El pozo
También eres el insomnio
Que despierta esta vigilia
Quien como el Tao
No puede nombrarse
La clavidencia que miro
Desde el otro lado del sueño
El temor de que no amanezca
es otra incertidumbre
El contexto, como entendemos, y así lo muestra el comportamiento histórico de la expresividad, opera como estímulo, no como sustancia, pues esta habita en el ámbito extenso de lo imaginario, más, el compañero circunstancial, sí, aquel del acto poético, ejemplificado con el biográfico que cargamos, ordinaria y obligatoriamente, encima hasta el final del existir en este plano. Y acontece, de esta forma, la creación poética en extenso, sencillamente porque se busca crear una nueva realidad, que por sí misma palpite, que sea, y, por tanto, pueda integrarse a la realidad mayor, el cosmos, universo, o fuente de energía infinita. Y no nos referimos a un espacio regional, provincialmente configurado, y determinante en la creación poética, pues los únicos espacios necesarios: el lenguaje y el alma humana, esta última, entendida como universo. Dada esta excusa, teórica, más pertinente en este caso, San Francisco de Macorís, en su integridad territorial, y la humana, igualmente, siendo contexto, acusa, refleja, en sus escritores, un singular comportamiento.
Esa incertidumbre, que es la vida entera, se deshoja o pierde esencia en el mismo poema, El pozo, al retornar al Tao: certidumbre en cuanto a la existencia de Dios, de lo divino dentro nosotros, implicando a la tierra sin que sea necesaria certeza de lo tocado, lo sentido y admitido como realidad en uno, la individualidad, y en los otros, generalidad. Ese poema, aludido directamente por la divinidad admitida, quien como el Tao……… no puede nombrarse.
El Tao, en dualidad, en significante y significado, fluye, en esencia filosófica, como una de las mejores poesías que se ha escrito en aspectos del contexto almico. En lo narrativo, flora, fauna, persona, y alma, andan en un único tejido, enhebrado, donde se cierne el origen mismo de China y así, su extensión por los siglos de siglos. Y ese andar, alcanza esta isla, y a un espacio bien único de ella; San Francisco de Macorís.
San Francisco, que se arropa con su propio lienzo, contexto geográfico en la creación, acusa un comportamiento, en este sentido, inusual, asoma con vitalidad en sus creadores. Esa tendida, planicie, superficie en la que salen de la tierra los plantíos del arroz, debajo de un cielo interrumpido por salteadas nubes, y al llover, el gris plomizo, azulado, tintado, es donde percibimos el equilibrio propio del vivir y del ser vivo, con aquello que denominamos blanco, o negro.
Esos específicos atributos están contemplados en este libro, de Ramón Antonio Jiménez, con limpieza expresiva, con propiedad articulada en palabras, en personas hechas símbolos: Cayo Claudio Espinal, Melba Marrero de Muné, Manuel Mora Serrano, Hilma Contrera, Gustavo Olivo Peña, Rhadamés Polanco, Orlando Morel, Víctor Saldaña, Noé Zaya, Lisette Ramírez, José Martín Paulino, Yeyé Concepción, En ellos, el concreto espacio del vivir, hábitat necesario, y más aún, esa asunción de la existencia del Dios Azul en tierra y altura, y en el corazón de estos hombres y mujeres, que razones son de lo que se poetiza.
Esa levedad y limpieza habitan en estos poemas, como una composición cerrada que envuelve la imagen dramática, indispensable, de igual modo un ángulo narrativo que remonta al poetizar del muy legendario e inmenso espacio de la orientalidad y la naturaleza como contexto y personaje y, la vez, elementos todos conjuntados, construyendo el tejido poético, así se nos ofrece Equilibrio y otras obsesiones.
Sí, lo muy mínimo triturando el grano de mostaza, la torre de babel, la brizna de hierba, la flor del cacao y el cantar de la cigua, grande o extenso, lo que existe pervive entrelazado al conjunto del todo. ahí se serena el núcleo de este poemario de José Antonio Jiménez.
Pájaro de cristal
Leve en su carne
La mañana te trae a su espejo
Al otro lado que eres al mirarte
Y te enamora contigo
Besas el aire
Asciende anheloso
A clorofila de ala
Arquetipos de memorias
Senderos de polen
Que regresan al primer pájaro
En las orillas del asombro
Las cosas existen
En tanto sean miradas
Exactamente, el mundo en su representación, existe lo que los sentidos tocan, miran, olfatean, tientan
Las cosas existen
en tanto sean miradas
Pero hay más, y ahí radica el sentido mismo de la vida, y lo más cierto, el mundo que nos espera.
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