Con tantos problemas que hay en el país, incluido en el sistema educativo, parecería trivial que aborde aquí un tema que luce irrelevante en el conjunto de las cosas. Lo hago porque creo que la dicción incorrecta es simbólica de otros problemas educativos.
No me refiero a la entonación en el lenguaje hablado, que claro, cambia de país en país y de región en región. Me refiero a la pronunciación apropiada de las palabras en función de las letras y las sílabas pronunciadas.
Los dominicanos en general tenemos una dicción precaria. Con regularidad, no pronunciamos la “s” al final de las palabras, sustituimos la “r” por “l” en el sur del país o la “r” por la “i” en el Cibao, la palabra “para” se vuelve con frecuencia “pa”, y la “c” que requiere un énfasis especial como en la palabra exacto la eliminamos. La lista de problemas puede ampliarse, pero los ejemplos mencionados muestran la magnitud del problema de dicción de los dominicanos.
Sé que hay una corriente lingüística que considera válidas todas las modalidades de expresión, y no es que esté totalmente en desacuerdo con lo que argumentan. Pero cuando un idioma se machuca de diferentes maneras al hablar, suena mal, y el lenguaje hablado es la presentación primordial de los seres humanos ante los demás.
Soy santiaguera y puedo hablar perfectamente con la “i”. De hecho, me gusta hacerlo cuando estoy en el Cibao. Pero si hablara así en todos los lugares y contextos, quedaría desautorizada para abordar cualquier tema de importancia, porque reflejaría mi incapacidad de distinguir entre una modalidad regional y la pronunciación correcta del castellano.
El asunto toma mayor relevancia entre los dominicanos que emigran a otros países e interactúan con personas cuyo idioma nativo es también el español. Rechinan en esos contextos.
Enseñar dicción del español en las escuelas dominicanas sería tan valioso como enseñar un idioma extranjero (tanto que se enfatiza el aprendizaje del inglés). Para lograrlo, habría que comenzar enseñando la dicción correcta del español a los maestros.
Algo que aparenta ser tan simple como lo que propongo, no lo es, porque en toda la sociedad dominicana hace falta mejorar la dicción, y hacer ese esfuerzo cuesta. Es siempre más cómodo pronunciar las palabras tal cual las aprendimos de pequeños, y una vez acomodados en ese estilo, es difícil cambiar a la pronunciación correcta.
Así que, si grandes son los desafíos que enfrenta la educación dominicana para elevar los niveles de aprendizaje en distintas disciplinas, grandes son también los desafíos para aprender la dicción correcta del español.
Aclaro, no es que todos los dominicanos debemos hablar exactamente de la misma manera. No sugiero tampoco que no existan dominicanismos. Muchos menos estoy planteando que no exista una entonación típica de la República Dominicana. Me refiero a las formas fundamentales del lenguaje que debemos incorporar en nuestro repertorio hablado.
El problema lo arrastramos de antaño, y ahora se agudiza con el desparpajo de tantos supuestos comunicadores en los medios y las redes sociales.
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