El artículo es una reproducción casi íntegra de la presentación de la obra El oficio de pensar. Diálogos filosóficos de Andrés Merejo, publicada en dos volúmenes. La puesta en circulación fue celebrada el 9 de diciembre a las 19:00 horas en el salón de actos del Archivo General de la Nación (AGN).
Para mí fue un honor presentar esta obra publicada por el AGN, una institución que, con esta edición, reafirma su compromiso con la memoria intelectual del país y con la promoción de la reflexión crítica en nuestro espacio cultural. El título mismo, El oficio de pensar, no es un mero recurso retórico: es una declaración de principios. Pensar —nos recuerda Merejo— no es un pasatiempo, ni un lujo reservado a la academia, sino un oficio, una práctica constante que exige disciplina, escucha, diálogo e interpretación. Pensar es, en el fondo, un acto de responsabilidad.
En la estructura general de la obra de dos volúmenes se acentúa el diálogo como forma de pensamiento. Algo que ya la tradición griega con Sócrates, Platón y el mismo Aristóteles nos enseña. A propósito, la filosofía hermenéutica lo retoma como eje central cuando habla sobre la construcción válida del conocimiento.
Los volúmenes reúnen una serie de entrevistas publicadas originalmente en el periódico digital Acento, y lo hace bajo la forma de diálogos filosóficos. Este formato no es casual. Como dije líneas atrás, el diálogo ha sido, desde Sócrates, una de las formas más nobles de la filosofía o bien de practicarla; en efecto, es en la conversación donde el pensamiento se pone a prueba, donde las ideas se entrecruzan, se exponen, se interpelan.
Merejo recupera esa tradición y la actualiza. Su escritura, que oscila entre la entrevista y la meditación, entre la pregunta abierta y la reflexión contenida, convierte el diálogo en un espacio hermenéutico, donde la voz del entrevistado se entreteje con la del entrevistador, y ambas abren el horizonte del pensar. Cada conversación se transforma en un acto de interpretación compartida. En una originaria complicidad, como señalaba el filósofo español Andrés Ortiz-Osés, que hace que se manifieste esa figura tan crucial para la filosofía: el amigo. Gilles Deleuze, junto a Félix Guattari, hablaban de que para que exista esta rama del saber, deben en primer lugar existir las amistades filosóficas. Y esto es lo que precisamente se logra en estos diálogos.
Con esto asistimos a la filosofía en plural: un mapa de voces contemporáneas. Justamente, uno de los notables méritos de esta obra es su diversidad de interlocutores. Merejo dialoga con filósofos locales e internacionales, conformando una suerte de cartografía del pensamiento contemporáneo iberoamericano. En estas páginas resuenan nombres y tradiciones distintas, unidas por la búsqueda común de sentido en un mundo cada vez más complejo. Esta pluralidad convierte a El oficio de pensar en algo más que una colección de entrevistas. Es una polifonía filosófica, un testimonio vivo de cómo la filosofía sigue pensando los problemas de nuestro tiempo sin perder su vocación crítica: desde la ética hasta la política, desde la estética hasta la ontología, desde las ciencias hasta las tecnologías.
Un aspecto que quiero resaltar es la valiosa intertextualidad y resonancias, es decir, la de presentar a la filosofía como tejido. El diálogo, en la pluma de Merejo, no se limita a la interacción entre dos personas; se expande hacia una intertextualidad viva, donde las ideas se cruzan con otras tradiciones, autores y contextos. Cada conversación abre pasajes hacia otros textos, otras épocas y otras geografías del pensamiento. La filosofía aquí se presenta como un tejido de referencias, una red que une lo local y lo universal. En esa intertextualidad hay también una dimensión histórica. Merejo nos recuerda que la filosofía dominicana e iberoamericana no surge en el vacío: es el resultado de luchas, debates y procesos de afirmación cultural. Sus entrevistas, entonces, no solo registran ideas, sino también momentos de la historia intelectual de nuestro tiempo.
Es aquí donde nos encontramos con la filosofía como forma de saber y como práctica de libertad. A lo largo de los volúmenes, se advierte una pregunta de fondo: ¿qué es la filosofía hoy? No se trata de una definición académica ni de un catálogo de escuelas. Lo que emerge, más bien, es la filosofía como forma de saber existencial, como ejercicio de libertad y de resistencia frente al pensamiento único.
Merejo rescata el sentido originario de la filosofía como búsqueda de verdad, pero una verdad entendida no como dogma, aunque si como acontecimiento de sentido, como posibilidad de comprensión del mundo y de nosotros mismos. En tiempos de ruido informativo y de discursos superficiales, El oficio de pensar nos invita a recuperar la lentitud del pensamiento, la escucha, el asombro. Nos recuerda que filosofar es, también, un modo de vivir.
No puedo dejar de mencionar el valiosísimo aporte al pensamiento iberoamericano que nos contribuyen sendos volúmenes. La importancia de esta publicación trasciende el ámbito nacional. Con este libro, Merejo inserta la filosofía dominicana en el circuito iberoamericano del pensamiento contemporáneo, dialogando con autores de España, América Latina y el Caribe. Este gesto es doblemente valioso: por un lado, reconoce la riqueza de la tradición filosófica regional; por otro, reivindica la voz del Caribe como un espacio legítimo de producción filosófica, no solo de recepción.
Así, El oficio de pensar se convierte en un puente cultural, un lugar de encuentro entre distintas generaciones, tradiciones y contextos. Su aporte es tanto epistemológico como político: reivindica la palabra filosófica como acto de soberanía cultural.
En este tira y jala del pensar como oficio, se manifiesta el archivo como memoria del pensamiento. De hecho, la publicación por parte del Archivo General de la Nación añade un matiz profundo. Esta institución, tradicionalmente asociada a la conservación de documentos históricos, se abre aquí al pensamiento vivo, a la conversación. Publicar un libro de diálogos filosóficos en este marco institucional significa reconocer la palabra pensante como patrimonio cultural. Cada entrevista preservada es un documento del espíritu, una huella de cómo el pensamiento se articula en nuestra época. Este gesto editorial del AGN contribuye, así, a archivar la memoria intelectual del país, a salvaguardar la reflexión como parte esencial de nuestra identidad colectiva.
Quiero cerrar mi intervención aludiendo que esta obra nos invita a la continuidad del pensar. En suma, El oficio de pensar no solo celebra el pensamiento, sino que lo convoca.
Merejo no nos ofrece respuestas cerradas, sino caminos. Nos invita a pensar con él, a continuar los diálogos, a expandirlos. En cada conversación late la promesa de nuevos encuentros, de nuevas interpretaciones. Leer este libro es entrar en una conversación infinita. Es comprender que la filosofía, más que un saber especializado, es una forma de cuidado, una manera de mantener abierta la posibilidad del sentido.
Felicitemos, pues, al doctor Andrés Merejo por esta obra lúcida y generosa, y al Archivo General de la Nación por acoger este proyecto que enriquece nuestro acervo cultural.
Con El oficio de pensar, la filosofía dominicana no solo dialoga con el mundo, sino que habla desde sí misma, con voz propia.
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