Desde tiempos muy antiguos, cuando la humanidad fue creada, el hombre ha sido la figura principal en la historia. Podemos ver que, desde Génesis, el primer libro de la Biblia, se menciona que la mujer fue creada a partir de la costilla del hombre, y que existe en función de él. Si seguimos en esa misma línea, notamos que la mayoría de los personajes son hombres; la presencia femenina es casi nula.
Incluso si nos trasladamos a siglos más recientes, el machismo sigue estando presente. Esta actitud implica que el hombre es superior a la mujer y tiene dominio sobre ella. La figura femenina ha estado expuesta a la violencia, la discriminación, la desigualdad y la falta de oportunidades. Este es, precisamente, el enfoque que quiero analizar en este ensayo.
Emilia Pardo Bazán, en sus escritos, se caracteriza por mostrar cómo la mujer es maltratada emocional y físicamente por el hombre machista. Sus obras están cargadas de ideas en defensa de los derechos de las mujeres y del feminismo.
En La puñalada se narra la historia de dos amantes cuya relación era bien conocida en el barrio. Claudia, una modistilla coqueta y vanidosa, disfrutaba de los regalos caros. Onofre, un carpintero fuerte y apasionado, se empeñaba en satisfacer todos los gustos de Claudia. Ella no soñaba con un futuro a su lado; su relación con Onofre era superficial. Le agradaban los momentos compartidos y los obsequios, pero no tenía intención de casarse.
—¿Estás bebido? Hijo, ¿y mi madre? ¿La suelto en el arroyo como a un perro? Con la triste peseta que ella se gana un día sí y otro no, ¿va a comer pan si yo le falto? Déjate de eso, vamos… ¡Que se te quite de la cabeza!
Fue su respuesta a la fantasía ilusoria de Onofre, pero esa ilusión persistía en él. Los celos comenzaron por un dije —una pequeña joya decorativa— que desató su furia. No creía que Claudia pudiera haberlo comprado, pues ganaba muy poco. Además, un hombre desconocido había rondado la casa de su suegra días antes. La furia de Onofre fue en aumento.
Es admirable cómo Emilia Pardo Bazán contrasta la realidad con la ficción para reflexionar sobre una práctica que, lamentablemente, aún persiste en todas las esferas de la humanidad. Ver que todavía existen países donde subsisten matrimonios forzados, violencia doméstica, discriminación laboral y restricciones educativas nos lleva a reflexionar sobre lo difícil que ha sido, y continúa siendo, la lucha de la mujer por sus derechos.
El tiempo pasaba para Onofre y Claudia, pero después de aquel incidente, nada volvió a ser igual. Él la miraba con furia y deseos de venganza. Al pasar por la plazuela de Santa Ana, Claudia se detuvo en una tienda de animales y, al ver un ave con una herida —conocida como “de la puñalada”—, exclamó:
—¡Ay! ¡Ésa tiene sangre!… Está herida.
—Le habrá dado un corte su palomo —respondió Onofre—. También los palomos serán capaces de barbaridades si otros les festejan la hembra.
Su deseo de posesión sobre Claudia lo cegaba. Esta noción de dominación masculina, aún vigente, es parte del mensaje de Emilia en este cuento. Claudia, confundida y ruborizada en ese momento de tensión, presentía que algo no estaba bien. Onofre la obligó a llevarse el ave a casa, un reflejo de lo que le sucedería más adelante. Aunque se resignó a no tenerla por un tiempo, su esperanza de recuperarla se agotaba. Intentaba olvidarla, pues otra persona ocupaba ahora su mente.
Un día, mientras Claudia salía con prisa para recoger sus avíos —preparándose para una nueva vida sin sufrimiento, con todo lo necesario para ser feliz—, ocurrió lo inesperado: tropezó y, al intentar incorporarse, un puñal atravesó su pecho a sangre fría. Onofre estaba allí, contemplando cómo la sangre se esparcía por su cuerpo.
Otro cuento que, sin temor a equivocarme, refleja la misma visión de Pardo Bazán sobre el machismo es El revólver. Flora, una mujer visiblemente afectada por los maltratos psicológicos de su marido, Reinaldo, decide contar su historia a una conocida. Se casó profundamente enamorada; en su tiempo libre cantaba, tocaba el piano y conversaba con amigas que la visitaban. Él, por su parte, era apasionado y brillante. Disfrutaban del primer año de matrimonio como una verdadera luna de miel. Pero después de ese período, Reinaldo comenzó a cambiar. La celaba con sus amigos, familiares, incluso con cualquier cosa que pudiera representar una amenaza para él. Flora comenzó a sentir miedo constante de salir, de hablar, de vivir.
Un día, Reinaldo la condujo a la alcoba y le dijo:
—Aquí tienes —la garantía de que tu vida va a ser en lo sucesivo tranquila y dulce. No volveré a exigirte cuentas ni de cómo empleas tu tiempo, ni de tus amistades, ni de tus distracciones. Libre eres, como el aire libre. Pero el día que yo note algo que me hiera en el alma…, ese día, ¡por mi madre te lo juro!, sin quejas, sin escenas, sin la menor señal de que estoy disgustado, ¡ah, eso no!, me levanto de noche calladamente, cojo el arma, te la aplico a la sien y te despiertas en la eternidad. Ya estás avisada…
Desde ese día, Flora nunca volvió a ser la misma. Vivía aterrorizada. Esa pesadilla duró cuatro años, hasta que su verdugo murió en una caída de caballo. Al limpiar la casa, encontró el revólver que tanto la había atormentado… y descubrió que nunca estuvo cargado. Reinaldo había muerto, el arma quedó inservible, pero el dolor, la angustia y el trauma de aquel tiempo seguían presentes en su vida. Esas son precisamente las secuelas del machismo.
Este cuento me recuerda algunos escritos de Juana de Ibarbourou, en los que, de manera implícita, expresa el sufrimiento y la angustia que vivió como víctima de violencia doméstica y psicológica. A través del poema Despecho (1919), notamos una negación del dolor:
“¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos”.
Es una característica común entre mujeres que sufren abuso: la negación del dolor como mecanismo de defensa.
En conclusión, Emilia Pardo Bazán, a través de sus escritos, nos muestra de manera crítica la violencia que, muchas veces, el hombre ejerce sobre la mujer. Sus cuentos nos invitan a reflexionar sobre la represión física, psicológica y emocional que vivieron tantas mujeres en su época —y que, lamentablemente, aún sigue presente, sentado a nuestra mesa, esperando que alguien le sirva un trozo de pan.
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