en un alegato de extraordinaria firmeza, Sonthonax se declaró víctima de calumnias tejidas por los colonos y advirtió que Pelet sembraba prejuicios en los jueces y engañaba a la opinión. Recordó que desde el verano de 1793, la ciudad había sido sitiada por asaltos continuos, imposibles de contener. Su defensa no buscaba el perdón: reivindicaba la abolición como recurso de salvación para la propia República.

La muerte de Étienne Polverel, el 6 de abril de 1795, dio al proceso un tinte de tragedia. Consumido por las fiebres adquiridas en el Caribe, expiró en París mientras aún pendían sobre su nombre las acusaciones de los plantadores. Fue un mártir inadvertido de la emancipación, cuya desaparición dejó a Sonthonax solo frente a los tribunales de la historia.

Después de interminables interrogatorios ante la Comisión de las Colonias, llegó la absolución. Ni la Convención ni el Directorio se atrevieron a condenar al hombre que había elevado a los esclavos a la categoría de ciudadanos franceses, cuando ya la misma metrópoli había ratificado la abolición en 1794. Aquella sentencia significó más que la liberación de un individuo: fue la afirmación de la Revolución contra la nostalgia de un orden colonial en ruinas

En 1796 regresa a Saint Domingue; se le encomienda la misión de organizar el trabajo de los hombres libres, para rehabilitar la economía. Sonthonax no era un revolucionario desconectado de la realidad. Sabía, perfectamente, que una desmovilizacion de los esclavos de las plantaciones, ahora convertidos en trabajadores libres, desplomaría completamente la economía de la colonia.

En el fondo, la causa de Sonthonax no era únicamente la de justificar su conducta ante los jueces de París; era la de responder a la gran pregunta que había dejado abierta su decreto del 29 de agosto: ¿cómo mantener la libertad de los negros sin precipitar la ruina de la colonia más opulenta del orbe? Este dilema, que ni la Convención ni el Directorio supieron resolver, se convirtió en la obsesión de su vida. La abolición había sido proclamada, pero la economía de plantación, sostenida por el látigo y la disciplina esclavista, se desplomaba como un edificio sin cimiento.

La segunda misión de Sonthonax debía resolver este problema. Sonthonax era extremadamente popular entre los negros. Los ex esclavos lo veneraban: lo llamaban Papá Sonthonax. Toussaint  veia con malos ojos todo aquel que le hiciera sombra. En agosto de 1797, Toussaint fuerza a Sonthonax a abandonar la colonia. Para guardar las apariencias, Toussaint organiza su "elección" como diputado de Saint-Domingue ante el Consejo de los Quinientos en París, una maniobra para alejarlo del poder en la isla.

La creación de un poder negro

Fue por obra de Sonthonax que se improvisó un ejército de libertos que, en adelante, sería el sostén de la Francia revolucionaria en el Caribe y que terminaría siendo la palanca de ascenso de Toussaint Louverture. Sonthonax nombró a Louverture "General en Jefe" y  proclamaba ante los representantes de Francia  que sin él, los franceses "no habrían encontrado aquí ni una pulgada de tierra francesa". Con ese ejército de más de 10 mil negros armados por Sonthonax, lograron recuperar la colonia, venciendo a los británicos y a los españoles, y a las tropas rebeldes de Galbaud y finalmente, venciendo , en la guerra de los cuchillos, al jefe rebelde de los mulatos, André Rigaud. Antes de marcharse en 1797, Sonthonax delegó amplios poderes en Louverture.  A partir  entonces se forja un poder negro, que será la fisonomia de la colonia de Saint Domingue y posteriormente constituirá la seña de identidad de la nación haitiana.

Toussaint Louverture ,  beneficiario directo  de toda la obra de Sonthonax , diseñó en su Constitución de 1801 un Estado en el que cabían las tres comunidades: los blancos, los mulatos y los negros. El bosquejo de un Estado mutirracial.  Espoleado por la idea de mantener el esplendor de la colonia, incluyó a un gabinete de intendentes blancos; llamó a los grandes plantadores blancos y mulatos para mantener la gran plantación; creó un sistema de caporalismo agrario con miras a rehabilitar  la economia de la colonia. Sus predecesores: Dessalines, Christophe y Petion omitieron esta ambición y fundaron la nación haitiana en el exclusivismo negro.

El drama de Sonthonax

  El drama de Sonthonax, sin embargo, fue ver cómo su creación se le volvía adversa. El ejército que organizó en nombre de la República se inclinó luego hacia el genio de Louverture, y este, convertido en dictador, le señaló la puerta del exilio. El propio Louverture, que edificó un panteón en Cap-Français para recordar la proclamación de la libertad, no vaciló en desterrar a quien la había pronunciado. La posteridad otorgó a Toussaint el título de libertador, mientras el verdadero autor del decreto fue relegado a la penumbra de los archivos.

Pero aún en esa penumbra, la voz de Sonthonax se escucha como un eco implacable de la Revolución: “Amigos míos, venimos a haceros libres. Los franceses dan libertad al mundo. Sois libres. Cuidad vuestra libertad. Viva la libertad. Viva la República. Viva Robespierre”. Fue la consagración de la República en tierras americanas, la traducción de la utopía revolucionaria a un suelo desgarrado por la plantación y el látigo.

Sonthonax  comprendió antes que nadie la magnitud de la hora. Dio a los mulatos libres el lugar que les correspondía, integrándolos en nuevas instituciones y en el ejército. Supo que sin los negros y mulatos armados, Francia perdería la colonia. Pero también supo que, al darles armas y derechos, abría un horizonte que escapaba a la propia metrópoli.

El drama de Sonthonax fue ser demasiado grande para los colonos, demasiado jacobino para la Francia termidoriana, y demasiado republicano para el régimen personalista de Louverture. Murió en la sombra, sin laureles, mientras su nombre era proscrito por Napoleón. Y, sin embargo, sin él no habría existido la revolución de Saint-Domingue, ni Toussaint habría encontrado un ejército sobre el cual edificar su poder.

La tragedia de Léger-Félicité Sonthonax es la de todo precursor que se adelanta demasiado a su tiempo. Aquel que en 1793 proclamó la abolición de la esclavitud en Saint-Domingue terminó en 1803 desterrado de París, bajo el desprecio del régimen consular que lo calificaba de “jacobino radical” y lo difamaba como agente inglés. La ingratitud fue su última recompensa: acusado de traidor tanto por los colonos blancos como por los nuevos caudillos de color, Sonthonax quedó sin patria, sin partido y sin gloria. Su matrimonio con Marie Eugénie Bléigat, mujer de color,  vinculada a la plantación Bréda donde Toussaint había pasado su juventud, simboliza las paradojas de un destino en el que los hilos de la revolución y de la esclavitud se entrelazan en una misma trama. Así, el verdadero autor de la libertad en la colonia más rica de Francia murió relegado al silencio, en Oyonnax en 1813, exiliado y olvidado definitivamente,  mientras otros recogían los laureles de una gloria fundada en su esfuerzo.

Referencias bibliográficas

Léger-Félicité Sonthonax. La première abolition de l’esclavage. La Révolution française et la Révolution de Saint-Domingue (Marcel Dorigny, dir., 2005).

El caso “Sonthonax”: ¿abolicionista o superviviente? Acerca de un diplomático francés entre Saint-Domingue y París (Jonathan Jacobo Bar Shuali, BROCAR, 46 (2022): 11-42).

Préjugé de couleur, esclavage et citoyennetés dans les colonies françaises (1789-1848) (Frédéric Régent, La Révolution française [En línea], 9 | 2015).

 Fin d’empire – fin de « classe » les administrateurs coloniaux de Saint-Domingue et la Révolution haïtienne (Zélie Navarro-Andraud, Dix-huitième siècle

Stein, Robert Louis 1985 Leger Felicite Sonthonax: The Lost Sentinel of the Republic, Rutherford, Fairleigh Dickinson Univ Press

Manuel Núñez Asencio

Lingüista

Lingüista, educador y escritor. Miembro de la Academia Dominicana de la Lengua. Licenciado en Lingüística y Literatura por la Universidad de París VIII y máster en Lingüística Aplicada y Literatura General en la Universidad de París VIII, realizó estudios de doctorado en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua (FLE) en la Universidad de Antilles-Guyane. Ha sido profesor de Lengua y Literatura en la Universidad Tecnológica de Santiago y en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, y de Lingüística Aplicada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Fue director del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad Tecnológica de Santiago y fue director del Departamento de Español de la Universidad APEC. Autor de numerosos textos de enseñanza de la literatura y la lengua española, tanto en la editorial Susaeta como en la editorial Santillana, en la que fue director de Lengua Española durante un largo periodo y responsable de toda la serie del bachillerato, así como autor de las colecciones Lengua Española y Español, y director de las colecciones de lectura, las guías de los profesores y una colección de ortografía para educación básica. Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Ensayo de 1990 por la obra El ocaso de la nación dominicana, título que, en segunda edición ampliada y corregida, recibió también el Premio de Libro del Año de la Feria Internacional del Libro (Premio E. León Jimenes) de 2001, y el Premio Nacional de Ensayo por Peña Batlle en la era de Trujillo en 2008.

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