La actitud hostil del patricio Juan Pablo Duarte hacia el régimen haitiano ha sido referenciada en junio del año 1829, momento en que se dirigía a Estados Unidos y posteriormente a Barcelona, España, cuando apenas tenía 16 años, en compañía del ex presidente del Tribunal de Comercio de Santo Domingo, Don Pablo Pujols, los hijos de éste y dos personas del servicio.
Ante la pregunta capciosa del capitán del bergantín norteamericano George Washington, míster John Haradan Jr., en que viajaba Duarte, en torno a si era haitiano o de otra nacionalidad, el joven Juan Pablo respondió sin ambaje y de forma tajante: “Yo soy dominicano”.[1]
En las postrimerías de su vida, refiriéndose a aquel momento, el patricio escribió una nota a su hermana Rosa, de gran importancia para la historia de la
República Dominicana, donde expresaba: “Juré en mi corazón no pensar ni ocuparme sino en procurar los medios para probarle al mundo entero que teníamos un nombre propio, dominicano, y que éramos dignos de llevarlo”.[2]
De acuerdo a investigaciones recientes realizadas por las hermanas Leonor y María Teresa Ayala Duarte González[3], Juan Pablo se embarcó por el puerto de Santo Domingo con sus acompañantes en el mes de junio de 1829 y tras una larga travesía arribó a los puertos norteamericanos y europeos siguientes: Puerto de Providence (Rhode Island, Estados Unidos), en el bergantín George Washington el 2 de julio de 1829; puerto de Nueva York en la Goleta Olympus, el 10 de julio de 1829; después del viaje trasatlántico entre América y Europa llegan al puerto de Southampton, Inglaterra, el 26 de agosto de 1829; al puerto de Londres el 3 de septiembre de 1829; al puerto de Havre, Francia, el 11 de septiembre de 1829; a París, el 25 de septiembre de 1829 y, a su destino final, Barcelona, España, en octubre de 1829, donde Duarte duró alrededor de dos años estudiando y conociendo la realidad española, para regresar nuevamente a su país el mes de noviembre de 1831.
El sentimiento de descontento en Duarte acrecentó cuando tuvo la posibilidad de conocer y examinar de cerca los procesos políticos norteamericano, inglés, francés y español, al tener contacto directo con ellos en su viaje por esos países, adquiriendo así las filosofía políticas del romanticismo, la ilustración, el liberalismo y el municipalismo, que les servirían de base para elaborar su propia filosofía política y jurídica, orientada a la liberación total y absoluta de la República Dominicana, al establecimiento de una democracia participativa mediante la instauración del poder municipal como el primer poder del Estado y la asunción de la soberanía nacional y popular como fundamento del nuevo poder. Estas experiencias y los conocimientos adquiridos le hicieron ver con más claridad que nuestro país debía transitar camino independiente y separarse de Haití para no caer jamás en brazos de país extranjero alguno.
A su regreso, cuando se le presentó la primera oportunidad de manifestar su firme y decidida oposición al régimen haitiano, Duarte la aprovechó sin titubear. Se entera de que su amigo José María Serra estaba regando pasquines clandestinos contra el gobierno haitiano, le busca y se integra con él a desarrollar esa actividad de manera decidida. Duarte entendió que esa era la ocasión propicia para empujar hacia delante su ideal utópico: la independencia total y absoluta de República Dominicana. Así lo confirma su hermana Rosa Duarte, cuando afirma:
Duarte desde su regreso a su patria no pensó en otra cosa que en ilustrarse y allegar prosélitos; él era de una constitución delicada, por lo que demostraba mucho menos edad de la que tenía; las gentes le dieron a la revolución el nombre de la revolución de los muchachos, pues a más de que la mayor parte eran muy jóvenes, el que hacía de jefe no representaba diez y ocho años…[4]
Rosa Duarte continúa esbozando los grandes esfuerzos realizados por Duarte para alcanzar una formación integral de cara a la liberación de su amada nación:
Año 1834.- Empezó a estudiar latinidad con el Pro. Dr. Dn. Juan Vicente Moscoso, y también Historia y continuó los estudios de Geografía Universal. Empezó más después a estudiar las matemáticas y el dibujo con Mr. Calié. Se ocupaba también de aprender la música, con Dn. Antonio Mendoza aprendió la flauta; su instrumento favorito fue la guitarra. Bajo la dominación haitiana el que podía costear su uniforme y su armamento pertenecía a la Guardia Nacional; así fue como principió su carrera militar de furrier de su compañía, la revolución seguía su curso y el año de mil ochocientos treinta y ocho, el diez y seis de julio, a las once de la mañana, acompañado de un gran número de patriotas inauguró la revolución bajo el Lema Sacrosanto de Dios, Patria y Libertad, República Dominicana, jurando libertar la patria o morir en la demanda.[5]
Es evidente que Duarte tenía la conciencia de que para conducir un proceso revolucionario adecuadamente era necesario adquirir una formación integral que le permitiera dotarse de una visión amplia y profunda sobre el mundo y la realidad concreta que pretendía transformar. También tenía bastante claro que para lograr el triunfo de la causa independentista frente a un ejército tan poderoso como el haitiano era esencial entrenarse en el campo militar para ponerse en condiciones de combatirlo exitosamente.
Hacia el año 1834 ingresó como furrier a la Guardia Nacional y ya para el año 1842 había logrado ascender al rango de Capitán y con el movimiento La Reforma fue elevado a Coronel, lo que indica que hasta en esta área Duarte logró ser uno de los mejores. Asimismo, cuando regresó al país en marzo de 1844 del exilio que padeció por espacio de un año, fue investido con el rango de General de Brigada adjunto para dirigir de común acuerdo con el General Pedro Santana las operaciones del Ejército del Sur.
-
La Trinitaria, instrumento político de la Independencia Nacional
Después desarrollar una intensa labor propagandística contra el gobierno haitiano por espacio de cinco años, junto a José María Serra, Duarte se propone dar pasos más efectivos para concretizar su utopía. Es por lo que le sugiere a su dilecto amigo crear una organización clandestina para conducir la lucha independentista nacional: la Sociedad Secreta “La Trinitaria”. Mostrando el gran sentido de responsabilidad que debe tener siempre un verdadero líder, Duarte le expresa a su compatriota Serra lo siguiente:
Nada hacemos, querido amigo, con estar excitando al pueblo y conformarnos con esa disposición, sin hacerla servir para un fin positivo, práctico y trascendental.[6]
Con la puesta en marcha de esa sociedad independentista, el 16 de julio de 1838, Juan Pablo Duarte, en su condición de Presidente, junto a ocho patriotas más: José María Serra, Juan Isidro Pérez, Juan Nepomuceno Ravelo, Félix María Ruiz, Benito González, Jacinto de la Concha, Pedro Alejandrino Pina, y Felipe Alfau, le imprimió un carácter de mayor trascendencia a su proyecto utópico. Esto revela a Duarte, con apenas 25 años, como un hombre esencialmente práctico, dispuesto a hacer realidad su utopía, contrario a como han pretendido presentarlo algunos sectores interesados de la clase dominante tradicional de la República Dominicana, como un ser humano que siempre vivía soñando ilusoriamente y pintando pajaritos en el aire.
El Juramento Trinitario, firmado mediante un pacto de sangre por los nueve fundadores de la Sociedad Secreta La Trinitaria el 16 de julio de 1838, es alto indicador de que la utopía duartiana de independencia absoluta quería dejar de ser la expresión del deseo de una sola persona para convertirse en un anhelo colectivo. He aquí el texto del Juramento Trinitario:
En el nombre de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro Presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana; la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules, atravesados por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja; y de no, me lo tome en cuenta, y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo[7].
En ese Juramento fundacional se destacan varios aspectos que nos parecen esenciales, a saber:
-El alto sentido cristiano que animó a todos los integrantes de la sociedad secreta La Trinitaria, comenzando por su presidente Juan Pablo Duarte, al adoptar como símbolo imperecedero el Principio Cristiano de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad Omnipotente: Dios-Padre, Dios-Hijo y Dios- Espíritu Santo, lo que erige en fundamento que da origen a la bandera tricolor (el rojo, el azul y el blanco en forma de cruz); al lema inmortal Dios, Patria y Libertad, así como al simbolismo contenido en el escudo: una palma, un laurel y el texto sagrado de la Biblia abierto en San Juan 8:32, que reza: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre”; así como también a la forma de organización adoptada, consistente en la creación de células secretas o clandestinas integradas por tres personas cada una, sin contacto directo con el resto de la entidad, para evitar su destrucción en caso de represión o persecución de algunos de sus miembros o dirigentes.
-El alto sentido de compromiso, honorabilidad y sentido patriótico de que estaban imbuidos sus integrantes, lo cual se puso en evidencia al hacer el voto solemne de cooperar con su persona, vida y bienes a la separación definitiva de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo con respecto al gobierno haitiano e implantar una república libre, soberana e independiente, que se denominaría República Dominicana, en honor a la Orden de los Predicadores Los Dominicos (“Perros del Señor” o “Fieles al Señor”), quienes lucharon en favor de la justicia, la libertad y el bienestar de nuestros pobladores aborígenes, mediante el Sermón de Adviento, pronunciado en las pascuas de 1511, por el sacerdote Fray Antón de Montesinos, con la anuencia de sus superiores.
Enero 2013
Las palabras de Duarte, pronunciadas luego de la firma del Juramento por parte de cada uno de los miembros fundadores de La Trinitaria, reflejan claramente su disposición al sacrificio, en aras de la liberación definitiva del país. Estas palabras eran:
No es la cruz el signo del padecimiento; es el símbolo de la redención: queda bajo su égida constituida La Trinitaria, y cada uno de sus NUEVE socios obligados a reconstituirla mientras exista uno, hasta cumplir el voto que hacemos de redimir la Patria del poder de los haitianos.[8]
El ideal duartiano asumió características ampliamente populares a través de la proyección pública del trabajo de La Trinitaria, por medio de la Sociedad La Filantrópica y la Sociedad Dramática, bajo el manto de sociedades para el desarrollo cultural y la escenificación de obras teatrales, con el claro propósito de despertar el sentimiento nacionalista y crear una conciencia revolucionaria en los diferentes sectores de la población de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo.
Asimismo, Duarte y el padre Gaspar Hernández se dedicaron a enseñar Filosofía, Historia, Geografía, Idiomas y Matemáticas a los jóvenes inquietos de la época, lo que le atrajo gran simpatía y contribuyó a acrecentar ampliamente su liderazgo entre la juventud. De igual manera, se incorporaron a ese proyecto liberador los sacerdotes de las diferentes comunidades, quienes esparcieron entre sus feligreses las ideas libertarias de los trinitarios, logrando acrecentar su influencia entre todos los pueblos de la parte oriental de la isla de Santo Domingo.
Un sector que desde el principio estuvo integrado a la lucha por la Independencia Nacional y que se involucró en todas las tareas que requería el proyecto liberador, fue el sector femenino. Estas, además de ser parte del reparto de las obras teatrales montadas por la Sociedad Dramática, se dedicaron a las labores de comunicación de la Sociedad Secreta La Trinitaria, de resguardar en sus casas a los patriotas perseguidos por las autoridades haitianas, de confeccionar la bandera tricolor, de elaborar y llevar entres sus faldas las balas, municiones y armas que serían usadas en los enfrentamientos armados con las tropas haitianas, de colaborar en términos financieros con la causa nacional, de escribir los detalles de las acciones patrióticas realizadas y la biografía de sus líderes principales, de participar directamente en los avatares de la guerra patria, así como en la cura de los heridos y enfermos.
Entre esas mujeres destacan: María Trinidad Sánchez, Rosa Duarte, Josefa Pérez de la Paz, María Baltazara de los Reyes Bustamante, Ana Valverde, Concepción Bona, Rosa Montás de Duvergé, Socorro Sánchez, Josefa Brea, Juana Saltitopa, Petronila Gaú, Petronila Abreu y Delgado, Altagracia Abreu, Manuela Diez, Micaela de Rivera, Filomena Gómez de Cova, Froilana Febles, Rosa Bastardo de Guillermo, María de Jesús Pina y Juana de la Merced Trinidad (Juana Saltitopa), entre muchas otras.
Esa perspectiva amplia es la que le permitió al patricio Duarte y a sus compañeros incorporar al proyecto liberador a todos los sectores sociales y a las diferentes razas que integraban la sociedad multicolor dominicana de la primera mitad del siglo XIX, para convertir en una realidad indiscutible el triunfo de la independencia nacional de la parte Este de la Isla de Santo Domingo frente a los sectores dominantes haitianos. Esto lo confirma Rosa Duarte cuando nos habla de su hermano Juan Pablo:
Él llevaba los libros en el almacén de su padre, y daba clases gratis, de escritura y de idiomas a los que demostraban deseo de aprender; los enseñaba con gusto sin hacer distinción de clases ni de colores, lo que le atraía una popularidad incontrastable, pues estaba fundada en la gratitud; y no tan sólo transmitía sus conocimientos, sino que tenía a la disposición de sus amigos o del que los necesitara sus libros, sus libros que él tanto estimaba[9].
La actitud de colaboración desinteresada y entusiasta que mostró Duarte ante sus contemporáneos es un claro indicador de que en sus relaciones humanas con los demás -muy especialmente en las distintas acciones educativas desplegadas con los jóvenes de entonces- no conoció de diferencias sociales y raciales para compartir los conocimientos adquiridos, lo que le valió el aprecio de todos sus relacionados y acrecentó su liderazgo ampliamente entre ellos.
-
Conspiración contra Boyer y Hérard
Conocedor de las dificultades por las que estaba atravesando el dictador Jean Pierre Boyer en Haití, al abolir la Cámara de Diputados y tomar un conjunto de medidas totalmente impopulares y autocráticas en ambas partes de la Isla de Santo Domingo, Duarte sugiere tomar contacto con la oposición haitiana que se había agrupado inicialmente en la Sociedad por los Derechos del Hombre y del Ciudadano y que, posteriormente, pasaron a constituir el Movimiento La Reforma.
Para iniciar esos contactos, los trinitarios designaron en primer lugar a Juan Nepomuceno Ravelo, cuyos esfuerzos fueron infructuosos, al no contar con las relaciones primarias que se requerían en un momento de grandes desafíos y peligros como los que se vivían en Haití a finales de 1842 y en los primeros meses de 1843. Fracasado ese primer intento, los trinitarios enviaron a Ramón Matías Mella y Castillo, quien era bien conocido en Haití, ya que había sido Comandante y Gobernador Militar de la Común de San Cristóbal y tenía buenos contactos en la parte occidental de la Isla, logrando establecer exitosamente un acuerdo con los revolucionarios haitianos.
Los trinitarios se comprometieron a asumir la dirección de los trabajos conspirativos en la parte oriental de la Isla, mientras que los haitianos se responsabilizaron de la parte occidental. La caída de Boyer se produjo el 13 de marzo de 1843, pero la noticia del hecho llegó a Santo Domingo el 24 de marzo, momento en que los trinitarios salieron a las calles para mostrar su identificación con el Movimiento La Reforma y poner en evidencia claramente sus propósitos independentistas.
El proceso que desencadenó el movimiento de la Reforma en Haití en el año 1843 y su repercusión en la parte oriental de Santo Domingo, que trajo consigo el derrocamiento del presidente Jean Pierre Boyer el 13 de marzo y la capitulación en Santo Domingo del general haitiano Justin Alexis Carrié Blaise el 26 de ese mismo mes y año, es descrito por el historiador, diplomático y patriota Emiliano Tejera en los términos siguientes:
El año 1843 fue fecundo en acontecimientos políticos. la revolución que a principios de él estalla en Los Cayos, acogiendo el manifiesto de Praslin, tuvo fuerza bastante para obligar a Boyer a deponer el mando el 13 de marzo del mismo año. Once días después, el 24, aún luchaba el general Carrié en Santo Domingo, tratando de contener el movimiento de los reformistas, entre los cuales figuraban como elemento importante Duarte y sus compañeros, que con habilidad suma habían logrado que los dominicanos secundaran el pronunciamiento de la parte haitiana. Al fin, el general Carrié capituló el 26 de marzo, y una Junta Popular de cinco individuos (Duarte, Jimenes, Pina, Alcius Ponthieux y Morin), en su mayoría dominicanos, vino a dirigir los asuntos públicos, en unión de la autoridad militar, confiada a un reformista[10].
El coronel Pablo Alí jugó un rol muy importante en el movimiento reformista, razón por la cual fue ascendido al rango de General de División y designado Jefe Superior del Departamento de Santo Domingo, en virtud de la propuesta de sus aliados trinitarios al interior de la Junta Popular de Santo Domingo. Los miembros de este gobierno provisional colegiado fueron escogidos por elección popular. De igual modo, el general Henri Étienne Desgrotte fue designado comandante de la Plaza de Armas de Santo Domingo.
El papel que tuvieron los trinitarios con Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella, Pedro Alejandrino Pina, Manuel Jimenes y Juan Isidro Pérez de la Paz a la cabeza, fue determinante para lograr la adhesión de los veteranos militares Pablo Alí y Henri Étienne Desgrotte, al movimiento de la Reforma, que, tras ser tiroteados por el batallón fiel al General Carrié, se vieron obligados a saltar las murallas de Santo Domingo para replegarse a la ciudad de San Cristóbal y así acumular fuerzas suficientes para resistir a los sectores boyeristas. Con el apoyo del coronel del Batallón de San Cristóbal, Don Esteban Roca, del pueblo sancristobalense, así como de los pueblos de Baní y Azua, lograron juntar una multitud de más de 2 mil personas, con la cual volvieron a Santo Domingo e hicieron capitular a Carrié, sin tirar un solo tiro.
Los trinitarios, ni cortos ni perezosos, agilizaron sus acciones conspirativas en favor de la independencia nacional. Es así como el 5 de abril de 1843, la Junta Popular de Santo Domingo designó al ciudadano Juan Pablo Duarte -quien era a la sazón miembro de la misma-, con una carta de ruta, para que asumiera la responsabilidad de instalar juntas municipales en las diferentes comunidades por las que pasaría, llegando a dejar constituidas las Juntas Populares de Bayaguana, El Llano, Hato Mayor y El Seibo.
En la común del Seibo entró en contacto con los hermanos Ramón y Pedro Santana, hateros que habían sido afectados por la política agraria de Boyer, a quienes les propuso integrarse a las acciones conspirativas en favor de la Independencia Nacional. Es a partir de ese encuentro cuando los hermanos Santana deciden vincularse decididamente a la causa separatista. Posteriormente, Pedro Santana asumiría el liderazgo militar de la recién creada República Dominicana y se convierte en uno de los principales verdugos del patricio Duarte y los demás trinitarios.
El 15 de junio de 1843 fueron convocadas las elecciones para elegir a los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente de Haití, donde los trinitarios ganaron la mayor parte de los municipios de la parte oriental de Santo Domingo, muy a pesar de que, según el historiador José Gabriel García, se utilizaron todos los recursos de la “malicia y de la mala fe como el cohecho y la imposición oficial por parte de sectores gubernamentales.”[11]
Los trinitarios ganaron abrumadoramente esas elecciones, alzándose con el control de las municipalidades o los ayuntamientos en la mayoría de las ciudades de la parte este de la Isla: Santo Domingo, Santiago, San Francisco de Macorís, Cotuí, El Seibo, Higüey y Baní, entre otras.
En la ciudad de Santo Domingo fueron parte de la nueva municipalidad: Domingo de la Rocha, Manuel Jimenes, Julián Alfau, Félix María Ruiz, José María Serra y Pedro A. Bobea, quienes jugaron roles muy importantes en el proceso de separación con Haití.
Las elecciones del 15 de junio escogieron 620 electores en toda la isla y estos a su vez eligieron al mes siguiente a 124 constituyentes. De ese total de constituyentes, correspondieron a la parte Este de la isla de Santo Domingo los siguientes: Azua: Charles Picart y Buenaventura Báez; Puerto Plata: Toribio López Villanueva y Federico Peralta. San Juan: Antonio Justo Chanlatte; La Vega: Charles M. Western, Thomas Press y Joseph Alexandre Dupuy; Santiago: Miguel Ángel Rojas, Manuel Ramón Castellanos, Pierre Bargés, Antonio Martínez Valdez, Francisco Dorville y Charles Devimeaux; Santo Domingo: David Saint-Preux, Juan Nepomuceno Tejera, Remigio del Castillo, Alcius Ponthieux, José Santiago Díaz de Peña, Manuel María Valencia, P. Barjon Fils, Domingo Benoit y Francisco Javier Abreu.
Al respecto, García expresa que todos los esfuerzos realizados por las autoridades haitianas para variar los resultados de las elecciones fueron inútiles, ya que los separatistas lograron un resultado final sumamente favorable en la lista de sus candidatos en Santo Domingo, Santiago y en los demás centros principales, pues al adueñarse “de casi todas las municipalidades, vino a demostrar que la separación estaba ya hecha, y que no faltaba sino darle forma: es decir, proclamarla como lo exigieran las circunstancias.”[12]
Hasta los oídos de los miembros del Gobierno de Haití llegó la noticia de que los trinitarios, encabezados por Duarte, Sánchez y Mella, estaban liderando una conspiración para separase de la parte occidental y proclamar su independencia política. Para esto designan al General de División Charles Riviére Hérard, como jefe del ejército y lo envían hacia la parte Norte y Este de la Isla, con el propósito de restablecer la autoridad. Entre las amplias atribuciones de que fue investido el General Riviére Hérard, estaban:
- Oponer la fuerza a la fuerza, en caso de encontrar resistencia en alguno de los puntos por donde se desplazaría.
- Reorganizar las administraciones civiles y militares, las tropas de líneas y los cuerpos de policía: nombrar, revocar o destituir a todos los funcionarios públicos, aplicar las promociones, destituciones y retiros que juzgara convenientes, tomar todas las medidas y expedir los decretos que fueran necesarios para asegurar el triunfo de la Revolución, el orden y la tranquilidad pública.
- A su regreso, en el seno del Gobierno Provisional, el general Charles Riviére Hérard dimitiría los poderes de que se le había investido y daría cuenta de su misión.
El General Riviére Hérard dividió su poderoso ejército en tres columnas, teniendo todas como punto de llegada y encuentro a Santo Domingo: una entró por el Sur, otra por Santiago y la tercera, encabezada por el propio Hérard, se dirigió primero a Puerto Plata, donde nombró como Comandante de la Plaza de Armas al teniente coronel Antonio López Villanueva; luego se dirigió a Santiago, Moca y La Vega, tras las huellas de la conspiración armada de que había sido alertado; posteriormente se dirigió a San Francisco de Macorís, donde detuvo al cura Salvador de Peña por encontrar propagandas alusivas a los trinitarios y procedió a restituir como comandante de la Plaza de Armas al teniente coronel Charlot, quien había sido destituido por el municipio.
De allí, Hérard se dirigió a Cotuí, donde se dio cuenta que el cura Juan Puigver era amigo y cómplice del cura de San Francisco de Macorís, Salvador de Peña, y la palanca que hacía mover al municipio, lo que le hizo comprender las razones que motivaron la destitución del teniente coronel Prud’homme como comandante de la Plaza de Armas. Posteriormente procedió a hacer preso al cura Puigver y al patricio Ramón Matías Mella, que en ese momento se encontraba organizando la conspiración en el lugar, enviándolos a Puerto Príncipe, al tiempo de restituir en el puesto a Prud’homme.
Finalmente, Hérard se dirigió a Santo Domingo, ciudad a la que entró el 12 de julio de 1843, encontrando todas las puertas de los ciudadanos de origen español cerradas, razón por la cual, según sus propias palabras, se vio precisado “a organizar el municipio y castigar a los facciosos”.
-
El exilio de Duarte y varios compañeros a Curazao
Varios miembros de La Trinitaria fueron hechos prisioneros, mientras que Juan Pablo Duarte, Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez, tras permanecer ocultos durante varios días, tomaron el camino del destierro el 2 de agosto de 1843. La dirección del movimiento patriótico fue asumida, entonces, por Francisco del Rosario Sánchez y el hermano mayor de Duarte, Vicente Celestino Duarte, quienes lograron escapar de la acción represiva del General Riviére Hérard.
Duarte se había mantenido trabajando arduamente en el país, hasta su exilio en agosto de 1843, con tal de ver realizada plenamente su utopía. No obstante encontrarse en el exterior, prosiguió su orientación y prédica a través de cartas que enviaba a sus compañeros de ideal. Igualmente, realizaba gestiones en Venezuela y Curazao para conseguir pertrechos militares para la conspiración patriótica y, ante el fracaso estrepitoso de las mismas, Duarte envió una carta a su madre y hermanos/as a Santo Domingo el 4 de febrero de 1844 -justamente 23 días antes de producirse la Independencia Nacional-, en la que les proponía lo siguiente:
El único medio que encuentro para reunirme con ustedes es independizar la Patria; para conseguirlo se necesitan recursos, recursos supremos, y cuyos recursos son, que ustedes de mancomún conmigo y nuestro hermano Vicente ofrendamos en aras de la Patria lo que a costa del amor y el sacrificio de nuestro padre hemos heredado. Independizada la Patria puedo hacerme cargo del almacén, y a más heredero del ilimitado crédito de nuestro padre, y de sus conocimientos en el ramo de la Marina, nuestros negocios mejorarán y no tendremos porqué arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de la Patria.[13]
Esta es la muestra más inequívoca del desprendimiento total del Fundador de la Nación Dominicana, en aras de lograr la independencia absoluta de su país, a lo cual accedieron su anciana madre y sus hermanos y hermanas, poniendo en riesgo su seguridad y la de los suyos en función de una causa y un futuro verdaderamente inciertos, en aquel momento. En efecto, esta acción sin par en favor de la Patria bien amada le acarrearía a Juan Pablo Duarte y a su familia -acostumbrados a vivir en la mayor abundancia y comodidad material-, la más escalofriante miseria y mendicidad, amén del destierro injusto e inhumano a que fueron sometidos todos y cada uno de ellos, a perpetuidad.
Una vez los representantes de ambas partes de la isla de Santo Domingo aprobaron una nueva Constitución en la Asamblea Nacional Haitiana en el mes de diciembre de 1843, juró como nuevo presidente constitucional de la República de Haití, el hasta entonces presidente provisional Charles Riviére Hérard. De inmediato zarpó para la parte oriental de Santo Domingo el recientemente designado cónsul francés Eustache Juchereau de Saint-Denys, quien llegó al puerto de Santo Domingo el 13 de enero de 1844, el cual, en carta enviada al Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, el historiador François Guizot, el 15 de enero de 1845, refiere el trato cordial que recibió a su llegada por parte del General Pablo Alí y sus subalternos.
De igual manera, en comunicación fechada el 5 de febrero de 1844 dirigida al canciller Guizot, el cónsul francés en Santo Domingo, Saint-Denys, refiere la decisión de la población de Santo Domingo oriental de liberarse del yugo ominoso de la parte occidental de la isla, para lo cual algunos de sus líderes se han mostrado inclinados a buscar apoyo en tres potencias, la Gran Colombia, España y Francia, quien al ponderar las posibilidades de cada una, deja entrever que la que gozaba de mayor aprecio y en torno a la cual la mayoría tenía cifradas sus esperanzas, era Francia. De igual manera, tenía en muy alta estima las relaciones fraternales que mantenía tanto con el general Desgrotte, comandante de la Plaza de Armas de Santo Domingo, como con el general Pablo Alí, Comandante en Jefe del Distrito de Santo Domingo.
El cónsul Saint-Denys en esa carta informa al canciller Guizot en torno a la actitud decidida de las poblaciones de la parte oriental de Haití, principalmente Santo Domingo, de levantarse en armas para zafarse del odioso yugo que ejercía la administración antipática, tiránica y humillante del General Riviére Hérard.
Saint-Denys también refiere las acciones que desde antes de su llegada a Haití estaba realizando en su nombre, en el del rey Carlos X y de Francia, el cónsul general provisional de Haití, Monsieur Levasseur, con los representantes del Este que participaron en la Asamblea Constituyente de Haití que se celebró en Puerto Príncipe entre septiembre y diciembre de 1843, con quienes se comprometió a apoyar la proclamación de una república independiente en la parte oriental de la isla de Santo Domingo, contando con el protectorado político y militar de Francia, a cambio de cederle la bahía y península de Samaná. Esta acción fue encabezada por los legisladores Buenaventura Báez, Remigio del Castillo, Manuel María Valencia, Francisco Javier Abreu, Juan Nepomuceno Tejera, José Santiago Díaz de Peña y Manuel Ángel Rojas, con el apoyo de los afrancesados Tomás Bobadilla y Briones y José Joaquín del Monte.
Si bien las intenciones de Francia ante Haití era la de socavar sus bases en el Este, entendía como algo muy necesario actuar con suma cautela. En ese orden era del parecer que debía mantener contentos tanto al General Henri Étienne Desgrotte como al General Pablo Alí, aún a sabiendas de que ambos pertenecían a partidos totalmente contrarios: Desgrotte era un fiel representante del bando reformista haitiano que lideraba el presidente Charles Riviére Hérard y que estaba dispuesto a todo por mantener la unidad e indivisibilidad de la isla de Santo Domingo, mientras que Alí era un fiel representante del partido liberal que encabezaba el líder trinitario Juan Pablo Duarte en procura de lograr la independencia nacional frente a Haití, quien se vio obligado a exilarse junto a sus compañeros de ideal Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina hacia Curazao, debido a la persecución tenaz de que fue objeto por parte del presidente haitiano Riviére Hérard.
-
La proclamación de la Independencia Nacional
En un Memorando del 28 de febrero enviado por el cónsul Saint-Denys al Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, François Guizot, daba cuenta de la confusión generada por la rebelión iniciada en Santo Domingo al filo de la media noche del 27 de febrero de 1844 que terminó con la rendición del general Desgrotte, tras la proclamación de la independencia de la República Dominicana y el izamiento de la bandera tricolor.
Tras el disparo del trabucazo de Ramón Matías Mella en la Puerta de la Misericordia, los insurrectos acantonados en la Puerta deI Conde, vieron engrosar sus filas con la incorporación de cientos de compañeros provenientes de las poblaciones cercanas a Santo Domingo e integraron una Junta Gubernativa Provisional compuesta por Francisco del Rosario Sánchez (presidente), José Joaquín Puello, Tomás Bobadilla y Briones, Remigio del Castillo, Manuel Jimenes González, Ramón Matías Mella, Wenceslao de la Concha, Mariano Echevarría y Pedro de Castro y Castro.
En esa comunicación el diplomático francés daba cuenta de que fue buscado como mediador entre las dos partes en conflicto y al mismo tiempo hace referencia al deceso reciente del General de División Pablo Alí. Así relata Saint-Denys los hechos acaecidos en la mañana del 28 de febrero de 1844, en pleno proceso de negociación de la salida del general Desgrotte y su gente para la instalación del nuevo gobierno, que resultó de la recién proclamada Independencia de la República Dominicana:
A eso de las siete de la mañana el general Desgrotte, comandante de la plaza de Santo Domingo, después de la reciente muerte del general de división Pablo Aly, decidió, enviar un parlamentario a los insurrectos, cuyo número y cuyos proyectos ignoraba. Como no presintiera nada bueno en lo mucho que se demoraba la respuesta y teniendo asimismo poca confianza en el buen éxito de una defensa desesperada, inútil y aun imposible con un débil puñado de hombres que permanecían fieles a su bandera, ese oficial general, vieja reliquia de las guerras del imperio, consideró oportuno enterarme de su crítica situación y de colocarse para toda eventualidad, él y los suyos, bajo la protección de la bandera francesa. Pedía el mismo favor para las familias de los funcionarios y de los demás ciudadanos haitianos que sin defensa y sin apoyo se habían quedado en la ciudad. La carta que me dirigió a ese respecto me fué entregada por uno de sus edecanes, escoltado por muchos oficiales[14].
Tal como destaca el cónsul francés en Santo Domingo, Eustache Juchereau de Saint-Denys, en las comunicaciones dirigidas al Ministro de Relaciones de Francia, François Guizot, el “anciano casi nonagenario”, Comandante del Batallón de Pardos y Morenos Libres -denominado posteriormente Regimiento 31-, General de División y Jefe Superior del Departamento de Santo Domingo, Pablo Alí, falleció el 14 de febrero de 1844, apenas 13 días antes de producirse la proclamación de la República Dominicana como nación libre e independiente.
El 27 de febrero de 1844, los trinitarios, junto a varios sectores conservadores que se unieron a la causa liberadora a última hora, llevaron a cabo la acción revolucionaria independentista frente al gobierno haitiano, con lo que se cristalizó, aunque de manera parcial, la utopía de Duarte de una patria absolutamente libre e independiente de toda potencia extranjera. Decimos parcialmente, por el hecho de que justamente esos sectores tenían en sus manos el poder económico y militar, lo que les permitió alzarse con el poder político y mantener en el ostracismo a los verdaderos forjadores de la nacionalidad dominicana. Esos sectores estaban encabezados por Tomás Bobadilla, Pedro Santana y Buenaventura Báez, entre otros. Sin embargo, es bueno destacar que, de todas maneras, el proceso de liberación de nuestro país frente a Haití constituyó un paso decisivo en el establecimiento definitivo de la nacionalidad dominicana y en la configuración de la verdadera identidad del pueblo dominicano.
[1] Troncoso Sánchez, Pedro. Episodios duartianos. Santo Domingo: Instituto Duartiano, 2010, p. 10.
[2] Ibidem, p. 19.
[3] Duarte, Rosa & Duarte, Juan Pablo. Apuntes de Rosa Duarte. Archivo y Versos de Juan Pablo Duarte, Santo Domingo: Instituto Duartiano, 1999, pp. 318-319.
[4] Ibidem, p. 41.
[5] Ibidem, pp. 41-42.
[6] Serra, José María. Apuntes para la Historia de los Trinitarios, Santo Domingo: Educarte, 1998, p. 11.
[7] Ibidem, p. 15.
[8] Ibidem.
[9] Duarte, Rosa & Duarte, Juan Pablo. Apuntes de Rosa Duarte. Archivo y Versos de Juan Pablo Duarte, Santo Domingo: Instituto Duartiano, 1999, pp. 46-47.
[10] Tejera, Emiliano. Escritos Diversos. Andrés Blancos Díaz, Editor. Archivo General de la Nación-Banco de Reservas. Volumen CIII, Santo Domingo, 2010, p. 227.
[11] García, José Gabriel. Compendio de Historia de Santo Domingo, Tomo II. Santo Domingo: Central de Libros C. por A., 1982, p. 197.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem, p. 68.
[14] Rodríguez Demorizi, Emilio (Edición y Notas). Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo 1844-1846, Archivo General de la Nación. Centenario de la República Dominicana. 1844-1944. Editora Montalvo, Ciudad Trujillo, R.D., 1944, pág. 23.
Compartir esta nota